domingo, 29 de mayo de 2011

JUAN BAUTISTA BUSTOS. Gobernador síntesis entre Córdoba, la Nación y América

JUAN BAUTISTA BUSTOS
Gobernador síntesis entre Córdoba, la Nación y América


JUAN BAUTISTA BUSTOS
Gobernador síntesis entre Córdoba, la Nación y América
Juan Bautista Bustos nació casi con seguridad el día de la pasión de San Juan Bautista, 29 de agosto, del año 1779 y fue bautizado en la capilla de San José, en Mallín, construcción que todavía sobrevive en el camino que va de Cosquín a Tanti[1]. El lugar exacto de su nacimiento es discutido, algunos dicen que fue en la estancia familiar de Santa María pero otros como Carlos Prudencio Bustos  Argañaraz dicen, con mucho fundamento, que fue en la propia ciudad de Córdoba.
No es por casualidad que al hablar de la bandera de Córdoba, recientemente creada debamos referirnos a este hombre que durante más de una década tuvo una influencia sustantiva en los destinos de la provincia. Él absorbió en su persona las luchas por el federalismo del siglo XIX y en algún sentido fue un profeta de la política que el entrerriano don Justo José de Urquiza emprendió para organizar constitucionalmente el país luego de Caseros. En algún sentido la política de “fusión de partidos”, impulsada intelectualmente por Juan Bautista Alberdi, la cual fructificó en la organización nacional y en la constitución de 1853 se anticipa en el accionar “bustista”.

Colaboradores del concurso estudiantil: "Creación de la Bandera Oficial de la Provincia de Córdoba Ley 9806" junto a la bandera oficial de la provincia de Córdoba. La misma es una síntesis de la tradición federal, americana y nacional que en distintos momentos encarnaron José Artigas, José Javiér Díaz, Juan Pablo Bulnes y Juan  B. Bustos.

¿Por qué entonces tanto silencio sobre su persona, secundariamente reivindicada por la cultura oficial de otros tiempos? Cuando el olvido es tan evidente, se trata entonces, no de una descuidada omisión sino de una política del olvido que aunque no sea nuestro tema, debemos explicitar porque sobre la verdad histórica se construyen verdaderos cimientos identitarios[2]. Sobre la verdad a medias (o velada mentira), la doxología o el congelado bronce, se erigen las agresivas tensiones.
Había nacido en una familia acomodada de Córdoba lo que le permitió dedicarse al comercio tempranamente. Muy joven se trasladó, seguramente debido a sus necesidades comerciales a la ciudad de Buenos Aires. Participó activamente en las luchas contra el invasor británico en 1806 y 1807, llegando a transformarse en oficial del regimiento de Arribeños (los de “arriba”, ya que sus integrantes eran de las provincias interiores y norteñas) creado en aquellas heroicas y trascendentales jornadas.
También participó en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, que depuso al virrey Cisneros, votando a favor de la propuesta de Cornelio Saavedra otro comerciante -altoperuano este- que devino en general y jefe del regimiento de Patricios, cuerpo también formado al calor de las batallas contra los ingleses.
Tendrá varios ascensos militares a pesar de no ser de la carrera de las armas, pero así era la época…Finalmente como coronel integrará las filas del Ejército del Norte bajo las conducciones de José Rondeau primero y de Manuel Belgrano después.
Las guerras civiles enfrentaron a partir de la Asamblea del año 1813, a quienes desde el puerto de Buenos Aires repetían –de alguna manera- el despotismo ilustrado borbónico, sin tener en cuenta las demandas de las provincias y sin comprender que la revolución cuestionaba, de hecho, al antiguo régimen. Las provincias y los pueblos bregaban por mayores autonomías que en la práctica significaba mayor democracia. Había en esto fundamentos económicos: los litoraleños y orientales buscaban tener todos los privilegios de un puerto abierto al comercio con Europa, los pueblos interiores, interrumpidos los vínculos con el Perú y Alto Perú y los cuyanos con Chile –hostiles a la revolución- deseaban algunas medidas protectivas para sus manufacturas y producciones. Los sectores más populares serían la “tropa” de los ejércitos libertadores, adherían –no pocas veces a la fuerza- a quienes, aunque pertenecientes a clases sociales más altas, se erigieron en defensores de la revolución, la independencia, la defensa de los intereses locales y una sociedad más igualitaria al rechazar los intentos de fundar una nueva monarquía con la correspondiente aristocracia.
Símbolo acabado de una postura independentista, republicana, federal (aunque el término se utilizaría tiempo después) y americanista, es decir partidario de una patria grande que reconocía sus antecedentes en la organización del imperio ibero americano, fue don José Gervasio de Artigas, nacido en la Banda Oriental. Este hombre enfrentado con la política portuario/centralista de los Directores Supremos llegó a crear la “Liga de Pueblos Libres” que estuvo integrada por su provincia oriental, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, por breve tiempo durante la gobernación de José Javier Díaz (1815-16), patriota estanciero de Santa Catalina. Esta Liga era más una confederación  que una federación en regla[3].


El caso de Córdoba es paradigmático ya que el mencionado José Javier Díaz accede a la gobernación luego de dos fuertes y amenazantes cartas de Artigas al Cabildo para que permitan la elección autónoma del gobernador, lo que provoca la renuncia de mandatario designado desde Buenos Aires, Francisco Ortiz de Ocampo –quien fuera jefe del regimiento de Arribeños- y la elección de un hombre federal y vinculado a Artigas.
Bustos en este enfrentamiento entre directoriales y pueblos del interior, fue destinado a combatir a las montoneras federales que operaban en el centro del país, adhiriendo al Protector de los Pueblos Libres. El nuevo gobernador “artiguista”, teniendo tropas del Ejército del Norte en su propio territorio intentará mantener una política conciliadora entre las partes. Así, por ejemplo enviará diputados federales y republicanos al congreso de Tucumán y pedirá a  Artigas, sin éxito, que este haga lo propio con las provincias directamente bajo su influencia. Pero los “directoriales” porteños ya estaban negociando la entrega de la Banda Oriental a los portugueses paras deshacerse del molesto Jefe de los Pueblos Libres.
Estas guerras civiles en las que Bustos combatió del lado directorial contra los “artuguistas” o “montoneros” como se los designaba, tuvo diferentes avatares de muchas derrotas y algunos triunfos, hasta que culminará en una crisis trascendental a comienzos de 1820.
En efecto este año se inicia con el agravamiento de la guerra civil y la orden del Director Supremo, José Rondeau, al Ejército del Norte y a San Martín para reprimir a los caudillos litorales. Nadie obedecerá. San Martín destina sus tropas a la expedición al Perú y rompe de hecho con Buenos Aires, algo que ese grupo porteño no perdonará. Por su parte Bustos, acompañado por Alejandro Heredia de Tucumán y José María Paz se subleva en Arequito y desobedeciendo las órdenes que tenía de sus superiores, se vuelve sobre Córdoba donde luego de algunos conflictos políticos es elegido gobernador[4].
El nuevo mandatario no tenía una tradición federal, pero evidentemente sus largos años de lucha contra las montoneras artiguistas, la popularidad de estos caudillos en la campaña, seguramente habían ayudado al coronel cordobés a tener un pensamiento propio que si no llegó ser idéntico al de “Pepe” Artigas, Estanislao López o Pancho Ramírez, se empapó con el federalismo y la necesidad de organizar constitucionalmente el país que aquellos impulsaban.
Provincialmente realiza una política que podríamos designar como de “fusión de partidos” ya que sus colaboradores los reclutará entre antiguos “funistas” (así denominamos a quienes adherían a Ambrosio y al Deán Funes) algunos directoriales, varios artiguistas universitarios o de acción como fue el caso de Juan Pablo Bulnes. Los partidarios de Díaz y algunos otros federales se opusieron a Bustos en razón de los enfrentamientos internos por el poder (Bustos desplazó al hombre de Santa Catalina en 1820) y varios de ellos se harán partidarios del General José M. Paz cuando este en 1829 se enfrente y derroque a Bustos.  
Iniciado su mandato, en 1821, establece un Reglamento Provisorio de la Provincia para el Régimen de sus Autoridades, una verdadera Constitución, la primera de la provincia y la tercera en el país luego de la de Santa Fe y Tucumán. Este solo hecho que significaba autolimitar sus propias facultades en el poder, demuestra la personalidad de un caudillo con formas políticas diferentes a las de otros políticos de época  y permanentemente preocupado por la institucionalización de su provincia y su país.  
“La primera Constitución de la Provincia de Córdoba fue el Reglamento Provisional aprobado el 30 de enero de 1821 por la Asamblea presidida por Francisco de Bedoya, e integrada por el Vice-Presidente, Doctor José Marcelino Tisera; por José Lascano; José Francisco Gigena; José Vélez; José Felipe Arias; Doctor Francisco Ignacio Bustos; Lorenzo Recalde y Cano Domingo Malde. Actuando como secretario el Licenciado Andrés de Oliva, el entonces Gobernador Intendente Coronel Mayor Juan Bautista Bustos, la mando a publicar en Bando Solemne el 20 de febrero de 1821.
“Muy pocos autores – dice Dardo Pérez Guilhou- se han detenido a valorar este fundamental aporte legal y doctrinario. Es ineludible recordar que el Reglamento de Córdoba de 1921 es un modelo de pieza jurídico-política, que fue redactado por juristas de nota engarzados en la tradición de la Provincia: José Gregorio Baigorrí y José Norberto de Allende (...).” En su texto y en la gestión del Gobernador Bustos “(...) están marcadas las notas de la unidad federativa que calificara Alberdi. Se tradujeron ella en diversas cláusulas del texto sancionado en 1853 en Santa Fe (...)[5].”
La Constitución tuvo muchas ideas predominantes en la época y la podemos considerar de avanzada. En primer lugar debemos destacar que Bustos formaba parte de la generación americanista que como San Martín, Belgrano y el propio Artigas tenían una visión amplia de la Patria, considerando parte de esta, a la mayor parte de los territorios que habían conformado el imperio español en el sur. Establece la carta cordobesa la división de poderes, el derecho de voto para todos los ciudadanos a partir de los 25 años y garantiza los derechos al trabajo, la cultura la industria y el comercio; la libertad de tránsito y la inviolabilidad del domicilio[6]. También se consagran los derechos del hombre en sociedad, a la vida, la libertad, la igualdad ante la ley, a la propiedad y la seguridad. Si bien establece todavía alguna discriminación hacia los nacidos en estas tierras pero provenientes del África, les concede, no obstante el sufragio activo y también establece el deber del estado de proporcionar instrucción a todos los ciudadanos y dar ayuda a los indigentes y desgraciados.

Juan Bautista Alberdi, principal ideólogo de la Constitución de 1853
El Reglamento expone claramente la voluntad de formar parte de una unidad mayor que eran a esa altura las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Bustos intentó por esos años organizar un congreso constituyente en Córdoba que Buenos Aires de la mano del ministro Bernardino Rivadavia boicoteó con la omisión  intencionada de Santa Fe y Entre  Ríos, débiles ante las presiones porteñas. No obstante, Córdoba, a pesar de las disidencias latentes, participará del Congreso de 1824 en Buenos Aires aunque no aprobará la Constitución de 1826 que tampoco aceptaron otras provincias por su carácter excesivamente unitario. Preciso es destacar que a pesar de las diferencias con la presidencia de Rivadavia, el gobernador Bustos no dejó de colaborar en la guerra contra el Brasil para liberar a la Banda Oriental de los brasileros, con hombres, armas y recursos.
Durante los casi diez años que gobernó la provincia, ya que en 1825 es reelecto, mejoró y organizó el servicio de correo, realizó un censo –el anterior lo había realizado el federal José Javier Díaz en 1815-, promovió la educación, creó escuelas y estableció la Junta Protectora de Escuelas, institución autónoma cuya finalidad era la promoción de la enseñanza primaria. Esta funcionó hasta que las necesidades de la guerra obligaron, a los “civilizados” sucesores de Bustos, a liquidarla. Su preocupación por la educación lo llevó a concretar la compra de una imprenta en Buenos Aires en 1823, maquina esta que ya José Javier Díaz en su primer gobierno (1815-1816) había infructuosamente intentado comprar. Puesta en funcionamiento la misma, el 15 de noviembre de 1823 se establece el primer decreto sobre libertad de imprenta. Todo esto favoreció la salida de periódicos, generalmente doctrinarios, algunos oficialistas pero también opositores.
Asimismo se creó la Academia de Jurisprudencia Teórica y Práctica encargada de otorgar a partir de ese momento los títulos profesionales de abogado, actividad que antes monopolizaba el gobernador. Este instituto, también dejó de funcionar en 1830 por problemas presupuestarios.
Como vemos Juan Bautista Bustos tuvo una admirable actividad gubernativa provincial. Sin embargo en ningún momento pecó de un patriotismo de campanario que lo alejara de su idea central que era formar parte de la unidad mayor que eran las Provincias Unidas. Más aun intentará apoyar a San Martín en 1822, que abandonado en el Perú por Chile y Buenos Aires, solicitaba ayuda para continuar la campaña libertadora a través de la misión encomendada al comandante de  caballería Antonio Gutiérrez de la Fuente. Buenos Aires la única provincia en condiciones de aportar económicamente a estos efectos, influida por Rivadavia se negará a proporcionar lo requerido y despachará al enviado sanmartiniano con las manos y las alforjas vacías. Ni Estanislao López ni Bustos estaban en condiciones de armar una expedición sin la ayuda de la provincia que dominaba el puerto y sus recursos.
Como sabemos estas vicisitudes derivaron en el retiro de San Martín luego de Guayaquil, para que Simón Bolívar concluyera la obra liberadora que incluía la formación de una anfictionía americana, para lo que convocó al Congreso de Panamá en 1826 que también fracasó por los egoísmos y la miopía de las oligarquías lugareñas y la sibilina influencia inglesa y norteamericana.
Bustos concluirá su vida política cuando el Gral. Paz con parte del ejército que volvía de la guerra con el Brasil lo derroque por la fuerza y se haga cargo de la gobernación de Córdoba. El primer gobernador constitucional de lA provincia será derrotado militarmente primero en San Roque al ser sorprendido por su enemigo y luego en la Tablada junto a Facundo Quiroga que lo venía a apoyar. Herido de cierta gravedad al intentar escapar de una partida de enemigos, logra igualmente llegar a Santa Fe donde lo acogerá Estanislao López junto a su familia que se le unirá tiempo después. Desafortunadamente las heridas habían sido letales y no podrá sobrevivir, muriendo el 18 de setiembre de 1830. Enterrado con todos los honores de su cargo en el convento de Santo Domingo de aquella ciudad, sus restos recién en este año podrán descansar en la provincia que fuera la causa de todos sus desvelos.

El monumento a Juan Bautista Bustos emplazado a la entrada del Parque Sarmiento fue inaugurado el 20 de mayo de 2010. Gobierno del Cdor. Juan Schiaretti. (Foto Día a Día del 29-05-2010)

Subtitulamos este artículo “gobernador síntesis entre Córdoba, la Nación y América” y hemos intentado brevemente dar las razones de esta imagen. Bustos comprendió a partir de combatir a las montoneras artiguistas la necesidad de autonomía y organización por la que clamaban las provincias y sus pueblos. No se trataba de una cuestión ideológica, necesitaban compartir los ingresos aduaneros del puerto de Buenos Aires, el único de las Provincias Unidas, si tenemos en cuenta que Montevideo con complicidad porteña estaba en manos primero portuguesas y luego brasileras.
Al hacerse cargo de la gobernación de Córdoba, Bustos se abocará inmediatamente a tratar de lograr una constitución para la nación, bajo un régimen republicano y federal e intentará no abandonar el proyecto americanista encarnado por San Martín. Derrotado Artigas en 1820 por los portugueses, paradójicamente parte del proyecto del Protector de los Pueblos Libres  es asumido por el cordobés que antes lo había combatido y luego lo llamó el Washington de Sud América”[7]. Uno de los más comprometidos artiguistas, Juan Pablo Bulnes, será fiel colaborador “bustista” hasta la derrota en 1829. El poder que construirá Bustos a partir del motín de Arequito, se asentará en una confluencia de “partidos” buscando permanentemente una síntesis superadora de las divisiones que hasta ese momento enfrentaban a los rioplatenses.
 

José Gervasio de Artigas, el Protector de los Pueblos Libres, lucho hasta su derrota final por una república independiente
 Asíí como la idea de Artigas tuvo parcial concreción en los intentos del cordobés por organizar federalmente la república, creemos no equivocarnos al especular que el parcial fracaso de Bustos fructificará más de dos décadas después en la Constitución de 1853.
Don Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos y arquitecto de la Organización Nacional en 1853

      




        




[1] Denís CONLES TIZADO, Juan Bautista Bustos, Córdoba, Ed. del Corredor Austral, 2001, pág. 25.
[2] Es en el gobierno del contador  Juan Schiaretti y la gestión en Cultura del arquitecto José Jaime García Vieyra que se inicia un proceso de recuperación de Juan Bautista Bustos para situarlo en el justo sitial que la provincia le adeudaba. 
[3] El historiador Carlos Segreti explica con precisión esta diferencia.
[4] José Javier Díaz, aquel federal, cercano a Artigas que ya había gobernado la provincia en 1815, asume en lugar del renunciante gobernador  directorial pero Bustos terminará desplazándolo. No obstante este alcanzó a proclamar la independencia de la provincia de Córdoba y establecer el voto universal y obligatorio, medida de avanzada para la época y de clara tradición artiguista. 
[5] Jorge Horacio GENTILE, La Primera Constitución de Córdoba. El Reglamento de 1821.Extraído de http://www.profesorgentile.com.ar/tema-77.html
[6] Denís CONLES TIZADO, Juan Bautista …Ob. Cit. pág. 74
[7] Roberto FERRERO. La Saga del artiguismo mediterráne, Córdoba, Alción Editora. Ferrero es del historiador, ex presidente de la Junta Provincial de Historia, que logró explicitar claramente la influencia del artiguismo en la política cordobesa, hecho largamente soslayado. También lo es la gobernación federal de José Javier Díaz aunque no así la de José María Paz, de escasos dos años y surgida claramente de una imposición armada.



ENZO ALBERTO REGALI
 




 



domingo, 15 de mayo de 2011

CARPIO

Manuel Fernando Carpio fue un militante obrero y fundador de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) en los comienzos de la era del peronismo. Falleció el 15 de abril de 1980. Vale la pena recordar su historia y su ejemplo de vida.
Transcribimos un interesante reportaje que le realizara el periódico Izquierda Popular en 1975 y a continuación un artículo del director del blog, Enzo Alberto Regali. La entrevista fue realizada por Julio Fernández Baraibar (actual asesor político del Secretario de Cultura de la Nación Jorge Coscia) y Jorge Raventos (periodista, ex asesor en el ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación durante la presidencia de Carlos Menem, en la actualidada es militante del Peronismo Federal) .


La reciente historia del movimiento obrero en la memoria de uno de sus protagonistas


FERNANDO CARPIO: “TODOS A LA PLAZA DE MAYO, DE NUEVO”

Manuel Fernando Carpio, fundador del Frente de Izquierda Popular, miembro de su Junta Nacional y antiguo militante del socialismo revolucionario, fue entrevistado por Izquierda Popular. Su larga trayectoria como activista y dirigente sindical, fundamentalmente en la Unión Obrera Metalúrgica, en cuya fundación también participó poco tiempo después del golpe militar de junio de 1943, sus recuerdos sobre el nacimiento del sindicalismo moderno y del peronismo, constituyen el material central de esta nota que permite descubrir, entre otras cosas no menos importantes, los profundos lazos que han vinculado a la labor y el pensamiento de los hombres y mujeres de la izquierda nacional y popular, con la experiencia gremial y política de la clase obrera desde los orígenes mismos del movimiento peronista.
El reportaje constituye además un justiciero homenaje a la consecuencia militante de Carpio y Blanquita, su compañera de todos estos años y todas estas luchas.
Su lealtad proletaria, su firmeza indoblegable en mantener en alto las banderas del socialismo en los duros tiempos de cerco y la proscripción oligárquicos, el testimonio de su vida dedicada a la liberación de sus hermanos de clase son un imponderable capital político con que cuenta el Frente de Izquierda Popular. Sus militantes, los que compartimos las esperanzas o las decepciones de antaño y los que sólo participamos de los triunfos actuales, nos sentimos orgullosos de ser sus camaradas, de integrar el movimiento que Carpio y Blanquita han ayudado a construir.


Izquierda Popular: ¿Cuándo y dónde comenzó a trabajar como obrero industrial?
Fernando Carpio: Poco después del 30, entré en la Italo y ahí estuve unos tres o cuatro años más o menos.  Me echaron por hacerle una gauchada, bueno, por “orientar” a un amigo que no tenía ni para comer. Este vivía en Barracas, nunca me voy a olvidar. Era amarillo y escuálido. Era muy dicharachero para la época que vivíamos. Un día me dice: “Mirá, Carpio, cómo ando, che”. “Y, andá y piantale una capa, total…”, le digo. Y me echaron. Después entré en la CATITA. Era uno de los talleres metalúrgicos más grande que había. Se arreglaban los tranvías. En Barracas, ahí creo que laburé un par de años.

IP: ¿Cómo recuerda usted esa época? Era la Década Infame, ¿no es cierto?
FC: Y, hay que ver lo que era Buenos Aires. Nosotros vivíamos en Parque Chacabuco. Había hornos de ladrillos.. Estaba Firpo en el horno de Mazola. Yo lo llegué a conocer.

IP: ¿A qué Firpo?
FC: Al boxeador. Era un peón rudo, grandote. Eso de que daba vuelta la noria es cierto. Yo me acuerdo de haberlo visto ahí. En esa época todos se conocían. La gente era flaca. No había tipos gordos. Andaban remendados. Lo que a mí me asombra ahora es que la gente anda mejor vestida. Vos vas a San Justo y parece Florida. Las chicas arregladitas. Claro, eso fue después del peronismo. Hay que ver la magnitud que tuvo el peronismo para la gente de trabajo. De pibe, por ejemplo, yo me iba a bañar en un arroyo que le decían “La Cuarta”. Después, al ser dirigente de la UOM, yo atendía a los muchachos de la Comisión Interna de Volcán y me invitaron al comedor de la empresa, instalada donde antes estaba aquel arroyo, que era realmente un pozo. El cambio era notable. Nosotros no podemos negar esa etapa que yo creo que de no haber existido todavía andaríamos con la plumita.

IP: ¿Estaba afiliado a algún partido?
FC: Sí. De muchacho yo me afilié al radicalismo, porque mi padre era radical. Estaba en la sexta, en Avenida La Plata e Independencia. Ahí aprendí lo que son los viejos partidos. En el Comité estaba el doctor Salinas y había de encargado un tal Ronzalito que tenía un homicidio encima, y era un tipo que venía la gente humilde con las boletas de empeño y él se las demoraba. En el subcomité de la calle Yapeyú estaban los hermanos Picicelli de encargados, que eran delincuentes comunes indultados. Entonces, los tipos transformaban los viernes el comité en un prostíbulo clandestino. Una cosa impresionante. Estaba Carlos Farsi, que después fue un gorilaco terrible. Tenía dos guardaespaldas que eran unos asesinos tenebrosos. Nanao y Carrascal, les decían. Me llegó a decir a mí: “”Pero, Don Carpio, si los muchachos son primarios, tráigalos” ¡Claro! Querían gente con poca instrucción para convertirlos en delincuentes y hacer negocios.

IP: ¿Negocios?
FC: Sí. Estafas. Cualquier cosa. Eso es lo que me propuso a mí el hermano de Juan Ruggiero, Guillermo, en Avellaneda, cuando le fui a pedir laburo. ¡No! La cosa acá hay que ver lo que era. Después a un tipo le metían en gayola, ellos lo sacabn y siempre lo tenían de “punto”.

IP: ¿Qué hacían en el Comité?
FC: Y, mirá, engrupir a la gente. Había un tal Panno de presidente de parroquia y cuando caía gente nueva lo primero que hacía era sacar presos. Después daban tarjetitas para ir al hospital, un certificado de pobre. Para conseguir leche gratis en el hospital. Había mucha miseria, y ellos eran los parásitos de la miseria.

IP: Carpio, usted en el 43, como obrero metalúrgico, ¿notó el cambio de política del gobierno militar?
FC: ¿Qué te parece? Los sueldos empezaron a aumentar. Los patrones tuvieron que aprender buenos modales, ya no pudieron tratarnos como antes. Yo en 1942 trabajaba en la fábrica de Miguel Miranda, el que después fue ministro de Perón. Era un rico tipo Miranda: se las daba de hombre modesto porque se levantaba temprano y tenía una querida que era obrera. Miranda me pagaba 80 pesos por mes, una miseria. No sé cómo hacía Blanquita para estirar la plata y que nos alcanzara todo el mes. Pero además del sueldo bajo estaba la cosa de la disciplina. Me acuerdo que una vez dos muchachos se enojaron porque un capataz los insultó. Al día siguiente no los dejaron entrar. Yo armé un remolino, fui a encarar el problema, y me mandaron en cana. Si uno reclamaba algo, en esa época, iba a parar a la sombra. En cambio, desde que Perón apareció en el ministerio de Trabajo las cosas cambiaron. Yo fui peón de la Tamet y enseguida miembro de la primera paritaria metalúrgica. Le mojaba la oreja al patrón y después volvía al taller. Eso, en aquel tiempo, era una revolución.

IP: ¿Cómo se vinculó usted a la acción sindical?
FC: Mirá, mi vida siempre estuvo entrelazada con los problemas de la gente. De chico fundé un club de barrio, después organicé y dirigí varias sociedades de fomento, en La Salada, en La Matanza. Siempre me gustaron los entreveros. Una vez vino a verme Alfredo Rosas, un amigo mío, músico. Era hijo de un sastre que me había tenido en su casa, apoliyando sobre una mesa cuando me fui de casa a los 15 años. Yo era representante de la orquesta Los Baqueanos, una típica, y vivía a una cuadra de la casa de Alfredo. Eramos muy amigos. Ninguno de los dos vivía de la música, claro. El era textil y yo metalúrgico. Viene un día y me dice que habían conseguido un convenio fenómeno, que le iba muy bien, que habían ido todos juntos a la calle México al dos mil donde funcionaban varios sindicatos nuevos y también había gente de la metalúrgica. Yo ya por esa época escuchaba los discursos del Coronel, desde la Secretaría de Trabajo, y me gustaban. Decía que los trabajadores tenían derecho a hacer petitorios individuales si estaban disconformes con el sindicato.

IP: ¿Y allí, en la calle México, funcionaban los sindicatos nuevos que impulsaba Perón?
FC: Era gente independiente, luchadora, que había visto que se abría una nueva etapa y que no se sentían representados por las antiguas direcciones sindicales. Yo, cuando fui, me los encontré a los tres Perelman: Angelito, que era metalúrgico; Adolfo, que era textil, y el padre de los dos, que trabajaba en la Tamet. Los tres eran “troskos”, porque los chantapufi esos de Anchorena, que gritan “ni yanquis ni marxistas”, no saben que el peronismo y el movimiento de 1945 no nacieron de la nada. Los fueron haciendo militantes socialistas, sindicalistas y comunistas descontentos con sus organizaciones, y también anarquistas y trotskistas. Los Perelman me hablaron un largo rato y me dijeron que un petitorio aislado no servía, que tenía que hablar con los compañeros y juntar voluntades. Volví una semana después con otros siete. Yo hice prender la nueva idea, lo que decía Perón, y me puse a la cabeza del movimiento, de las peticiones. La primera la escribimos en el sótano de un restaurante de la calle Alcorta con otros tres muchachos. Unos días después me cae a casa el viejo Pochelú, un cana jubilado, amigo de mi viejo, que me había hecho entrar en la Tamet, porque él trabajaba allí, en seguridad. Me viene con la noticia de que el directorio de Tamet me acusaba de comunista, me empieza a llorar la carta. Yo lo hice pasar a la pieza, le mostré y le dije: “Mire, Pochelú, yo no tengo colchón, y la mayoría de los muchachos tampoco. Yo quiero dormir en cama decente y si eso es ser comunista, soy el primero”. Me dio que él iba mandado para arreglar la situación, y me estiró un cheque en blanco, que le rechacé. Claro, los tipos estaban con un julepe bárbaro y, entre paréntesis, yo era medio inocente, era nuevo en esas cosas y ante cada injusticia me subía a un tablón, no sé lo que decía y paraba la fábrica por cualquier cosa. Después, fui aprendiendo a cuidar las fuerzas de los compañeros, a administrarlas mejor. Esa vez perdí; fue la única lucha que perdí. Pochelú me avisó: “cuidesé o lo van a meter en cana”. Dicho y hecho.

IP: Pero, ¿usted siguió en la UOM? ¿Ya había autoridades, estaba fundada?
FC: Primero estaban los Perelman. Después hicimos una comisión medio sui generis, conmigo y Victor Gossi, otro amigo político de Abelardo, que después fue el primer agregado obrero en una embajada, un tipo muy capaz. Pero la UOM recién se organizó en serio con Salvo. Hilario Salvo. En esa primera comisión estuve yo.

IP: ¿Cómo vivió el 17 de Octubre?
FC: Lo habían sacado a Perón, los del sector gorila del Ejército y los viejos partidos, y entonces los patrones empezaron a vengarse. “Vayan a pedirle el sueldo a Perón”, decían. Nosotros nos movimos mucho Había gente que veía a Mercante, otros hablaban con Cipriano Reyes y la gente del frigorífico. Parece que Evita también ayudó. Lo cierto es que el 17 nos largamos a la Plaza con mucha gente atrás. De a ratos a pie, después agarramos varios tranvías y les cambiamos el recorrido. “Todos a Plaza de Mayo”. Algunos pasajeros se asustaban, pero muchos se vinieron con nosotros. Lo demás ya lo sabés: Abelardo lo contó en sus libros, que todos los muchachos de ahora deberían leer.

IP: ¿La conoció a Evita?
FC: ¡Era una mujer formidable! Tenía una polenta, una capacidad de trabajo… Era incansable. Pero alrededor de ella se juntaban muchos vivos y muchos alcahuetes. Todas las mañanas, los funcionarios de una Comisión 17 de Octubre que cada gremio había formado, iban a saludarla, le daban los buenos días y el informe del día anterior. Todos los días eso. Esos mismos tipos, muchos de ellos, por lo menos, metían la mano en la lata con los repartos de la Fundación, la leche, los fideos, esas cosas. Pero Evita no fue importante por la beneficencia, sino por lo que representó como espíritu de lucha y por la participación de las mujeres. Preguntale a Blanquita las que tenían que aguantar las mujeres del pueblo, las trabajadoras, antes del 45. Ni siquiera votaban. El ejemplo de Evita sirvió para que muchas compañeras se lanzaran a la pelea al lado de los varones. Se avanzó mucho en eso, y todavía se va a avanzar más. A muchos les va a dar miedo, porque le tienen miedo al progreso histórico.

IP: ¿Y cómo trataba Evita a esa gente aprovechada de la que usted habla?
FC: Ella los rigoreaba mucho, claro. Pero vos sabés que un gran movimiento político recoge a mucha gente, no solamente a los santos. Especialmente, en el caso del peronismo, porque se armó desde arriba, no había partido que hubiera ido seleccionando a su gente, a sus dirigentes, a los hombres y mujeres de confianza en el sacrificio y desde el llano. Allí hubo muchos oportunistas, y esa es una de las razones por las que cayó el peronismo y por las que es preciso que los trabajadores nos organicemos desde abajo en un partido revolucionario y popular. ¡Allí había cada tipo! Muchos creían que el movimiento se había hecho para enriquecerlos a ellos.

IP: Y Salvo, ¿qué tal tipo era?
FC: Fijate la mente del tipo: contrabandeaba armas con Montevideo y después invertía las ganancias montando amuebladas. ¡Qué manera de estar en la guerra y en el amor, el sujeto!

IP: ¿Y después de Salvo quién vino?
FC: El Turco Balluch Abdala, que ahora está en la seccional Matanza. El venía de un partido de la izquierda gorila, de donde lo habían rajado por cuestiones “de moralidad”, según dijeron. El tipo era enamoradizo, por eso. ¡Mirá vos si esa es razón para expulsar a alguien de un partido! Balluch era tipo de pelea. Ahora está viejo, como yo. Pero eso no es un obstáculo para seguir en la línea.

IP: Después de esos primero años a usted lo expulsaron del sindicato y lo pusieron en la lista negra…
FC: Claro, nosotros organizamos el sindicato, y después del 55 los gorilas intervinieron la UOM y vinieron las sanciones. Yo en el 55, después del golpe, trabajaba en la RCA Víctor. Un día vino un oficial del Ejército a arengarnos. Yo lo interrumpí y le dije que él tenía que hablar en el cuartel, que allí hablábamos los trabajadores. El tipo se fue, y a la media hora volvió con seis milicos. Me llevaron en cana. Entonces apareció Cerruti Costa, este que anduvo con los terroristas hace poco en el diario “El Mundo”. El había sido abogado de los metalúrgicos, y había pedido licencia un mes antes del golpe para prenderse con los gorilas. Así fue ministro de Trabajo. Viene y me dice: “Lo voy a hacer soltar, Carpio. Creamé, yo agarré el Ministerio para evitar cosas como ésta. Habia una lista enorme de gente para amasijar”. ¡Mirá vos qué coraje, el canalla!

IP: ¿Usted lo conoció al “Lobo” Vandor?
FC: Sí. En la época de la resistencia, y después lo traté en las reuniones de las “62”. Fue uno de los dirigentes sindicales más capaces, en el plano de la lucha por el salario, se entiende. Era un tipo muy dinámico, muy vivo. El es el que les enseñó a todos los que están ahora.

IP: Rucci, Vandor y Avelino Fernández salieron de Ballester Molina, ¿verdad?
FC: Salieron muchos dirigentes de esa fábrica. Pero Avelino salió de Volcán. Y sigue laburando allí. La última vez que lo vi me llamó la atención porque me dijo: “Qué bien que están ustedes, eh”, y ahí ví que debían haber algunos delegados con revistas y cosas; pensé cómo había cambiado la cosa; la gente lee.

IP: Los dirigentes de su época estaban muchos más cerca de la base, ¿no?
FC: Bueno, era distinto. No había organización, había menos cultura sindical, digamos. La cosa empezó a cambiar y la gente está más predispuesta… Decí que la burocracia no es capaz de organizar bibliotecas, nada, no les da material a la gente para capacitarse sindicalmente, aunque sea eso. Ahí tenés a los metalúrgicos, por ejemplo. Salen de puro coraje, porque el sindicato no les da formación, pese a lo cual está lleno de muchachos combativos y con mucha claridad. En aquel tiempo ningún oficial agarraba, los dirigentes siempre salían del operario, del peón o cosas así. Como ganaban buenos sueldos, no agarraban. Me acuerdo que en la Vasconia nombraron un italiano, pobre, que no conocía las leyes ni nada.

IP: Pero, ahora que hay más organización, ¿los dirigentes no están mucho más lejos de la gente?
FC: La dirección, claro. Es otra cosa. El gran desarrollo de la industria en el Gran Buenos Aires ha alejado a los obreros. Y la burocracia está mucho más cerrada. Cada año está más, porque se van olvidando de cuando trabajaban en el taller. Para hablar con uno de ellos tenés que estar dando vuelta la calesita. Y si no sos de la cofradía, no te dan ni la hora. Y en este desarrollo está la gran fuerza y la gran debilidad de los burócratas. Porque el día en que empiecen a no cumplir, vos no sabés la que se va a armar. Si yo veo que los muchachos en las fábricas están cada día más alzados. No les perdonan ni una.

IP: ¿Qué consejo daría usted a los sectores más jóvenes de la clase trabajadora que recién se incorporan al sindicalismo y a la política?
FC: Mirá yo soy de la idea de que toda la juventud tiene que entrar en política. Porque la liberación total de la clase obrera sólo se logra con el socialismo. Cada trabajador lleva adentro a un socialista, porque el esfuerzo de la vida cotidiana le va dando el carácter de tal. Padecemos todas las situaciones del país y el sindicalismo no alcanza. Tiene un techo. Hecho el desarrollo de las industrias del país y establecido el capitalismo, digamos, como en los países europeos, va a suceder el mismo fenómeno: que no van a poder, como está sucediendo en Italia, ni conseguir 15 centavos de aumento. Los trabajadores, para seguir con nuestra liberación, tenemos que ir hacia el socialismo, hacia la expropiación de la oligarquía, de los monopolios imperialistas. Y además tenemos que participar en la dirección de las empresas, en la autogestión. Porque con la experiencia que tenemos en la fábrica, y sabiendo que allí está el pan nuestro de cada día, ¿no te parece que sabremos algo del asunto?

(Publicado en Izquierda Popular Nº 53, 26 de agosto de 1975, páginas 2 y 3)





El quinto desde la derecha entre Abelardo Ramos y Jorge Spilimbergo es Manuel Fernando Carpio, saliendo de la casa del gobierno cuando la dictadura de Lanusse se vio obligada a llamar al diálogo político.

CARPIO


…me cimbro como los sauces
cuando el viento los acuna
pero soy como el quebracho
que no dobla  la cintura
Pablo B. Rodríguez


Cuando leo reportajes como el que Izquierda Popular le hizo al entrañable y querido Manuel Fernando Carpio en 1974 no puedo sino autocriticarme por no haber previsto la creación de un archivo oral de los protagonistas de nuestro pasado, especialmente de aquellos que salvo raras excepciones, se expresaban con la palabra. Abelardo Ramos, en uno de sus últimos discursos revalorizó la importancia del testimonio hablado como versión más fidedigna, en muchas ocasiones, que los fríos documentos escritos. Al menos, este tipo de entrevistas no presumen de “objetivas” (pacata aspiración de intelectuales), y refleja subjetiva y afectivamente la época, el contexto, algo que muchos historiadores descuidan cuando utilizan miradas contemporáneas para juzgar el pasado. Por ello, estamos ante un  texto de gran valía que, con excelente criterio, los amigos del Socialismo de la Izquierda Nacional han decidido exhumar.
Resulta emocionante percibir en el relato de Carpio –porque así, a secas, lo llamábamos con respeto reverencial en el partido- aquella voz cascada y atractiva de un militante gremial histórico. Fundador de gremios como la UOM y primer secretario general del Partido Socialista de la Izquierda Nacional fundado el 16 de junio de 1962.   
A pesar de su vida sufrida, de pelea, de compromiso hasta la muerte con las luchas sociales su presencia transmitía un crónico optimismo de cara al futuro de una sociedad justa y socialista. De baja estatura, con una voluminosa humanidad que no resultaba chocante sino cálida, vestido de saco y corbata cuando las ocasiones solemnes del partido lo exigían, muy pocos estudiantes se hubieran atrevido a desafiar con “la ilustración” su enorme experiencia militante. No recuerdo haberlo visto –a diferencia de otros compañeros que proveníamos de la clase media ilustrada- agresivo o pesimista en torno al porvenir. Charlar con él era siempre un placer que resultaba en algún conocimiento inhallable en los libros, como cuando nos contó del “trotskismo” y la “combatividad” de un joven Rucci, a quien criticaba como “burócrata” pero sin embargo respetaba –no se molestaba en interrogarse sobre esta aparente contradicción- como hombre y obreron que estaba al frente de la CGT.
Tal como se ve en el reportaje mencionado, cuando critica a los dirigentes sindicales que se alejan de sus representados, lo hace con modestia y simpleza política, casi con humor (vean lo de Salvo), en forma ajena a esa moralina de clase media “satisfecha” a que nos acostumbran algunos medios y periodistas que se erigen en fiscales de la ética…de los trabajadores, nunca de los empresarios a quienes temen. 
“Era Fernando Carpio, descendiente de guaycurúes santafesinos y auténtico revolucionario” decía Ramos en uno de sus últimos escritos. Juntos participaron en la organización -en una pieza de la calle México “al dos mil”- de la UOM. En esta histórica fundación actuaron también otros miembros de la futura  Izquierda Nacional.  Angel Perelman –autor del libro “Cómo hicimos el 17 de Octubre”-, que será el primer secretario general del nuevo sindicato. Su hermano Adolfo el gerente administrativo y   Carlos Etkin, y Hugo Sylvester asesores legales. Todo esto según los relatos orales, y algún libro, porque la página oficial de la Unión Obrera Metalúrgica, no menciona a ninguno de estos protagonistas.[1]
Su vínculo con “el Colorado” no se interrumpió nunca entre los años ’40 y su muerte que ocurrió el 15 de abril de 1980. Con su compañera y esposa Blanquita que lo acompañó en todas las patriadas, habitualmente caminaba los pasillos de Alsina 2786, que era el local central del FIP en aquellos años ’70, participando activamente de reuniones y actividades.
Su lealtad hacia Ramos –que no se debe confundir con la opinable “fidelidad”- era declarada, pública, respetando los códigos que deben presidir la amistad entre compañeros de militancia. Alguna versión oral comenta que en el IV Congreso del PSIN que se realizó en una isla del Delta, en mayo de 1968, Carpio “solapeó” o “cogoteó” al joven universitario Ernesto Laclau que había tenido alguna dura expresión con Ramos. Este enfrentamiento final, sobrevino porque el grupo “laclausiano”, que integraban también Analía Payró, Ana María Caruso y Blas Alberti entre otros, no habían explicitado las diferencias con Abelardo y Spilimbergo en el debate del congreso y a la hora de votar la nueva Mesa Ejecutiva, optaron por dejar en minoría administrativamente a estos dos. Supe escuchar de labios del propio Carpio la anécdota, orgulloso de su accionar porque consideraba que aquellos estudiantes actuaron imbuidos de "prejuicios pequeño burgueses".
Muchos jóvenes universitarios nos preguntamos por qué en 1973 la fórmula presidencial no la acompañó él, que era un símbolo de la militancia obrera.[2] Se nos dijo que estaba retirado y que se trataba de poner a un obrero en actividad y más joven. Personalmente nunca me convenció la respuesta y hoy 35 años después sigo seducido por aquel símbolo de carne y hueso que era este fundador –uno entre otros- del sindicato más importante en número y en política de la segunda mitad del siglo XX en la Argentina.
Pocos días después del golpe del 24 de marzo de 1976, el FIP resolvió que había que desprenderse de todas las armas (pistolas y revólveres de bajo calibre) que hasta ese momento el partido utilizaba en la custodia del local, contra el que habían atentado es aquellos “días de plomo”. Absolutamente inconscientes del peligro que corrían dos compañeros atravesaron la Capital Federal en auto y con un bolso lleno de armas que casi nadie sabía usar ¡!, rumbo a provincia donde Carpio en algún lugar iba a proceder a enterrar todo. Se le entregó el “presente” en su casa y así lo hizo. Nunca midió el riesgo que esto podía significar en el marco de una dictadura que además de militares y civiles entreguistas del patrimonio nacional, abundaba en asesinos.    
Hoy que tantos historiadores financiados por el CONICET parecen reparar en el valor de los protagonistas anónimos o casi anónimos de la historia, bueno sería que alguien pudiera –con los generosos fondos que allí se administran- escribir  la biografía política de quien sencillamente ayudó a fundar la UOM, participó del 17 de octubre y militó toda su esforzada vida en el PSIN y el FIP, junto a Abelardo Ramos, Spilimbergo y otros compañeros. 
Sean estos recuerdos que lindan entre el sendero de las emociones y la política, un justo –aunque seguramente insuficiente- homenaje al luchador obrero y también a su compañera Blanquita que como millones de mujeres del pueblo construyó junto a su hombre, parte de la historia nacional.





[1] Se conoce que en el libro testimonial sobre las históricas jornadas escrito por Angel Perelman mucho tuvo que ver Jorge Abelardo Ramos. Carlos Etkin había sido en 1938, jovencísimo (alrededor de 19 años), abogado de Natacha Sedova, la esposa de Trotsky, en una denuncia contra la editorial TOR perteneciente a un señor Torrendel por la publicación de un texto apócrifo del revolucionario ruso. Ver HORACIO TARCUS (Director) Diccionario… Ob. Cit. Pág. 204. También Revista “Octubre”, Bs. As.  Año II (2ª Época), Nº 4,  Marzo-Mayo 1947, pág. 18.
[2] El 11 de marzo de 1973 el FIP presentó para la presidencia la fórmula Ramos-José Silvetti, un obrero metalúrgico delegado, militante de bajo perfil.