martes, 16 de octubre de 2012

EL 17 DE OCTUBRE COMO EPÍLOGO



La presente colaboración es del Abog.  Pablo Yurman y agradezco al Prof. Marcelo Gullo habérmelo facilitado.                                                                  

Por Pablo Yurman*   


           No es fácil arrimar al lector alguna novedad con respecto al Día de la Lealtad, fecha fundacional de peronismo, pero que indudablemente entronca con los hitos históricos del Movimiento Nacional. Mucho se ha dicho desde la historia, el sindicalismo, la política, la sociología, entre otras disciplinas. Conocidas son las discusiones sobre si el millón de personas congregadas aquél 17 de octubre de 1945, en Plaza de Mayo y sus adyacencias, concurrió espontáneamente o a las órdenes de una aceitada planificación de líderes sindicales y hasta de la mismísima Evita. Adelanto mi opinión entre quienes ven un poco de ambas cosas. Ningún líder sindical ni Evita hubieran podido juntar mucha gente si alguien no hubiese trabajado sobre la realidad de cientos de miles desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, desde varios años antes.
         Puede señalarse que aquél día, que marcó un antes y un después en la historia argentina, abrió las puertas, en virtud de la magnitud del apoyo popular, a la candidatura de Perón y su triunfo electoral pocos meses después y fue, por lo tanto, prólogo de lo que conocemos como justicialismo.
         Pero acaso pueda entenderse el 17 de octubre no tanto como prólogo de lo que siguió, sino como epílogo de una Argentina que ya nunca más sería la misma.

El querido José María Rosa y el inolvidable Arturo Jauretche en Uruguay 


LA GUERRA Y LA LEALTAD
         
       Quizás no pueda entenderse la fecha evocada, ni el peronismo que fue su consecuencia política, sin comprender los profundos cambios que a todo nivel produjo el impacto en nuestro país de la Segunda Guerra Mundial. Impactos que sobrevendrían a pesar de haber permanecido neutrales hasta casi la finalización de la contienda. Para ello hay que utilizar cierta capacidad de imaginación e intentar visualizar lo que hoy es el Conurbano, pero con la fisonomía que tenían antes de la guerra mundial.
         Esa región era hacia 1939, año en el que comenzó el conflicto entre los aliados y las potencias del Eje por la supremacía mundial, una zona de quintas o de esparcimiento que con sus pequeñas poblaciones semi-rurales distaba mucho de la imagen con perfil industrial y densamente poblada que hoy posee. En el medio, ocurrió la guerra y con ella, el proceso de industrialización del país para sustituir con producción local todo lo que hasta poco tiempo antes importábamos procedente de Europa y, en menor medida, de Estados Unidos. Si bien es dable acotar que ese tibio proceso industrializador había comenzado durante la década del 30, con la guerra se intensificó de modo exponencial.
         De todas formas, el fenómeno en sí no era muy distinto al que ocurrió durante la Primera Guerra Mundial. Con una enorme diferencia: a diferencia de aquél, este no sería desaprovechado, sino profundizado en sus rasgos más salientes vinculados con la creación de un mercado interno. En 1945 ese proceso formaría lo que agudamente Marcelo Gullo denomina nuestra “insubordinación fundante”.
         El país comenzó a manufacturar la gran cantidad de materias primas que antes exportaba, por dos motivos básicos: nuestros antiguos compradores, ahora disputaban una lucha descarnada por su supremacía mundial. Y precisamente por esto último, las fábricas inglesas o norteamericanas, francesas o belgas, que antes suministraban todo tipo de objetos a mercados como el nuestro, desde galletitas hasta vehículos, ahora se habían reconvertido a fabricar armas y municiones.
         Fue así como lentamente, sin estímulo oficial alguno, sin planificación, en un país con una forma mentis para la cual la industria nos era totalmente ajena, donde antes hubo clubes de remo, de fútbol, o quintas y baldíos, comenzaron a aparecer, primero simples talleres artesanales que apenas ocupaban a los parientes del innovador operario que devendría empresario. Pero después, en virtud de la mayor demanda de esos bienes, los talleres se transformaron en fábricas que daban trabajo a cientos de obreros. Ello explica el proceso de migraciones internas que trasladaron a cientos de miles de hombres del interior profundo que a duras penas sobrevivían de alguna changa rural, a los suburbios de Buenos Aires, donde los sueldos eran muy superiores y las condiciones de vida mucho más dignas.
         La generalidad de la Argentina “visible” de entonces, esto es, la dirigencia política tradicional, los sindicatos comunistas y socialistas ya existentes pero que utilizaban categorías de análisis ajenas a nuestra realidad, la prensa y la universidad, no captaron el fenómeno. El único político con la habilidad suficiente no ya para captarlo sino para encauzarlo a través de una revolucionaria legislación laboral, fue Perón.
         Y lo de revolucionaria legislación laboral no sólo pasaba por escuchar, quizás por primera vez, a un delegado de fábrica o de comercio, sino por dar respuestas a sus reclamos.

NI UN SOLO CRISTAL ROTO
         
        Un testigo privilegiado que estuvo en la Plaza aquél día de reivindicación colectiva, José María Rosa, dejó plasmado acaso el más fidedigno relato del ambiente que se vivió en aquella jornada en que la masa dejó de ser amontonamiento humano amorfo y se constituyó en Pueblo, al saberse comunidad de ideales compartidos. Cuenta el historiador citado: “Gente que no se estaba acostumbrado a ver en las calles del centro de las ciudades, los despreciados cabecitas negras… venidos de la campaña para trabajar en fábricas de las orillas ciudadanas, desarropados como andaban los obreros de entonces (descamisados los llamará Américo Ghioldi).’¡Sin galera y sin bastón/los muchachos de Perón!’. Sucios con la grasa y el aceite del Riachuelo, destrozadas las alpargatas por la caminata; pero alegres, muy alegres, al verse juntos y saberse tantos. Los más jóvenes marchaban con saltos, ‘¡Aquí están/éstos son, los muchachos de Perón!’, ‘¿Si esto no es el Pueblo?/¿el pueblo dónde está?’. No iban en orden, zigzagueaban a lo ancho de las avenidas como si tomaran posesión de algo suyo. Silbaron al pasar ante la casa socialista, herméticamente cerrada;… pero nada más; ninguna piedra cayó contra el cortinaje metálico que protegía las vidrieras cerradas. Oí consignas nacionalistas –nuestras consignas- que me desconcertaron, porque no imaginaba que hubieran llegado hasta ellos: ‘¡Patria sí, colonia no!, ¡La Argentina para los argentinos!”. Es cierto: no hubo un solo vidrio roto y no se derramó una sola gota de sangre.
         El relato nos recuerda que las revoluciones populares se han hecho siempre de cara al pueblo, nunca dándole la espalda. Es algo que sube de abajo hacia arriba y no al revés. Por ello, las minorías que se sienten vanguardistas, con independencia del ropaje ideológico del que circunstancialmente se valgan, jamás comprenden al Pueblo y generalmente lo aborrecen.

Perón y Evita en uno de los tantos actos populares





* Abogado, Profesor adjunto de la Cátedra de Historia Constitucional Argentina, Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Rosario.

sábado, 13 de octubre de 2012

nexo suramericano: FEDERICO LORENZ PSICÓLOGO DE LA DESMALVINIZACIÓN Y LA DERROTA CUESTIONA AL COLORADO

nexo suramericano: FEDERICO LORENZ PSICÓLOGO DE LA DESMALVINIZACIÓN Y LA DERROTA CUESTIONA AL COLORADO

FEDERICO LORENZ PSICÓLOGO DE LA DESMALVINIZACIÓN Y LA DERROTA CUESTIONA AL COLORADO






El psicoanalista llegará a decir
que la palabra oculta y el cuerpo habla”
Michel de Certeau


En un artículo del diario Perfil de ayer 12 de octubre el señor Lorenz, un reconocido “malvinólogo”, a quien desde hace tiempo el Ministerio de Educación de la Nación, le ha pagado muchos honorarios para que coordine la comisión de Educación y Memoria, a la cual transformó en la comisión de la “memoria selectiva” ha vuelto a demostrar su voluntad desmalvinizadora. También forma parte el mencionado académico, por mérito propio del CONICET todo lo cual no le impide que sus oscuras reflexiones sobre Malvinas sean un “pastiche” por momentos inentendible aunque no lo suficiente para que quienes puedan leer lo subyacente, entiendan su actitud de desprestigio permanente de la gesta.  No vaya a creer el público lector que todo es penumbra en sus teorías, claramente explica a nuestros niños y jóvenes en texto ministerial, que la recuperación de las Malvinas es la continuación del Proceso de Reorganización Nacional y los muertos, heridos y suicidados forman parte de los desaparecidos de la represión…Claro está como esto es descarnado e imposible de sostener dado el carácter popular de la causa y que los “Kirchner provienen de una de las provincias australes y entonces tiene otra mirada del conflicto” (Lorenz), este autor asume la tierna perspectiva de entender a todo el mundo.
En este artículo no se le puede negar claridad y voluntad para tratar de desprestigiar a Alberto Lettieri, aunque al hacerlo para muchos lo elogia. Demuestra por que Alberto Lettieri está en el Instituto revisionista Manuel Dorrego y Lorenz forma parte de la corte de desmalvinizadores.  
Dice Lorenz: <Jorge Abelardo Ramos, actualmente desempolvado para estigmatizar a investigadores e historiadores de diversas posturas bajo el rótulo genérico de “académicos”, “antipopulares” o “mitristas”.>. Una lamentable simplificación que demuestra de falta de lectura de Federico. Abelardo, el Colorado, resurge porque existe un cambio en América Latina que permitió la llegada al gobierno de movimientos nacionales y populares que resolvieron dar un gran impulso a la Patria Grande. 
Es en este contexto que el presidente Chavez releyó o leyó uno de los libros más importante de Ramos: “Historia de la Nación latinoamericana” y lo exhibe antes las cámaras. Libro que dicho sea de paso se lo había obsequiado un antiguo seguidor de la izquierda nacional en el primer viaje que el comandante realizó a la Argentina, aproximadamente en 2005/6. Quiero decir con esto que el supuesto “uso” del Colorado para estigmatizar a la academia es una falsedad del “empolvado” Lorenz (por sus ideas antiguas). Reafirmo, que lo principal es la concepción de Ramos sobre la nación latinoamericana y es, en este encuentro de la idea con la realidad donde se produce su resurgimiento como lectura de los jóvenes y otros que no lo son tanto.  
Por supuesto que Abelardo realizó una crítica profunda a la “academia” y a los “mitristas” pero lo hizo desde los años 50, en momentos en que el hecho costaba el exilio, la cárcel o más humanamente el silencio del aparato cultural que regía en aquellos tiempos. De la misma manera Ramos en los duros años del Proceso no se exilió, llegó a ir preso y durante todo la dictadura mantuvo su organización, el Frente de Izquierda Popular, enfrentando a los dictadores cuando intentaron ir a la guerra con Chile, denunciando la represión y asesinato de algunos de sus dirigentes, incluso ante la comisión de derechos humanos que visitó el país. Sacó el periódico "Patria Grande" que atacaba la entrega nacional, no almorzó ni cenó con ninguno de los responsables de tanta masacre como sí lo hicieron personas que hoy integran los organismo de derechos humanos o que se llenan la boca hablando de los mismos. Tampoco emigró a los EE. UU. buscando el apoyo de los liberales demócratas y algún premio de prensa como ocurre con el actual "fiscal de la república" Horacio Verbitsky tan de moda. Cierto es que Lorenz tal vez desconoce todo esto por su juventud, aunque su carácter de académico lo debería obligar a leer algo más.
En cuanto al informe Rattenbach, creo que la cita me exime de explicar lo que Ramos sostenía, que no es precisamente un aval a la dictadura, sino la voluntad de seguir luchando, no ya por las armas sino por otros medios por lograr un país soberano en unidad con América Latina. Lorenz en cambio cuando producía material para educación hablaba de todos los genocidios pero nunca lo hizo respecto del perpetrado por Gran Bretaña, Holanda, Francia, EE. UU. o la misma Bélgica. Hizo más culturalmente, por denunciar el horror del colonialismo, Mario Vargas Llosa, un liberal asumido y coherente,  en El sueño del Celta, que el encargado de Educación y Memoria.
Lorenz en realidad se dedica sistemáticamente, no a esclarecer el papel cumplido por el imperialismo británico todavía vigente -aunque sin la fortaleza del siglo XIX y principios del XX- o los negocios que estos mantienen en el país o las formas posibles de presionar a Gran Bretaña para que restituya lo que robó por la fuerza en 1833 y en 1982. Por el contrario se esfuerza en una especie psicoanálisis social para que los jóvenes “desarmen la frase las Malvinas son argentinas”, se “interpelen a sí mismos”, “hagan inteligible las creaciones simbólicas”, en fin es un psicólogo de la derrota y la desmalvinización.
Agrego algunos aspectos sobre el Informe Rattembach que no fue desclasificado ayer, sino cuando se escribió el mismo,  ya que algún sector de la prensa (recuerdo que Clarín era luego de la derrota un desmalvinizador permanente, al igual que La Nación) lo compró.
El Informe es la  investigación confidencial sobre la conducción política y estratégico-militar de las Fuerzas Armadas Argentinas en la Guerra de Malvinas. A fines de 1982 los militares que no pelearon ni compartieron la decisión de recuperar las Malvinas, en derrota y desbande, atemorizados por las presiones internas y externas constituyeron la Comisión de Análisis y Evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico militares en el conflicto del Atlántico Sur. 
La Comisión estaba integrada por el Teniente General (R) Benjamín Rattenbach y el General de División (R) Tomás Armando Sánchez de Bustamante por el Ejército; el Almirante (R) Alberto Pedro Vago y el Vicealmirante (R) Jorge Alberto Boffi, por la Armada; y el Brigadier General (R) Carlos Alberto Rey y el Brigadier Mayor (R) Francisco Cabrera por la Fuerza Aérea. Rattenbach como miembro más antiguo presidió esa Comisión de oficiales de alta jerarquía y elevó el informe que lleva su nombre. El señor Rattenbach, según dicen gozaba de alto prestigio en la FF. AA. aunque de lo investigado deducimos que dicho “prestigio” solo venía de sus “arriesgadas acciones” en el arte de conspirar contra gobiernos constitucionales. Entre otros cargos políticos que detentó, presidió el Estado Mayor Conjunto entre 1955 y 1956 para luego ser uno de los que obligó la renuncia del presidente Arturo Frondizi. Otro tanto cabe al Brigadier Rey, comandante de la Fuerza Aérea durante el gobierno militar durante la Revolución Argentina, y cuya acción más riesgosa fue firmar el pedido de mediación a la reina Isabel II de Gran Bretaña para el caso del Beagle con Chile.
Es interesante destacar la opinión del general golpista Sánchez de Bustamante  sobre la represión: El terrorismo es un hecho de excepción y de gravedad tal que reclama derechos proporcionales. Hay normas y pautas que no son de aplicación en este caso. Por ejemplo, el derecho al “Hábeas corpus”. En este tipo de lucha, el secreto que debe envolver las operaciones especiales, hace que no deba divulgarse a quien se ha capturado y a quien se deba capturar. Debe existir una nube de silencio que rodee todo... Y esto no es compatible con la libertad de prensa”. Por su parte el brigadier Carlos Rey era miembro de la Junta Militar de la Revolución Argentina como el Gral. Alejandro Agustín Lanusse y hoy tiene un proceso relacionado con  la masacre de Trelew. Rattembach fue golpista de 1955, firmante de la proscripción del peronismo y además entre el 20 de diciembre de 1955 y el 17 de octubre de 1956  se desempeñó como Jefe del Estado Mayor de Coordinación y también estuvo -reiteramos- involucrado en el derrocamiento del Dr. Arturo Frondizi.  Ninguno de ellos ha efectuado autocrítica pública de su pasado ¡Vaya con los encargados de juzgar una guerra anticolonial!
Finalmente deseo hacer conocer un texto de Ramos que contiene gran actualidad si deseamos conocer la verdadera historia y no panfletos que falsean la misma: “Al elevar el presente Memorial no me inspira otro interés que no sea el de la patria, hoy tan olvidado. Respecto a los Señores Comandantes procesados, y a los otros responsables anteriores del llamado Proceso de Reorganización Nacional, tampoco me considero ligado en términos políticos o personales.
Jamás almorcé en la Casa de Gobierno con el General Videla o Harguindegui, como tantos escritores y políticos, hoy muy en alza. Tampoco ni yo ni mis amigos gozamos de cargo alguno en el régimen militar. No fuimos embajadores, ni ministros, ni gobernadores, ni intendentes, según era costumbre en la inmensa mayoría de los partidos políticos (hoy “democráticos”) de izquierda a derecha.
Por el contrario, el régimen militar de 1976 – 83 me agravió con varios allanamientos, dos detenciones, cuatro procesos por violar la ley que prohibía la actividad política, algunos centenares de detenciones a miembros del FIP y seis afiliados muertos y desaparecidos. De donde se deduce la total objetividad del presente escrito. No podría estar fundado en otro propósito que no fuera la causa de la Nación, superior a la más amarga divergencia.”
Este texto fue dirigido al Presidente de la Nación Dr. Raúl Alfonsín y a los Comandantes en Jefes de la Fuerzas Armadas en febrero de 1986.  





lunes, 1 de octubre de 2012

CORDOBA NEXO DE HOMBRES Y REGIONES




CÓRDOBA NEXO DE HOMBRES Y REGIONES

He denominado “Córdoba Nexo de hombres y regiones” a esta breve exposición porque entiendo que la palabra nexo sintetiza -según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española- en gran medida el papel político cumplido por nuestra provincia en su historia: unión o vínculo. Se “une” lo que no es exactamente lo mismo o se “vincula” aquello que siendo diferente, diverso o en ocasiones semejante se entrelaza. Con este concepto no establezco una novedad para esta provincia. En todo caso, sí estoy rindiendo un homenaje intelectual a varios historiadores o “politólogos” (de épocas en que esta última denominación no existía o se usaba poco) que descubrieron este papel relacionante de Córdoba. Me refiero entre otros a Monseñor Pablo Cabrera, Raúl Orgaz, J. Francisco V. Silva, Enrique Martínez Paz, Ignacio Garzón, y ya en tiempos más cercanos, don Carlos Segreti, Santiago Monserrat, Alfredo Terzaga, Efraín U. Bischof  o José “Pancho” Aricó. Seguramente soy injusto al no mencionar a otros pensadores pero con las disculpas del caso, intento mostrar cómo estos hombres de las más diferentes filiaciones ideológicas, han llegado -aunque con algunos matices diferenciadores entre sí- a percibir esta originalidad cordobesa de ser nexo de hombres y regiones.

Tapa de la importante obra de Raúl Orgaz

Vale la pena realizar aquí una digresión. Existe un cierto lugar común que considera que las visiones “revisionistas” o “críticas” respecto de las grandiosas obras de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López nacieron en Buenos Aires. No podemos sino con realismo considerar algo lógica esta visión, que muchos autores trasuntan en sus textos, sin embargo todos los nombrados y numerosos intelectuales más, anteriores (aproximadamente 1880) y posteriores, fueron creadores de una mirada “federal” o “provinciana” de la historia del siglo XIX. No olvidemos que el puerto no solo enviaba mercaderías al interior sino también su visión del país que creían había sido construido por ellos casi exclusivamente, lo que no evitará que estos grandes pensadores elaboraran conceptos diferentes.   
El territorio que hoy conforma la provincia de Córdoba fue cuna de antiguos pueblos originarios. Los comechingones (ocuparon aproximadamente las serranías, desde Cruz del Eje y Soto hasta la zona de Río Cuarto, e incluso hacia el este “el importante asiento de Yucat cercano a la actual Villa María que servía de mercado con pueblos litorales), los sanavirones que ocuparon el norte de la provincia (Sobremonte, Río Seco, parte de Ischilín, Totoral y el centro oeste, alrededor del “Mar de Ansenuza”), los diaguitas (marginalmente hacia Traslasierra y Guasapampa) y los pampas o puelches al sur de la provincia hacia el límite con el “desierto”.
Estas comunidades elaboraron su arte, cultura, costumbres y formas de vida, recibiendo a la vez la influencia de las últimas estribaciones del “incanato”. Es de destacar entonces que esta región de Córdoba también conocida como “Provincia de Comechingones” poseía  algunas características geográficas benéficas: su clima, los ríos y arroyos que la surcan, la proximidad con el Paraná, las suaves serranías, variadas tierras aptas para el trabajo. Al mismo tiempo su vínculo con el Tiahuantisuyo y los pasos cordilleranos a Chile atraían a la región desde épocas remotas distintos pueblos con sus propias y originales características. Cierta sujeción política al imperio incaico hace que Monseñor Pablo Cabrera hable incluso de una “gran hibridación del idioma”.  
Algunas particularidades de los comechingones y sanavirones subsistieron -a pesar de la llegada violenta del europeo- como elemento identitario provincial y penetró la idiosincrasia, el habla o las denominaciones de cosas y lugares de aquellos españoles. Con el tiempo, criollos, indios y mestizos fueron conformando un conglomerado étnico al que no le faltó la sufrida contribución de sangre negra de los esclavos traídos de África por los traficantes.
Primera paradoja digna de ser destacada. La sociedad monacal, piadosa y excesivamente pendiente de la pureza de sangre, que llegó a ser la ciudad mediterránea solo logró mantener esta “virtuosidad” a fuerza de secretos e hipocresías que encubrían en no pocas ocasiones, las relaciones prohibidas entre todas “las clases”, incluidas las  denominadas “bajas”.
     Este encuentro hispano-indio que algunos denominan genocidio, otros invasión o enfrentamiento entre  civilizaciones, fue en realidad, algo de todo eso al mismo tiempo. Marcó duramente a quienes habitaban estas tierras pero no dejó indemnes a los recién llegados que a partir de este gran hecho histórico, en su gran mayoría pasaron a ser americanos, aun cuando su cuna estuviera en la lejana Europa.
En suma nuestra  geografía, enmarcada por serranías y llanuras, atravesadas por cinco grandes ríos transversales, que contribuyen a unir territorios, y un antiguo “mar”, o laguna, generador de vida, imbricó la tierra con los hombres con una fuerza que sobrevive hasta hoy y que fue enriquecida en la segunda mitad del siglo XIX por sucesivas oleadas de inmigrantes.
A mediados del siglo XVI se inicia la etapa fundacional de ciudades y villas. La ubicación estratégica del territorio cordobés y su topografía será un colaborador aunque no determinante de un destino que no estaba escrito, sino que esencialmente el hombre y su idiosincrasia ayudaron a forjar. El rol de Córdoba fue vinculante  desde su génesis como producto de la interrelación de geografía, cultura, economía y política.
Recordemos aquella vieja división en corrientes conquistadoras y colonizadoras que nuestros historiadores elaboraron a favor de la pedagogía, aunque sin tergiversar los hechos. Así fue como a mediados del siglo XVI don Francisco de Aguirre fundador de la ciudad de Santiago del Estero (1553), “madre de ciudades”, proveniente de Chile intentaba sin  dejar de buscar oro, favorecer el poblamiento efectivo, la actividad agrícola, la cría de animales domésticos y el trabajo artesanal, al tiempo que llegar al Mar del Norte (océano Atlántico) por mandato de Pedro de Valdivia gobernador de Chile. En esta entrada al territorio nacional, posterior a la famosa de Diego de Rojas, se produce el primer intento de fundación de nuestra ciudad, que unos veinte años después concretará don Jerónimo Luis de Cabrera.
Este último  convencido por la “ideología peruanay altoperuana” -tomando el concepto de Roberto Levillier-  de “abrirle puertas a la tierra”, en la que mucho tuvo que ver el pensamiento del oidor de la Audiencia de Charcas Juan Matienzo, fue enviado desde ese norte hispano-incaico, encabezando la expedición que fundará la estratégica ciudad de Córdoba. El objetivo era llegar a un  puerto sobre el Atlántico y permitir una más rápida y corta ruta a España. El objetivo tardó dos siglos en cumplirse. La ausencia de un pensamiento estratégico de los reyes españoles, los Habsburgos -sostenidos por mezquinos intereses comerciales- impidió y retrasó la creación de una economía más compleja y sustentable.
El intento de Cabrera de darle un puerto a la jurisdicción cordobesa, donde había estado el fuerte de Gaboto -unión del Carcarañá y el Paraná- frustrado por don Juan de Garay que bajaba de Asunción –la primera “madre de ciudades” para ser rigurosos con la historia-, resultó un vano intento por torcer lo que la geografía y la realidad establecían como conveniente. Los puertos serían Santa Fe y a partir de 1580 Buenos Aires. Resultó más, un magnífico sueño de don Jerónimo, que una posibilidad real para las circunstancias de aquel momento. No se define la historia argentina en este acto como establecen algunos autores. Los puertos atlánticos eran una realidad de aquella primera globalización y el dicho de San Luis -así intentó llamarlo el fundador- hubiera sido de todas formas superado prontamente por los arriba mencionados. La decisión de utilizar el anacrónico y costoso sistema de flotas y galeones que adopta Carlos V, promovió el poder del Pacífico en el sur del continente pero dicho sistema estaba condenado a perecer tarde o temprano.
Córdoba en cambio podía ser -todavía hoy lo es- centro y comunicación bioceánica del cono sur, donde la masa de la Amazonia y la Cordillera de los Andes dificultan la unión del Pacífico y el Atlántico excepto en el extremo sur continental donde esta se produce naturalmente.
Digamos a modo de digresión, que el corredor bioceánico que hoy, en pleno siglo XXI, atraviesa nuestra provincia desde Brasil hasta los puertos chilenos del Pacífico cobra diaria  importancia por los nuevos vínculos económicos con los mercados asiáticos. Sin embargo nada es eterno –el discurrir histórico suele ser implacable- o como decía Heine “Las épocas históricas son como las esfinges, se precipitan tan pronto se descifra su enigma”, frase que podemos tomar en sentido negativo o positivo. O nos forzamos con una mirada de estadistas, a impulsar las obras que este corredor entre océanos requiere o el hombre, los países, encontrarán nuevos caminos y formas que mejoren sus necesidades. Reconocer y estudiar el trasfondo histórico de un acontecer actual puede carecer de significado en tanto las líneas estratégicas de la política no adopten las medidas que los tiempos exigen. Si a la insoslayable visión de lo contemporáneo que otorga la gran ciudad de Buenos Aires no incorporamos una visión federal pero suramericana como la descripta estaremos auto condenados a políticas menores encabezadas por economistas sin mayores ambiciones que las de entrecasa.   

América Latina es nuestro destino


Volvamos a la historia. La fuerza que comienza a adquirir  la ciudad de Cabrera a fines del S. XVI no será sin crisis económicas y políticas pero estas no impedirán que la presencia de importantes órdenes religiosas, especialmente jesuitas, franciscanos, mercedarios, dominicos a la vez que sacerdotes seculares, conformen un importante polo cultural “indiano” en el que convivirán no sin debates las visiones de San Agustín, Santo Tomás y luego la modernidad ilustrada imbuida de catolicismo. Esta formación espiritual, que preanuncia la Universidad, unida a una economía interrelacionante, harán de Córdoba un nexo trascendental con el Río de la Plata (Santa Fe, Buenos Aires, Paraguay), Cuyo, Chile y el Alto Perú. No sólo hablamos de población en tránsito sino de un foco cultural/económico americano.
La universidad, el colegio de Montserrat, fundado por los Jesuitas, con el apoyo del “insigne bienhechor” el obispo Fray Hernando de Trejo y Sanabria (justicia hace sobre este tema el reciente libro de Josefina Piana y Federico Sartori: “1610 El Colegio Máximo de la Compañía de Jesús en Córdoba” que a la vez muestra los nocivos efectos de la lucha, claustral o lugareña por el manejo de la historia), así como otros institutos menores, fueron decisivos a la hora de irradiar saberes en todo el antiguo Virreinato y con posterioridad en las Provincias Unidas del Río de La Plata. Es justo recordar que no pocos hombres de los gobiernos revolucionarios, Juan José Castelli, Juan José Paso, el Deán Gregorio Funes, Pedro Ignacio de Castro Barros, José Ignacio Gorriti, Mariano Fragueiro, José Javier Díaz entre otros, así como don Gaspar Rodríguez de Francia futuro Supremo Dictador de la tierra guaraní, fueron ex alumnos del Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat  y pasaron por la aulas o terminaron sus estudios en la universidad.
Existen numerosas y ricas descripciones de la vida indiana en la ciudad colonial. Nos dice Alfredo Terzaga en su Geografía de Córdoba: “(…) todo lo tenía esta Ciudad, nacida en el postrer impulso del Renacimiento conquistador y pronto conquistada, a su vez por las sugestivas y cambiantes formas del Barroco –el modernismo de entonces- que habría de producir, precisamente en Córdoba, el primer poeta de estas tierras Don Luis de Tejeda (…)”[1]. Ricardo Rojas en su Historia de la Literatura lo compara con los grandes poetas del Siglo de Oro, al mismo tiempo claramente identifica como a pesar del deseado tinte español de la ciudad mediterránea esta se transformaba en americana. Concluye Terzaga “(…) Córdoba no se limitó a ser una mera transferencia de la Madre Patria en tierras de nostálgico extrañamiento, ni tampoco una resignación ante la comprobada inexistencia de los Cesares fabulosos, sino que entró a cumplir una vida intensa, batallada y consolidada a cada paso, endeudada fecundamente a las peripecias de su tiempo histórico y sometida al influjo estimulante y plasmador de su propio margo geográfico.”[2]
El logro de la construcción americana de Córdoba se debió al accionar de algunos verdaderos estadistas españoles, seguramente seducidos por el “Nuevo Mundo”. Tal fue el caso en de Rafael de Sobremonte quien en su gobernación intendencia (1784-1797) consolidó el poblamiento territorial en estos lares. Su mirada estratégica lo impulsó al crecimiento poblacional hacia el norte y oeste con fundaciones como San Francisco del Chañar, Río Seco, Candelaria, Tulumba, Quilino, Nono. Proteger en el este de las vías comerciales con el Litoral: el Tío como puesto militar, Villa del Rosario. Finalmente la definitiva fundación de la Villa de la Concepción (Río Cuarto) y la Carlota (así denominada en honor al rey) antiguamente conocida como Punta del Sauce en el sur, ya en la frontera con el indio y el “desierto”. A esta expansión se suma una verdadera transformación urbana de la ciudad capital lo que nos devela la importancia del funcionario político con visiones globales. Hasta por su adversario, el Deán Gregorio Funes tuvo que reconocer los méritos de Sobremonte. Cierta historiografía demasiado portuaria en su concepción, concurrirá sin embargo al desprestigio de quien por su accionar, ya como virrey, durante las invasiones inglesas, cumplió con las medidas que le marcaban las políticas de esa época.
No se crea que todo fue un progreso ordenado en aquel prolífico siglo XVIII. Este  estuvo signado por motines de esclavos, rebeliones universitarias, de los estudiantes del Monserrat, de comuneros de Traslasierra y hasta se hizo sentir en 1780, el impacto de la gran sublevación de Tupac Amaru ya que a estas provincias del Tucumán se les ordenó colaborar con la represión. El viejo imperio mostraba fisuras. El absolutismo borbónico progresista en muchos aspectos se agotaba en un mundo que avanzaba hacia un mayor liberalismo político y social.
Llegada la Revolución de Mayo el hecho que las autoridades cordobesas, el gobernador Victorino Rodríguez, el obispo Rodrigo de Orellana y el popular héroe de la Reconquista de Buenos Aires y ex virrey, Santiago de Liniers, intentaran resistir a la Primera Junta de gobierno, hizo hablar a la historiografía clásica de un centro “reacciónario” en la ciudad. Sin embargo el poco apoyo obtenido por los rebeldes quedó demostrado por la sencilla como incruenta detención de los mismos. La mayoría de los vecinos apoyó la nueva situación política, no siempre con pre claras ideas, hubo de todo, conveniencias, expectativas, oportunismo pero la mayoría decidió no jugar a la oposición militar.
Es importante destacar el enfrentamiento/colaboración que se va a dar entre los revolucionarios cordobeses –que eran encabezados por el Deán Funes- y los de la ciudad capital. Una vez apresados los partidarios del “antiguo régimen virreinal” el secretario de la Junta, Mariano Moreno, hombre que había estudiado en Charcas, junto a quienes lo secundaban en el gobierno como Castelli o el propio Belgrano ordena el fusilamiento de los rebeldes. Ante esta medida Funes y la sociedad cordobesa se oponen demostrando ya una actitud contemporizadora, menos radicalizada y seguramente imbuida de las relaciones interpersonales y hasta familiares que se establecían en toda aldea. No olvidemos además que Liniers gozaba de prestigio político. La historia concluyó como ya conocemos todos pero el hecho insinuaba las distintas políticas en juego para impulsar la revolución. Cornelio Saavedra por su parte, seguramente habría coincidido con Funes, aunque igualmente aceptó el fusilamiento.
Las disidencias no quedarían solo en palabras sino que en numerosas ocasiones se intentarían definir por las armas. Era la tradicional confrontación entre quienes adherían a posturas intelectuales e ideológicas y aquellos más pragmáticos. Entre los que buscaban sostener una centralización del poder en la capital, herencia de la organización hispana y quienes comenzaban a buscar formas participativas. Si bien estas últimas estaban influidas por las ideas ilustradas, la revolución norteamericana y la revolución francesa –el Deán Funes poseyó hasta su muerte los tomos de la “Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, de las artes y de los oficios” traída de España- en realidad el principal sustento ideológico en América fueron las tradiciones autonómicas de las villas y ciudades hispanas y especialmente la escolástica tardía elaborada en la histórica Universidad de Salamanca a principios del siglo XVI, por hombres como Francisco de Vitoria, Melchor Cano (dominicos) y el jesuita Francisco Suarez  entre otros teólogos. El Deán Funes nunca se alejó del tomismo como eje conceptualizador, a pesar de ser un introductor de ideas ilustradas. Sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares que retomaba tradiciones de la de París y la mencionada Salamanca, ayudan a comprender desde las ideas, las posturas políticas de este complejo hombre de su tiempo.
Nuevamente nos encontramos con una Córdoba que vincula/enfrenta las ideas “atlánticas” y las emergentes del interior profundo. A riesgo de cometer una simplificación, resultaba nuestra ciudad “peruana y rioplatense” al mismo tiempo.
Su mediterraneidad la transformó en paso obligado de los ejércitos patriotas que intentaban imponerse al virreinato del Perú, centro de las ideas más absolutistas e hispanistas. Al mismo tiempo la interrelación de intereses económicos, sociales e ideológicos, incitaron a poco del estallido de 1810, a un clima autonómico propio de las ciudades americanas. Se entiende el enfrentamiento de Funes con el “morenismo” y su apoyo a una Junta Grande que aunque con cierta inoperancia resultaba de mayor participación para los pueblos del interior. Había en estos debates diferentes intereses –tal vez no totalmente contrapuestos- económicos, no solo políticos y culturales.
Producido los enfrentamientos entre el federalismo democrático de Artigas y el centralismo de Buenos Aires. El caudillo oriental forma la Liga de Pueblos Libres que lo nombra Protector. Su influencia ingresa en Córdoba favorecida por los excesos centralizadores  de los gobiernos porteños pero también debido a ciertos excesos que protagonizaban los ejércitos patriotas generalmente escasos de los abastecimientos mínimos  para la empresa encarada. El Coronel José Javier Diaz oriundo de Totoral y dueño de la ex estancia jesuítica de Santa Catalina encabezará el federalismo naciente. El Cabildo lo elige gobernador en sustitución de Francisco Ortiz de Ocampo pero en una decisión forzada por las exigencias del Protector. El “artiguismo” mediterráneo poseía una composición social parcialmente diferente a la misma tendencia del Litoral. Había un componente patricio importante que lo expresaba el propio jefe cordobés, así como también los sectores populares generalmente rurales.
La política llevada adelante por Diaz es un verdadero paradigma de los nexos que intentará irradiar Córdoba en la política de las Provincias Unidas. A modo anecdótico podemos referir que así como en la fábrica de armas de Caroya, según parece, se hizo hacer una espada que fue entregada al Protector de los Pueblos Libres, al mismo tiempo se realizaba otra para el oriental jefe del Ejército del Norte José Rondeau[3]. Asimismo  enviaba al Dr. José Antonio Cabrera al congreso de Oriente o de los Pueblos Libres convocado por  Artigas y que según los datos que se conocen declaró la independencia de España y toda otra nación extranjera antes que se hiciera en Tucumán, aunque sin los efectos políticos que logró este último. Esta decisión política que lo acercaba a la Liga de Pueblos Libres, no evitó, que casi al mismo tiempo, Díaz hiciera elegir diputados al Congreso de Tucumán convocado por el Directorio de Buenos Aires. Los congresales serán afines a las ideas federales que ambientaban la docta ciudad.
Una liviandad en el análisis de estos vaivenes podría llevar a pensar en “oportunismo” o “picardía criolla” del gobernador. En política nunca existe una sola razón, pero la postura se correspondía con la bifacialidad cordobesa, el papel moderador, interrelacionante, de nexo, sostenido por formación cultural y los intereses cordobeses que coincidían con una mirada de una nación no solo portuaria. La necesidad de independencia y organización nacional estaba por sobre las intransigencias,  entendibles o no, de los intereses en pugna. A la luz del desarrollo histórico quedó demostrado el acierto de asistir a Tucumán, así como cierta falta de reflejo en un heroico Artigas. 
Cuando se inician las luchas por la organización nacional, acorde con la tradición universitaria, se consolidará un federalismo doctrinario y especialmente, una fuerte decisión política de organizar constitucionalmente la república. Aun dentro de los enfrentamientos políticos, los proyectos fallidos del Brigadier Juan Bautista Bustos primero y luego del General José María Paz o los Reynafé aliados de don Estanislao López, son demostrativos de una cierta coherencia ideológica o hilo conductor que pretendía evitar la dictadura de del puerto y su dominio sobre los recursos aduaneros.
La constitución unitaria de 1826 y la definitiva pérdida de la Banda Oriental por parte de dirigentes –especialmente unitarios del grupo rivadaviano- que no  pudieron, no supieron o no quisieron mantener la unidad existente antes de Mayo y que terminaron aceptando la conveniente propuesta de los británicos de crear un “estado tapón”, ahondará las diferencias  entre Córdoba y Buenos Aires, independientemente de qué gobierno maneje la gran provincia. La indicación de Juan Manuel de Rosas a Estanislao López en el sentido de no permitir el regreso de Bustos a Córdoba en caso de que Paz fuere derrotado es demostrativa  de la concepción del federalismo porteño, expresado en la ocasión por el más hábil político que tuvo Buenos Aires en el siglo XIX. 
Luego de Caseros, nuestra provincia será protagonista central de la unidad nacional. Un hombre un tanto olvidado, Alejo del Carmen Guzmán será la cabeza de la rebelión del 27 de Abril de 1852 que integrará a Córdoba al proyecto constitucional que encaraba Justo J. de Urquiza. Hombre moderado y funcionario de Manuel López, quien a ser precisos tampoco estaba dispuesto a enfrentar al entrerriano, fue un apoyo fundamental del vencedor de Caseros.
Si bien Urquiza adoptará las propuestas constitucionales y políticas del tucumano Juan Bautista Alberdi, al mismo tiempo procede a designar a Mariano Fragueiro como ministro de Hacienda de la Confederación, con lo cual introduce un hombre que sostiene variantes de mayor participación del estado e independencia en la economía que las sostenidas por Alberdi, cuya postura era la de una estrecha vinculación con Europa.
También Fragueiro, muestra su moderación y voluntad de entrelazar los hombres provenientes tanto del partido unitario como del federal. Sus ideas quedarán expresadas en sus escritos Cuestiones Argentinas y Organización del Crédito. Si bien apoyó a Urquiza hasta Cepeda, inicia hacia el final de sus días un tránsito de acercamiento a Bartolomé Mitre – a nuestro entender equivocado-, tal vez impulsado por las eternas disidencias locales con su comprovinciano y presidente Santiago Derqui, pero también porque sus intereses económicos le hacían buscar la seguridad, que otorgaba Buenos Aires y que a la Confederación de Paraná le resultaba imposible de establecer.

Mariano Fragueiro


En el último tercio del siglo XIX esta conflictiva relación de nexo entre el interior profundo y el Litoral permitirá el surgimiento de una generación de dirigentes políticos de Córdoba, entre los que se destaca Miguel Juarez Celman y el tucumano –aunque “acordobesado”- Julio A. Roca, que luego del interregno mitrista, comienzan a resistir la prepotencia de Mitre. Córdoba tiene un papel trascendental en la recuperación del poder nacional por parte del interior provinciano que había sido derrotado o se había “retirado” en Pavón. Ellos encabezarán la revancha impensada de las provincias, los antiguos federales encontrarán refugio en el autonomismo nacional que expresará, ahora con mayor sustento material, la política de fusión de partidos que se había intentado después de Caseros.
El nexo entre Córdoba y la generación del 80 cuyas cabezas políticas fueron Roca y Juarez resulta insoslayable. Este último, será el principal organizador de la Liga de Gobernadores que permitirá el ascenso de Roca a la presidencia de la nación como sucesor de su comprovinciano Avellaneda.
En medio de las disputas políticas que se daban, en un país que todavía definía por las armas, lo que se votaba -aunque imperfectamente- en las urnas, se producirán dos hechos trascendentes. El primero fue la incorporación a la nación de los irredentos territorios del  sur patagónico por la campaña al desierto planificada y concretada por  Roca. El segundo fue la federalización de Buenos Aires para la república ya que hasta el momento el gobierno nacional existía como huésped del provincial. El intento subversivo de Mitre y Carlos Tejedor será enfrentado por el mismo General Roca con el pleno apoyo de las provincias. La batalla no fue incruenta. Natalio Botana sostiene que fue la más sangrienta de las batallas de las guerras civiles. Nadie de los contemporáneos cree que haya habido menos de 1000 muertos aunque muchos acuerdan en sostener entre 2500 y 3000.  
Desde mediados de los 70 Córdoba pasa a ser meridiano político del país, aunque no por la implicancia geográfica y astronómica del término, sino por el papel decisivo que cumple en la concreción de la organización nacional iniciada por Urquiza y la formación de la moderna república Argentina. Esta afirmación no implica que lo haya realizado aisladamente, pero sí que sus hombres lograron entrelazar el Litoral (incluido Buenos Aires), Cuyo y Noroeste tan rico en tradiciones patrióticas con las necesidades de la Nación emergente.
Con esta generación de dirigentes cordobeses y bonaerenses del 80 asoma una mirada geopolítica diferente, cuyo eje principal no será solo el puerto, sino también las provincias interiores, los territorios todavía no poblados por la república y parcialmente al menos Suramérica. La generación del 80 es la primera realmente nacional tanto por su alcance geográfico como por su pensamiento.
Con  ella se inicia una reelaboración de nuestra historia, la que si no siempre llega a confrontar abiertamente con Mitre y Vicente Fidel López, al menos los discute. Córdoba no es extraña a este movimiento intelectual que tendrá su época más brillante en el 900 y su explosión política en la Reforma Universitaria que el uruguayo José Enrique Rodó había intuido. Ese gran pensador que fuera Saúl Taborda es uno de los hombres del 900, cuya mirada adopta una ideología americana sin dejar de elaborar su teoría sobre  la democracia comunal enraizada en nuestras mejores tradiciones. Espiritualmente este grupo será el primero plenamente Latinoamericano luego de la balcanización sufrida por el viejo imperio indiano, efecto colateral no deseado, de la independencia.
 Podríamos agregar que las generación del 900 como las posteriores ya no pertenecían totalmente a las clases dominantes tradicionales sino que en muchos casos los debemos ubicar socialmente dentro de las nuevas clases medias argentinas conformadas por los hijos de inmigrantes, que habían accedido a la universidad o eran autodidactas.
Córdoba en definitiva, me interesa destacar y es lo que he tratado de desarrollar, no debe en este siglo XXI perder el rol de nexo cultural, político, económico, educativo de hombres y regiones y por el contrario debe pensarse desde una mediterraneidad sudamericana. No se trata de contribuir a esto solo espiritual o culturalmente, la tarea más difícil es la de interrelacionar a los grupos económicos privados y/o estatales y en definitiva  a toda la sociedad, cuyo destino será microscópico, si se mantiene en el marco que propone una mirada excesivamente atlántica. Ya no podemos ser un país macrocefálico aunque este concepto no debe implicar un federalismo decimonónico anti porteño sino el crecimiento armónico y sustentable del interior hacia el Pacífico también.




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[1] Alfredo TERZAGA, Geografía de Córdoba, Editorial Assandri, Córdoba, 1963, pág. 95

[2] Ibíd. Pág. 96

[3] Roberto FERRERO, Breve Historia de Córdoba (1528-1995), Alción Editora, Córdoba, 1999, pág. 63.

Córdoba, una mediterraneidad suramericana