domingo, 12 de junio de 2011

MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA

El presente artículo me fue enviado por el amigo y compañero doctor Luis Fanchín. Abogado, especialista en derecho laboral, especialmente docente, es también asesor legal de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) y militante por los derechos humanos.



MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA

Tres palabras que relacionamos en el sentir cotidiano con la búsqueda común en que nos encontramos inmersos y las asociamos a la defensa y promoción de los Derechos Humanos.
Es eso y más aún, es la pretensión de afianzamiento de un nuevo país y una nueva democracia, o mejor dicho, es el reencuentro con el país y la democracia que desde hace un par de centurias estamos gestando y construyendo con la intuición y la obstinación propia de las mayorías que pretenden ser dueñas y hacedoras de su destino. Este es el proyecto vital que reside en el “subsuelo de la Patria, es “el cimiento básico de la nación”, que suele asomar, “como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto”.

Memoria, Verdad, Justicia: vaya consigna!
Clara, concreta, corta, pero resume todo un programa. Cristaliza, en tres palabras, las aspiraciones colectivas. Y en eso reside, precisamente, el valor y vigencia de una consigna.

Pero conviene que nos aclaremos que significa cada uno de estos términos, pues las oligarquías son las dueñas de los diccionarios”, y para ser dueños de la historia debemos apropiarnos de las palabras.
Suele definirse a la memoria como la “potencia del alma, por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado”. Mejor diría que es el poder de enraizarse en el pasado para diseñar el porvenir.

Dícese que la verdad “es un juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.”  Esto implica que para atisbar y predicar una verdad es indispensable percibir con claridad y certeza donde estamos, porque desde el “estar” se define el raciocinio y de ahí han de surgir los conceptos.

Por último, desde hace ya más de dos mil años, no cabe duda que "La justicia es la constante y  perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo."

Pero estos conceptos son, como todo conocimiento, una creación colectiva. Estas palabras son el hilo conductor de nuestra historia reciente.

Al recuperarse la democracia, la CONADEP, el Juicio a las Juntas, la restauración de algunos derechos laborales y sociales, la recuperación del tejido social perforado y carcomido por la dictadura, primavereó el horizonte.
A poco de andar, los nubarrones de la Operación Dignidad, del Punto Final, de la Obediencia Debida, corroyeron la esperanza. Y para remachar la historia, el neoliberalismo se enseñoreó en la década siguiente.
Y de ese parto nacieron la Amnistía, no solo de los condenados, sino también la pretensión del olvido de desmanes inolvidables, la destrucción de la riqueza nacional, la aplicación desmedida del principio tramposo del “desborde”: cuando se harten los ricos comerán los excluidos. Se desbocó la deuda externa y creció hasta la desmesura la deuda interna. Argentina agonizaba: era un país inviable. No faltó alguna funcionaria imperial que llegó a proponer la declaración de quiebra y la administración internacional de esta nación abortada.

Otra ves, repitiendo nuestra historia nos deslizábamos con resignación en la maldición de Moreno: “… nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía.”
La desazón, el individualismo, “el sálvese quien pueda”, se apoderaron de nuestras almas y de nuestras pequeñas historias cotidianas, como un ácido vil y corrosivo. Por aquellos días, para nosotros, ni siquiera quedaba la esperanza.

Pero en medio de esa debacle estaban ellas, ese grupo de mujeres con pañuelos blancos, empoderadas de su tesón y obstinación ferruginosa, levantando banderas imposibles, rejuntando a los dispersos y señalando el futuro.
Estas luchadoras están profundamente imbricadas con la historia de la patria. Reclamaban, nada más y nada menos que “Memoria, Verdad, Justicia” por los crímenes del Terrorismo de Estado. Esos atentados no eran el resultado casual de la locura homicida de un grupo de facciosos sin ley: fueron parte indispensable del proyecto de destrucción que se enseñoreó en la Argentina desde 1955 hasta el fin del siglo, que las fuerzas oscuras de la reacción implementaron para destruir la “Patria Justa, Libre y Soberana”. Ese había sido uno de los intentos más elevados de nuestro pueblo para cabalgar la historia. Su destrucción era indispensable para mantener la propiedad de “los dueños de casi todas las cosas”. Y para destruirlo, toda iniquidad era poca, todo latrocinio indispensable: el castigo debía ser ejemplar, aleccionador, definitivo.

Pero allí estaban ellas: parecían utópicas en su pretensión de lo imposible.
Fueron un peñasco que resistió tozudamente la marea.
Y como es de la esencia de la marea el subir, pero también el bajar, fue desde esa roca que empezamos de nuevo a caminar y lo que era apenas una casi imperceptible vertiente se transformó en torrente.
Y no solo vinieron los Juicios contra el Terrorismo de Estado, sino también la necesaria recuperación de las instituciones, el inicio de la reparación de la deuda interna, la búsqueda de la soberanía nacional y la inserción de la Argentina como una provincia más de la Patria Grande, aquel sueño fundacional e irredento.
La Política, así con mayúscula, dejó de ser una secretaría del Ministerio de Economía o de alguna Embajada, para instalarse en la preocupación del colectivo.
Dentro de ese marco se inscriben la recuperación de Aerolíneas y del Área Material Córdoba, la renegociación de la deuda externa y la prescindencia del FMI, la Asignación Universal y el 6 % del PBI para la educación, la reestatización del régimen jubilatorio, la reducción de la desocupación y del empleo no registrado, la revalorización y el crecimiento de los sindicatos, de los movimientos sociales y de las entidades intermedias, los Convenios Colectivos de Trabajo, las modificaciones a la Ley de Contrato de Trabajo, la Ley de Medios Audiovisuales, el Matrimonio Igualitario, el Plan Patria Grande, que permitió la regularización de más de setecientos mil inmigrantes … y se me agota la memoria, pero no los hechos.
En este avatar se cayeron los símbolos: afuera los retratos de los dictadores de las escuelas militares, se borró el nombre de los torturadores y represores que frenteaban en los institutos policiales, se renombran las escuelas, las plazas y las calles. La otra historia aparece nítida y se adueña de la geografía.

La Memoria, la Verdad y la Justicia se apropian del diccionario, rescatando el pasado y diseñando el porvenir.
Y los jóvenes lo han entendido y recogen la consigna, y están, “mas temprano que tarde” reanudando los lazos, recomponiendo los puentes, despejando los senderos.

Aún nos falta mucho. Pero vamos por más.
Esa es nuestra certeza.
Es también el temor de los dueños de la vieja Argentina.

En esta bisagra de la historia, las Abuelas y las Madres han sido la amalgama indispensable para unir el pasado, el presente y el futuro.

Buscando a sus nietos y a sus hijos, nos reencontraron a todos.

Luis Fanchin

No hay comentarios: