lunes, 27 de enero de 2014



nuevo libro de marcelo gullo sobre quien fuera uno de los amigos intelectuales del Papa Francisco

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Adelantamos el prólogo del autor: 


ADIOS AL MAESTRO

(Escrito la misma noche del paso a la inmortalidad de Alberto Methol Ferré)

Por Marcelo Gullo*



Estaba en Buenos Aires cuando a las 8 de la mañana del día miércoles 11 de  noviembre, mi amigo, Hugo  Manini, me avisó que mi gran maestro, Alberto Methol Ferré, se estaba muriendo en un hospital de Montevideo, que le quedaban apenas días, o tal vez, horas, de vida. No pude contener el llanto y lloré. Lloré, desconsoladamente. Un sentimiento de impotencia y desesperación embargó mi alma al no poder cruzar el Río de la Plata para despedirme de uno de las personas que más he amado en mi vida.
No era difícil amar al maestro pues, él era, en sí mismo, fruto del amor - sus padres lo quisieron y lo amaron siempre - y él, vivió amando. Methol amó siempre, amo a sus padres, amó la vida, amó a sus amigos, amó a sus discípulos, y amó  a Dios, sobre todas las cosas. Methol representa el triunfo del amor, del sacrificio y de la alegría. “Sin sacrificio no hay triunfo” me repetía siempre, con cariño, “pero, - me advertía luego- sin alegría, no hay victoria”.

Alberto Methol Ferré nació en Montevideo el 31 de marzo de 1931. Cariñosamente sus padres lo llamaban “Tucho”, un apodo cariñoso que lo acompañó toda su vida. La historia de Methol fue la historia de un niño tartamudo que, rodeado del amor de sus padres, sin perder jamás la esperanza, viviendo siempre alegremente, pudo superar ese problema y convertirse, ya entrado los años, en el más grande orador de la América Española. “Usted va a hablar Methol” - le dijo en sus mocedades el gerente del puerto de Montevideo -“ pero como los profetas cuando tenga algo muy trascendente que comunicar”. Y, pasados los años, Methol habló. Habló incansablemente, hasta su último aliento. Y habló siempre - alegre y apasionadamente - de sus dos grandes amores: La Iglesia ( a la cual el llamaba siempre la “Santa Madre”) y América Latina. Alguna vez, un amigo lo calificó del “Hegel de los cabecitas negras”, “del Hegel suramericano”, quizás sería más apropiado decir que fue el Sócrates del Río de la Plata, el Sócrates de la América del Sur.

Methol, retomando el camino de José Enrique Rodó, de Manuel Ugarte, de José Vasconcelos, de García Calderón y de Rufino Blanco Fombona –cuando sus palabras ya habían sido olvidadas y sepultadas- nos recordó y nos enseñó que la verdadera Patria era la Patria Grande.

Una, y mil veces, Methol nos recordó el pensamiento de Rodó cuando este afirmaba, que “Patria es, para los hispanoamericanos, la América española. Dentro del sentimiento de patria cabe el sentimiento de adhesión, no menos natural e indestructible, a la provincia, a la comarca; y provincias, regiones y comarcas de aquella patria nuestra, son las naciones en que ella, políticamente, se divide…La unidad política que consagre y encarne esa unidad moral –el sueño de Bolívar- , es aún un sueño cuya realidad no verán las generaciones hoy vivas. ¡Qué importa! Italia, no era sólo la expresión geográfica de Metternich, antes de que la constituyeran en expresión política la espada de Garibaldi y el apostolado de Mazzini.”

Una, y mil veces, Methol nos recordó el pensamiento de Vasconcelos cuando éste afirmaba que  : “ La civilización no se improvisa ni se trunca, ni puede hacerse partir del  papel de una constitución política; se deriva siempre de una larga, de una secular preparación y depuración de elementos que se trasmiten y se combinan desde los comienzos de la Historia. Por eso, resulta tan torpe hacer comenzar nuestro patriotismo con el grito de independencia del Padre Hidalgo, o con la conspiración de Quito; o con las hazañas de Bolívar, pues si no lo arraigamos en Cauhtemoc y en Atahualpa, no tendrá sostén, y al mismo tiempo es necesario remontarlo a su fuente hispánica y educarlo en las enseñanzas que debemos derivar de las derrotas, que son también nuestras, de las derrotas de la Invencible y Trafalgar.”

Una, y mil veces, Methol nos recordó el pensamiento de Blanco Fombona cuando este afirmaba: “Los yanquis son para nosotros peores que nadie por su cercanía: son el lobo en el aprisco.”

Una, y mil veces, Methol nos recordó el pensamiento de Ugarte, cuando este afirmaba: “A todos estos países no los separa ningún antagonismo fundamental: Nuestro territorio fraccionado presenta, a pesar de todo, más unidad que muchas naciones de Europa. Entre las dos repúblicas más opuestas de la América española hay menos diferencias y menos hostilidad que entre dos provincias de España o dos estados de Austria. Nuestras divisiones son puramente políticas y, por lo tanto, convencionales. Los antagonismos, si los hay, datan, apenas, de algunos años y más que entre pueblos, son entre los gobiernos. De modo que no habría obstáculo serio para la fraternidad y la coordinación de países que marchan por el mismo camino y hacia el mismo ideal. Sólo los Estados Unidos del Sur pueden contrabalancear, en fuerza, los del Norte”.

A las izquierdas, nunca le gustó que Methol fuese un hijo intelectual de Rodó y Vasconcelos, y a las derechas, nunca les gustó que fuese el hermano intelectual de Abelardo Ramos. Claro, Methol iba más allá de las derechas y de las izquierdas, porque Methol era “pochista”,  porque Methol era también un hijo intelectual de Perón, al que Methol, en su estilo tan coloquial, cargado de cariño y admiración, gustaba llamar “el Pocho”. “¿Que clase de pochistas son ustedes- gritaba Methol con esa voz de trueno que tenía cuando se enojaba, interpelando al pejotismo-, que se han olvidado lo fundamental del pensamiento del Pocho?”. “Lo fundamental del peronismo –repetía  una y mil veces Methol-, es que constituye una filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista por eso  no es, de ninguna manera,  compatible con el progresismo que instaura la relatividad de los valores, destruye la familia y confunde caprichos con derechos”.

Todavía recuerdo el fuego de sus ojos y su voz de trueno cuando denunciaba el abandono, por parte de la mayoría de la dirigencia peronista, de los valores cristianos del justicialismo y del pensamiento estratégico de Perón. Methol estaba entrañablemente unido al peronismo. Había nacido a la militancia política siendo uno más en las grandes manifestaciones que el viejo caudillo oriental, Herrera, convocaba para oponerse a la instalación de las bases militares norteamericanas en el Uruguay. Bases que estaban destinadas a intimidar a la Argentina peronista. Conviene recordar que durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos trató de convencer al Brasil de que bombardeara Buenos Aires. Aviones norteamericanos, piloteados por norteamericanos, pero pintados con los colores del Brasil, bombardearían la capital Argentina, a cambio, el Brasil recibiría la Mesopotamia. Felizmente, el destino de Brasil estaba conducido por el gaucho Getulio Vargas quien se negó, rotundamente, a que el Brasil se prestara a aquella  terrible infamia. Fue por aquellos días en que Methol conoció el pensamiento de Perón y en que comprendió, por siempre, que la unidad de la América Latina requería como condición previa la unidad de la América del Sur y que la condición sine qua non de la unidad de la América del Sur, era la unidad argentino brasileña. Fue entonces que fundó la primera revista “Nexo” porque el Uruguay que había sido “Banda Oriental” o provincia “Cisplatina”,  “debía ser” el nexo de  la unidad entre Argentina y Brasil.

Duró poco tiempo aquella primera revista “Nexo”, en la cual, junto a Methol, estaba ese gran patriota e historiador iberoamericano que fuera Washington Reyes Abadie. Fueron ellos, grandes e inseparables amigos. Data también, de aquellos tiempos, la entrañable amistad de Methol con Ramos. Grande fue el asombro del marxista Ramos cuando luego de la publicación de su primer libro “América Latina, un país” recibiera una carta del católico Methol felicitándolo por la publicación del libro. Se conocieron entonces, y fueron amigos inseparables, hasta el final de la vida de Ramos.

Importa destacar también, que fue en 1955 a raíz del derrocamiento de Perón por a revolución fusiladora que don Arturo Jauretche se exilia en Montevideo y que, el joven Methol, siempre ávido por aprender, acudió al encuentro del maestro. Don Arturo lo adoptó como a un hijo. Eran años en que la historia corría de prisa. Vendría luego la Revolución cubana y su enorme influjo sobre la juventud latinoamericana. Methol escribía, por entonces, en la revista   “Vísperas”, y sintió la necesidad de evitar el “holocausto”. Alzó su voz, entonces, para advertir que la juventud estaba siendo conducida a un “sacrificio inútil”, dado que, en América del Sur, los movimientos guerrilleros jamás podrían derrotar a los ejércitos regulares. Que la política de la muerte conducía a la muerte de toda política. Salvó la vida de cuanto muchachos pudo. Entre ellas la de su querido sobrino. Una orgía de violencia y de terror, ensangrentó, entonces, la América Latina toda. Methol trabajaba en el puerto de Montevideo y al producirse la interrupción del orden constitucional en Uruguay, no dudó un minuto en denunciar al golpe cisplatino y cipayo. Expulsado del puerto y sin trabajo, la Providencia lo condujo al CELAM. Fueron los años más felices de su vida. Recorrió una y otra vez, la América Latina toda. Se enfrentó intelectualmente a Gutiérrez y a su “Teología de la Liberación”. Derrotó a ambos. Años más tarde, sin embargo, no le temblaría el pulso a Methol para denunciar, que la derrota de la “Teología de la Liberación”, había servido, lamentablemente, para que los sectores más retrógrados del catolicismo se olvidaran de los pobres. Methol, durante  los años en que trabajo en el CELAM, desarrolló un gran pensamiento teológico. Pocos saben que fue Methol, el autor intelectual de la parte sustancial del  determinante y trascendente “Documento de Puebla”. A él, tampoco le gustaba decirlo. Pero hay que decirlo, porque la Iglesia está en deuda con Methol. Si las Universidades Católicas no fueron capaces, en vida de Methol, de otorgarle el doctorado honoris causa, que por la potencia intelectual que aportó a la “Santa Madre”, merecía largamente, sería un acto de justicia que lo haga ahora, hoy, post morten. Ojalá así sea, aunque lo dudamos mucho, pues la mayoría de esas universidades están infectadas del virus liberal y desconocen la obra del más grande pensador católico latinoamericano del siglo XX.

Methol, el “Cid Campeador de la América del Sur”, fue una especie de gladiador intelectual que en cada batalla se jugaba la vida. Era asombroso su desprecio por lo que algunos llaman la “prudencia intelectual” - consistente en medir las palabras para no ofender al César de turno - Methol, amaba más la verdad, que la prudencia. Su vida fue una lucha por la reconquista de la unidad de la América Latina. En los últimos años, le “dolía” la Argentina. Él, que gustaba presentarse como un “argentino oriental” repetía constantemente, con gran congoja, “la Argentina está dormida, atontada y todos la necesitamos porque sin Argentina no hay integración sino hegemonía brasileña”.

Hace exactamente un año, estábamos en el jardín de mi casa y ahora, retrospectivamente, me doy cuenta que nos estaba dictando su testamento político, que nos estaba indicando las nuevas batallas que deberíamos afrontar. El objetivo estratégico era el mismo de siempre: la construcción del Estado Continente Suramericano, para que podamos incorporarnos, por fin, a la historia, como protagonistas y no como sirvientes pero, la batalla táctica pasaba por derrotar a los “neobandeirantes que sueñan con la hegemonía brasileña sobre la América del Sur” y  al “porteñaje neorivadaviano” que propone ahora la alianza con el Brasil, pero una alianza de espaldas a nuestros hermanos hispanoamericanos. Lo veo caminando por el jardín, repitiéndome, una y otra vez, “El porteñaje no quiere ser aliado del Brasil, tiene vocación de sirvienta, quiere ser súcubo del Brasil para dominar hacia adentro, no le importa la suerte de Salta, de Formosa, del Chaco o de Jujuy como no le importa la suerte de Bolivia, el Paraguay o el Uruguay, así todos seremos una semicolonia del Brasil”.

Le alcanzaba también el tiempo para ayudarla a mi hija, María Inés, a hacer la tarea escolar, y para brindarle su afecto a mis hijos Juan Carlos y Antonio. Claro porque Methol amaba y brindaba su amor a los que lo rodeaban. Volvía luego a describir cruelmente la realidad de una Argentina que, luego de la muerte de Perón, había perdido - según Methol - su espíritu de grandeza, pero su discurso no tenía dejo alguno de desesperanza. Estaba seguro que nada de lo que decía era en vano. Estaba seguro de que algún día, miles de latinoamericanos, harían realidad el sueño de San Martín, de Bolívar, de Artigas, de Rodó, de Ugarte y de Perón. Un “sueño” que era, también, el suyo. Estaba seguro que al final del camino, Dios lo esperaba. Hoy, su alma ya está con Dios. Nosotros, que fuimos sus amigos, compañeros y discípulos trabajaremos con alegría para entregarle el único regalo que él, desde el cielo, espera de nosotros: la unidad de la América del Sur, la reconstrucción de la Patria Grande. Si así no lo hiciésemos, que Dios, la Patria y el querido “Tucho”, desde el cielo, nos lo demanden.
**Marcelo Gullo  en 1981, comenzó su militancia política contra la dictadura militar que, desde 1976 había usurpado el poder. Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador, Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario, Graduado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid, Magister en Relaciones Internacionales, especialización en Historia y Política Internacional, por el Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales, de la Universidad de Ginebra. Discípulo del politólogo brasileño Helio Jaguaribe y del sociólogo y teólogo uruguayo Alberto Methol Ferré, ha publicado numerosos artículos y libros, entre ellos Argentina Brasil: La gran oportunidad (prólogo de Helio Jaguaribe y epílogo de Alberto Methol Ferré) y La Insubordinación Fundante: Breve historia de la construcción del poder de las naciones (prólogo de Helio Jaguaribe). Este libro fue traducido al italiano y publicado en el 2010, en Firenze por la editorial Vallecchi, con el título: “La costruzione del Potere”. Asesor en materia de Relaciones Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC) . Profesor de la  Maestría en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra y de  Universidad Nacional de Lanús. Prosecretario del Instituto de Revisionismo Histórico Nacional e Iberoamericano Manuel Dorrego




jueves, 2 de enero de 2014

AMÉRICA LATINA INDEPENDENCIA Y REVOLUCIÓN


AMÉRICA LATINA INDEPENDENCIA Y REVOLUCIÓN




Por Lic. Enzo Alberto Regali
Miembro de número del Instituto Nacional de Revisionismo histórico         Argentino e Iberoamericano "Manuel Dorrego"









...el pensamiento empieza a ser de América…
…Crear es la palabra de pase de esta generación.
José Martí

La tarea ineludible,aunque no la única, que tenemos en Iberoamérica es recuperar la historia conjunta que fue nuestra génesis dado que, parafraseando a Abelardo Ramos, “fracasamos en ser latinoamericanos”.

LA BELLEZA SUBLIME DEL MESTIZAJE AMERICANO


En Argentina, igual que en otros países de Suramérica y del resto de América Latina, la mirada que se da a la historia es “nacionalista” es decir: argentina, brasilera, peruana, ecuatoriana, guatemalteca… A pesar de la existencia del MERCOSUR, el UNASUR, la CELAC, la COMUNIDAD ANDINA, no hay todavía en los distintos países una mirada  latinoamericana. Esta regla, se vuelve excepción con algunos historiadores profesionales especializados en historia de América Latina, pero los gobiernos en general y especialmente los ministerios de educación no pasan de declaraciones retóricas y rimbombantes aunque en muchos casos sin demasiado contenido.
En la región que podemos llamar el Río de la Plata o el cono sur: Uruguay, Paraguay, Brasil, Argentina (que es a la que voy a referirme para acotar el tema) se han producido avances generales desparejos según el país, pero sin acceder a abordajes americanos. Incluso existe un generalizado desconocimiento entre sí y actitudes peyorativas que generalmente suelen expresarse en espectáculos públicos. El imperativo categórico de unirnos para salir adelante o por lo menos integrarnos, promovido por las facilidades del turismo regional nos ha llevado a los argentinos, a conocer algo más de Chile, Bolivia, Venezuela, especialmente gracias a la mediática y popular figura del fallecido presidente Hugo Chávez y su “Bolivarianismo”.
No obstante desde la historia tanto científica como de difusión y en las escuelas primarias, secundarias y universidades no hay un esfuerzo para que nuestras historias nacionales, creadas bajo el contexto de la formación de los distintos países del continente luego de la separación de España y Portugal -en el caso de Brasil-, se estudien como un todo. 

NUESTRA AMËRICA

 
Esto implica en los hechos –en ocasiones deliberadamente aunque no siempre- una visión falsa de nuestros orígenes. No es posible comprender acabadamente nuestros padecimientos posteriores a las independencias si no asumimos que somos países de una nación inconclusa. Nos  incorporamos a la globalización de fines del siglo XV con especificidades  pero como totalidad y nos separamos de la península ibérica también integralmente, casi al mismo tiempo. La excepción brasilera, es relativa, porque lo hizo en 1822/23 cuando todavía Hispano América luchaba contra el absolutismo español.
América conformó con España como centro y Portugal en Brasil, el primer gran imperio universal. Incluso es preciso destacar que entre 1580 y 1640 ambos países “fueron dos” pero en “una sola corona”, la de Felipe II inicialmente.
La hoy denominada América Latina, es hija de la “balcanización”[1], de la fragmentación, que sufrió el imperio hispanico luego de las revoluciones de 1810, la guerra de la independencia y las contiendas civiles posteriores a la misma.
Brasil, proclamada la independencia en 1822 una década después, con más el hecho de haber pertenecido a Portugal y ser sede física, de dicha monarquía en tiempos de la Europa napoleónica, tuvo una política conflictiva con sus vecinos. Se trata de un hecho singularmente contradictorio, al tiempo que  confrontaba, en ocasiones se aliaba y carecía de una identidad nacional clara. En esto, no se diferenciaban los lusos brasileros del resto, aunque los hispanos parlantes siempre tuvieron mayores factores de unidad ligado el idioma común y la pertenencia al mismo imperio durante más de 300 años. La dependencia de Portugal, adversaria/aliada de España pero muy ligada a Gran Bretaña, a la sazón enemiga del león español, llevó a que la voluntad de unificación se pretendiera realizar mediante la fuerza militar. Esta  política, más temprano que tarde, fracasó, al menos en sus designios más atrevidos.
Para analizar las razones que llevaron al movimiento independentista, que sobreviene en América española a partir del siglo XVIII, es necesario analizar la conformación que España dio a estos territorios. Allí radica, parte de las fortalezas y debilidades del continente.
Durante el reinado de los Habsburgos, América, reiteramos, formará parte del primer gran imperio universal en la cabeza de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico. Fue aquella una construcción, no medieval, como sostienen algunos, sino de transición entre las nacionalidades que se desarrollarían sobre los finales del siglo XVII y aquellos autónomos reinos medievales. Era un imperio multinacional, característico del siglo XVI. Pretender otra organización si tenemos en cuenta la historia de los Habsburgos, y la de la propia España con los Reyes Católicos, sería casi un anacronismo. Especulaciones aparte, en última instancia los hechos fueron los narrados.
Carlos, apenas un joven de 16 años, encontrará una España relativamente unificada conseguida por sus abuelos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. El cimiento de dicha unidad fue la expulsión total de los moros con la toma de Granada –la espada- y la religión católica. Esto que pareció una fortaleza ideológica a los reyes, llevó a la expulsión de judíos y moros con el consiguiente atraso económico del país, puesto que estas comunidades pertenecían a las clases más activas: la de los comerciantes, financistas, agricultores, manufactureros y artesanos. Contra lo que pensaron Isabel y Fernando una mayoría optó por emigrar antes que convertirse, que fue la opción que se les dio.
El padre del joven rey era Felipe “el hermoso” nieto de emperador Maximiliano I de Austria, quien transmitió a su hijo una formación austríaca. Su madre, Juana de Castilla, apodada en razón de intereses políticos, “la Loca” fue apartada del poder, con la complicidad de Fernando de Aragón, su propio padre.
Los asesores extranjeros de Carlos, su inexperiencia y el clima de época en Europa continental, lo llevaron a guerrear por un imperio destinado a perecer, para dar paso a las unidades nacionales, en poco tiempo más. Del hecho supieron aprovecharse algunas potencias occidentales como Francia, Gran Bretaña y Holanda que ya se construían como “naciones”.
Sin embargo, el acceso a la corona imperial de Carlos I hubiera quedado en deseos y las guerras en ilusiones, de no ser por el hecho que transformó política, la economía, y la cultura del mundo occidental: el “descubrimiento” de América por Cristóbal Colón al servicio de Castilla. “Descubrimiento” que también podemos considerar inversamente: el descubrimiento de Europa, por los aborígenes que habitaban el continente.
Con América -ya que así pasará a la historia la terra nova- casi como una “sorpresa”, llegará el oro y la plata que los españoles robarán a las grandes civilizaciones indígenas, entre las que figuran como más conocidas, incas, aztecas y mayas, pero que no fueron las únicas.
El oro y la plata impactarán en la economía de España favoreciendo la vida a partir de una renta parasitaria. Esto paradójicamente colaborará en el desarrollo de otras potencias europeas –enemigas de España- que manejaban las finanzas, el comercio y las manufacturas. Servirá el metálico americano a Carlos I, entre otras cosas, para comprar a los príncipes electores del Sacro Imperio y concretar su sueño imperial, trascendente voluntad del componente ideológico de los Habsburgos. A la sazón América financiará las guerras religiosas del emperador, tan estériles como deficitarias.
España construirá en América una organización política similar a la heredada de la guerra de Reconquista contra los árabes y de las libertades medievales generadas por esta misma razón. Carlos, en su política centralista solo lograría suprimir sangrientamente, aunque en forma parcial dichas libertades ganadas por el “pueblo” español.
Los Reyes Católicos manejarían institucionalmente las Indias, a través del Consejo de Castilla un organismo asesor del rey con mucho ascendiente político sobre la corte.


ISABEL LA CATÓLICA IMPULSÓ LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN


Prontamente, dada la necesidad de un efectivo control económico de los nuevos territorios, se creará la Casa de Contratación de Sevilla (1503) que llegará a detentar un poder absoluto aunque burocrático, de todas las actividades económicas que se desarrollarán en Indias.
Con el tiempo, en 1511, la cantidad de asuntos que demandaban atención en semejante extensión de territorios, obligará a la corona a crear dentro del Consejo de Castilla, uno denominado Consejo de Indias.  
Esta organización se mantendrá con pocas modificaciones durante dos siglos aproximadamente, coincidente con el reinado de los Habsburgos. Dicha institucionalidad se modificará con el advenimiento de la familia de los Borbones en el siglo XVIII.
 Se trataba de un “sistema solar” cuya fuerza centrípeta, “el sol”, era España que lograba, no sin dificultad mantener la unidad. No obstante tanto en la península como en el nuevo continente los brotes autonomistas resurgían cada tanto, algo común en unidades políticas multinacionales. Las distancias y las dificultades del transporte y las comunicaciones permitían de hecho que las gobernaciones o reinos y los dos virreinatos creados (Nueva España en lo que hoy es México y Centro América, y Perú básicamente en lo que hoy es Suramérica con excepción de Brasil), un marco de autonomía parcial de hecho, “similar a la de los planetas que tiene órbita propia aunque regulada”, si mantenemos el ejemplo tomado arbitrariamente. Es preciso recordar la rebelión pizarrista de 1540 o la del hijo de Cortés, Martín, en México en 1566, intentos conspirativos contra la corona.
El mejor reflejo de dicha liberalidad de manejo, es que buena parte de las leyes de Indias no se cumplían y los funcionarios reales decían livianamente: “Se acata pero no se cumple” o “cumplir pero no obedecer”. El sistema de los Habsburgos era horizontal a pesar de ellos mismos. Esta particularidad será elemento constitutivo de posteriores autonomías cuando sobrevenga la independencia, conocidas como federalismo.
América formaba parte del Imperio, pero la organización política era no solo discriminatoria, solo españoles peninsulares podían ser nombrados funcionarios reales, sino burocrática, llena de papeles y con disposiciones creadas por hombres que nunca conocerían las tierras objeto de sus leyes. En los doscientos años que perduró el Consejo de Indias solo 7 de los consejeros habían integrado una audiencia americana antes de ocupar dicho cargo.

CARLOS V


Esto dio al imperio y a los virreinatos, gobernaciones, capitanías generales o reinos americanos un grado de unidad a la vez que de independencia entre sí. Una alta centralización-descentralizada, aunque parezca un contrasentido. Sin embargo esta superposición institucional, de funcionarios políticos y eclesiásticos que se controlaban y enfrentaban o aliaban entre sí permitiría dos siglos de inestable calma, basada en dicha autonomía de hecho entre otras razones.
Debemos destacar que serán también los reyes de España quienes manejen la política de la Iglesia a través del Real Patronato, que les permitía no solo designar a las jerarquías sino también evitar que pasen a América, las Bulas papales que no convenían o ellos creían que no convenían, a su autoridad real.
Otra organización importante fue la administración de justicia por parte de las Reales Audiencias. Estas, constituidas por su presidente y los jueces u oidores, tenían en numerosas ocasiones mayor poder que los virreyes o gobernadores. De hecho los controlaban en el cumplimiento de la norma. Menciono las audiencias porque serán los institutos que tal vez no por casualidad, darán origen, aproximadamente, a los países que hoy existen en América del Sur.
En 1700 cambia la casa real en la península y llegan al poder los Borbones de origen francés, imbuidos del despotismo ilustrado y la unidad nacional que Francia había logrado principalmente con Luis XIV. La alianza “familiar” entre España y el absolutismo francés, hizo que otro posible heredero al trono (Carlos II de Habsburgo no tuvo herederos directos) el archiduque Carlos de Austria, se lanzara con el apoyo interesado de austriacos,aragoneses, británicos y holandeses a una guerra de sucesión por la corona española. Fue derrotado pero España en virtud de los tratados de paz que se firmaron, el de Utrecht en 1713 y el de Rastatt luego en 1714, perdió su predominio en el concierto europeo para no recuperarlo más. 
Los nuevos reyes van a comenzar un cambio en la estructura organizativo/política de América. Esquematizando, diríamos que las transformaciones incluían una política de libertad comercial interna, impulso de la educación, y mayor centralización política (despotismo). Es así que se crearan dos nuevos virreinatos: el de Nueva Granada y el del Río de la Plata (este en la última parte del siglo XVIII). Dentro de los mismos surgirán las gobernaciones intendencias. Al mismo tiempo habrá un cambio fundamental en la consideración jurídica de estos territorios. Serán tomados no ya como integrantes del imperio sino como colonias que debían sostener a la metrópoli.
El impacto fue importante. Los Borbones otorgaban algunas libertades, favorecían la educación pero al mismo tiempo quitaban todo tipo de participación política a los criollos (españoles blancos nacidos en América). Los “efectos no deseados” ni previstos de la nueva política, contribuiría a generar gran inestabilidad, sublevaciones y conspiraciones a lo largo del siglo del siglo XVIII.
También la ilustración que admiraban, especialmente Fernando VI y Carlos III los hijos de Felipe V (el primer Borbón de España), iba a promover la llegada a América, legal o ilegalmente de libros con nuevas ideas que comenzaban a expandirse por Europa. Gran Bretaña será la iniciadora a partir de John Locke entre otros, pero Francia acaparará la promoción intelectual de los nuevos tiempos.
Los cambios impactan en la sociedad americana. Si bien desde los Reyes Católicos estaba casi prohibido el paso a Indias de quienes no fueran castellanos (aunque esto dependió mucho de la conveniencia política de Fernando e Isabel mientras esta vivió)  y mucho menos de los lusitanos, en la práctica, sobre todo mientras Portugal y España fueron dos países regidos por una corona (1580-1640), Buenos Aires por ejemplo estaba poblaba por portugueses cuyos apellidos mutaron, para protección personal, de la misma manera que sucedió en la Península y en toda América con judíos o moros. 
En suma, es de destacar que tan pocos controles habían existido durante el gobierno los Habsburgos, que en 1573 cuando Juan de Garay funda Santa Fe, desde Asunción, lo hace con 70 mancebos de la tierra…obviamente no eran sino mestizos nacidos de los españoles y las mujeres indias del Paraguay.
En suma si hay algo que está fuera de discusión es la falta de pureza de sangre que abunda hasta hoy en América, indios, blancos, negros, asiáticos, semitas tanto árabes como judíos en fin  es como dijo José Vasconcelos somos “la raza cósmica”.
Es bajo esta matriz que surgen y se forman algunos con mejor educación y otros solo con la posible, a veces casi analfabetos, los hombres que van a llevar adelante primero la revolución y luego la independencia de España, cuando esta se niegue a comprender el cambio de la realidad del mundo occidental.
La relativa libertad de comercio autorizando la apertura de 24 puertos en América y 13 en España en 1778 favoreció los intereses de americanos dedicados a esta actividad aunque perjudicó parcialmente a quienes vivían del monopolio anterior. Produjo un efecto no deseado, entre los comerciantes criollos y también entre los españoles qu8e en definitiva aspiraron a una mayor libertad.  
La creación de nuevos virreinatos y la Real Ordenanza de Intendentes para el Río de la Plata, así como el aumento de los impuestos unido al privilegio notorio de España sobre sus colonias, iba a generar conflictos de difícil resolución entre las clases acomodadas americanas (criollos blancos nacidos en estas tierras) o entre los propios caciques indios, tal el caso de José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Tupac Amaru II (1780), cuyo levantamiento es una de las señales, aunque no la única, de la disconformidad que generaban los impuestos y el despotismo real. El visitador José A. de Areche delegado del rey fue con sus políticas de exacción impositiva, el gran responsable de la sublevación que será reprimida sangrientamente. La derrota de Condorcanqui, estuvo ligada a la imposibilidad de atraerse a los criollos a su causa. Este hecho se producía por los conflictos étnicos que existían en la sociedad colonial y que influirían decisivamente, cuando los americanos se levanten contra la corona.

TUPAC AMARU II


También en Brasil a causa de los excesivos impuestos, se levantarán en lo que se conoce como la  Inconfidência Mineira, o conspiración minera liderada por Joaquim José da Silva Xavier (1746-1792)  más conocido como Tiradentes –por su profesión de “saca dientes” u odontólogo quien asumió la responsabilidad de la misma y fue el único condenado a muerte al que no se le conmutó la pena. Tal vez porque era uno de los más humildes dentro del grupo sublevado. La traición fue abominable en la rebelión, ya que algunos de los complotados delataron para recibir condonación de impuestos o títulos menores. El movimiento tuvo caracteres independentistas, sin embargo como la independencia de Brasil se dio a través de Pedro I de Braganza (nieto de María I que era quien había ordenado la represión) la reivindicación de Tiradentes, a la sazón republicano, solo sobrevendrá con la República Vieja y sus ideólogos positivistas.   

JOAQUIM JOSÉ DA SILVA XAVIER, "TIRADENTES"


En 1791 se sublevan los esclavos negros de la colonia francesa de Santo Domingo. Luego de años de lucha, en 1804 se independizan formando el estado de Haití, el primer país negro en América. Esto fortalecía las convulsiones americanas aunque se tratara de una colonia francesa.
También aplicaron los borbones una reforma eclesiástica quitando privilegios y exenciones fiscales a la Iglesia e imponiendo una política regalista (manejo real de la política eclesiástica), que culminó con la expulsión de los jesuitas, quienes tenían un poder importante dentro del reino y que repetidamente fueron acusados de atentar contra el rey. Esto ocurrió en 1767 pero ya había sucedido  en Portugal (1759) y en Francia en 1762. La medida coherente con el despotismo ilustrado imperante fue errada por varios motivos. En América  los jesuitas habían contribuido al crecimiento social y la educación no solo de los más desposeídos sino también de los criollos ricos, tanto en la región hispánica como en el Brasil. La ciudad de San Pablo fue en sus orígenes una misión jesuítica, luego transformada en gran ciudad comercial, industrial y financiera. Al mismo tiempo aunque en defensa de sus intereses, en las misiones, la orden servía de defensora de la frontera rioplatense con el Brasil al luchar contra los bandeirantes, cazadores de esclavos indios al servicio de Portugal.
Gran Bretaña, atenta a sus intereses acogerá a los jesuitas perseguidos y dará refugio tanto a ellos como a los liberales españoles que propiciaban la ruptura del “pacto colonial”. Tomaba de esta manera venganza del apoyo que Francia y España había dado a sus colonias de América del Norte cuando se independizan en 1776.  
Una reflexión sobre la historia y la actualidad
Si volvemos a la referencia que hicimos sobre el sistema solar, podemos decir que los borbones cambiaron la fuerza de gravedad “del centro” y esto generó un conflicto de planetas.
Muy cercanamente en el tiempo tenemos el ejemplo de ese “imperio socialista multinacional” que fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que con el advenimiento de Gorbachov y su Perestroika (reforma) y la Glasnost (transparencia) no creó un socialismo democrático, sino la fragmentación total del imperio, el nacimiento de nacionalidades reprimidas durante siglos y un capitalismo difícilmente previsible en su desarrollo final.
La decadencia de España
Si los Borbones, utilizando conceptos europeos, intentaron “modernizar” España, su “ilustración” no prosperará demasiado tiempo especialmente luego del estallido de la revolución francesa y su posterior derrotero, hasta llegar a Napoleón.
Fueron “reyes con ideas burguesas” limitadas, medrosos, que equivocarán las alianzas o en todo caso, gobernabrán una España en decadencia, que tenía serias dificultades para jugar la política europea y por lo tanto la americana.
  Gran Bretaña va a intentar por todos los medios frenar el crecimiento de Francia y la alianza con España. Será desde un comienzo el principal apoyo de Portugal, promoviendo la rivalidad peninsular. Al mismo tiempo y cuando Napoleón llegue al gobierno y promueva los postulados revolucionarios por Europa, los ingleses apoyarán a los Austrias y a Rusia para derrotarlo.
España luego de Carlos III quedará en manos de Borbones débiles y sin demasiadas luces para la política. Es el caso de Carlos IV y Fernando VII, cuyas oscilaciones y debilidades los llevará a perder casi todo lo que quedaba del antiguo Imperio hispánico.
Desde el punto de vista jurídico las monarquías absolutas modificaban las concepciones pactistas del derecho natural que era predominante con los Austrias. No pocos historiadores españoles sostienen incluso, que es más “española” la corriente de los Habsburgos que la afrancesada de los borbones.
De manera que todo colaboraría para la crisis americana del siglo XVIII y principios del XIX. Se darán todo tipo de rebeliones, no solo populares sino también de las clases altas. Tal el caso de Nueva Granada en 1809, Cochabamba y la Paz en el mismo año y luego en 1810 en toda América española.
Brasil no estará al margen de todo lo que sucedía, más aun teniendo en cuenta la cercanía de la corte lusitana, en la cual la hermana de Fernando VII, Carlota Joaquina era la esposa de Juan VI y regente consorte del reino. Varios de los patriotas rioplatenses como Belgrano, Castelli, los hermanos Rodríguez Peña y algunos otros buscaron la posibilidad de establecerla como regente del Río de la Plata, para independizarse del Consejo de Regencia a quien no respondían los americanos. Estos asumían la doctrina pactista aunque racional, del poder político. No existiendo ya el poder de Fernando VII, obligado a abdicar por Napoleón, dicho poder debía volver al pueblo.
 La Independencia de Hispanoamérica
El proceso que hemos descripto rápidamente es el que lleva a que en 1810 se produzcan movimientos en toda la América española. El proceso de las guerras napoleónicas que aisló a España de América, impidió a la corona la posibilidad de reprimir las revoluciones.
Existió una base material del inicio de los movimientos. No se trató solo de la proliferación de ideas “subversivas”. El orden de la monarquía española con sus controles y sus prohibiciones, los impuestos que resultaban abusivos, la falta de posibilidades para discutir dichas medidas antojadizas y la discriminación hacia los criollos iba a generar un clima favorable. Se buscaba la ocasión para reorganizar el imperio o independizarse.
Tenemos en todo este proceso algunas originalidades americanas que se van a repetir en el tiempo. No todo lo que en Europa significaba mayor bienestar y libertad, se trasladaba automáticamente a estas tierras con el mismo efecto. Por ejemplo las reformas del "libre comercio" establecidas por los Borbones, si bien beneficiarían a algunos comerciantes españoles y americanos u otros extranjeros, al mismo tiempo y por la reorganización política que incluyó dentro de los límites de virreinato del Río de la Plata al Alto Perú con su riqueza en plata y oro, generó disputas interminables entre "peruanos" y "rioplatenses". También la competencia de mercaderías inglesas generaría resistencias en los artesanos del interior americano.
Fue un cambio en las rutas comerciales. Antes del decreto borbónico, las flotas llegaban desde España al Callao (Lima) y luego a lomo de mula y carretas, a Buenos Aires y de vuelta nuevamente (no menciono el contrabando del Río de la Plata que era endémico pero ilegal). En el  último tercio del siglo XVIII en cambio, la ruta era España, Buenos Aires, Alto Perú y vuelta a Buenos Aires. Lo que significó un gran desarrollo del litoral "argentino" (así se denominaba a los porteños de Buenos Aires, "argentinos").
Si alguien pensó que la mayor afluencia de metálico podía servir para calmar los ánimos, se equivocaba absolutamente. Luego, en el Río de lña Plata, sobrevinieron, las invasiones inglesas (1806 y 1807), resistidas y rechazadas, pero con las cuales en un breve lapso se probó el libre comercio abierto a todos, es decir con los ingleses especialmente. La defensa y reconquista de Buenos Aires y Montevideo, de la que participaron los americanos, armando sus propias milicias, con sus propios fondos, terminó otorgando a estos el manejo de las principales fuerzas militares del virreinato.
Esta conjunción de hechos y cambios efectivos en el poder existente va a preparar las condiciones para las revoluciones que sobre vendrán continentalmente.
En algunos lugares como México la misma tendrá una connotación social profunda, con Morelos e Hidalgo, pero en otros lugares como Venezuela, Nueva Granada o el propio Río de la Plata, serán llevadas adelante por la burocracia americano-española, comerciantes, algunos pocos ganaderos, incluido españoles y militares. En efecto no eran tiempos en los que las nacionalidades, especialmente en América estuvieran consolidadas. Habrá españoles y americanos en ambos bandos si hablamos de los blancos, pero también podemos decir lo mismo respecto de los mestizos, indios, zambos y en general todas las clases más postergadas, incluido los esclavos. No obstante podemos decir que lentamente los revolucionarios irán tomando medidas que servirán para atraerse a las clases humildes sin necesidad de obligarlos siempre a ir a la pelea.
En Brasil está el caso -no sé si famoso- de Domingo Fernandez Calabar lusobrasileño que se pasó durante las guerras contra Holanda, al bando de esta última y cuando lo capturaron terminó ejecutado. No se trató de un caso tan aislado, respondía a este hecho sociológico de que las nacionalidades tenían todavía un escaso desarrollo ideológico.
¿Quiénes fueron los que lideraron las revoluciones transformadas en movimientos independentistas, cuando España gobernada por Fernando VII -con asesores conservadores o liberales la política hacia América no era muy diferente- intente recuperar las colonias y hacer la guerra a los sublevados?
Fueron los criollos en general de fortuna, con buena educación, viajeros y/o estudiantes en Europa, militares embebidos de las nuevas ideas liberales surgidas de la revolución francesa o americana y que una vez derrotado Napoleón, recibieron el padrinazgo de la "Vieja raposa", Inglaterra, debido a sus propios intereses económicos.
Será el caso en Quito de Eugenio Espejo (hijo de un indio tuyhuquin), mestizo, que debió cambiarse de nombre, con la complicidad de algún sacerdote, para poder ingresar a la universidad. También, Francisco Miranda, Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo, Simón Bolívar, Bernardo O'Higgins, José Francisco de San Martín, Martín Miguel de Güemes, y José Gervasio de Artigas, Gaspar Rodríguez de Francia  para citar algunos representativos.
No eran lo mismo, ni tenían ideas totalmente coincidentes. Todos ellos tenían una diferente historia personal y estudios o formación. Miranda aunque se trataba de un aventurero, galante, y revolucionario provenía de las clases altas y aspiraba a la conformación de un Imperio Hispanoamericano independiente. Para ello intentaría lograr el apoyo del gabinete inglés y también de no ser posible de los norteamericanos. Bolívar era un "mantuano", es decir que pertenecía a la clase criolla rica importante, con esclavos y hacienda de Caracas. Más joven no era muy diferente aunque sus vínculos sociales eran más sólidos e importantes quizás.
El proceso independentista en Venezuela y Nueva Granada hacia 1810 termina en un fracaso porque los realistas venezolanos lograron el apoyo de las clases más bajas, numerosas y grandes jinetes en el caso de los llaneros, conducidos por el español José Tomás Boves, conocido por el "Urogallo" o "Taita" simplemente entre sus hombres. Este hombre se transformó en un caudillo popular que aprovechó el odio de los humildes hacia las clases altas criollas y formó la más formidable caballería de aquel momento con los llaneros venezolanos. Derrotó a Bolívar y los patriotas que intentaban constituir la República y obligó a Bolívar a huir al Caribe. Será en Jamaica donde escribe una famosa carta que es todo un programa político (en ella menciona su voluntad de construir una gran América) y luego se refugia en Haití donde Alexander Petión líder de la independencia le da ayuda para retornar al continente a la vez que le exige que libere los esclavos ni bien pise tierra continental.
En tanto, Boves había muerto en batalla y su liderazgo no encontró reemplazo. España a la par enviaba al general Morillo con un poderoso ejército a Nueva Granada para derrotar a los patriotas. Este general  formado en las tradiciones españolas desecho el ejército de Boves. Para tener una idea de la complejidad del proceso independentistas y las necesidades sociales digamos que el "Taita" reclutaba llaneros bajo la consigna de: "¡Guerra a los blancos explotadores del pardo y del indio! ¡Las tierras de los blancos para los pardos!"  Lógicamente que los blancos conducidos por Bolívar fueron derrotados.
Sin embargo es Petión el que le da nuevo programa a Bolívar, para triunfar, al exigirle la manumisión de los esclavos. Este cumple parcialmente su palabra y libera a sus propios esclavos, pero sus compañeros de lucha fueron más duros para aceptar esta medida.
No obstante la revolución ya era imparable, los generales para la guerra provendrían de todas las clases sociales y muchos de las humildes como en el caso de Páez. En suma fue Bolívar quien convenció a los llaneros de integrar el bando patriota lo que le permitiría el triunfo en este nuevo intento. Sin embargo es necesario admitir que nunca perdió el Libertador sus prejuicios raciales.
Su capacidad tampoco fue la de un militar, sino la de un político que intento tal vez bajo las enseñanzas de Miranda constituir una Confederación hispanoamericana e incluso Iberoamericana.
Pero su proyecto fue derrotado. Bolívar venció a través de José Antonio de Sucre en Ayacucho al último intento español absolutista de recuperar algo de aquel vasto imperio. Lo venció por las armas Pero el intento de organizar una gran confederación americana fracasó por múltiples causas.
Una no menor fue la interferencia de los intereses económicos de las grandes potencias: Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos en ese orden, que trataban de dividir y fragmentar todo lo que pudieran. Otra fueron las tradiciones regionales, que arrastraban rivalidades y autonomismo desde la colonia. También el accionar egoísta de las altas clases que dominaban en los puertos de ultramar o en los enclaves mineros ligadas al comercio exterior. Las distancias y difíciles comunicaciones, la desconexión económica entre los distintos núcleos urbanos, la vasta geografía, en fin numerosos fueron los problemas. No había un centro de atracción con suficiente poder político como lo había sido España.
El Congreso de Panamá, convocado por Bolívar fue un fracaso. Sólo concurrieron Perú, Centroamérica, Colombia y México. Como invitados no latinos, lo hicieron, Gran Bretaña, los Países Bajos y Estados Unidos. Todo se diluyó y la reunión se terminó trasladando a Tacubaya (México) donde solo quedaron Colombia, México, Centroamérica y EE. UU.
Bolívar cercano a la muerte en 1830 dirá el 9 de noviembre desde Barranquilla al general Juan José Flores que ya era presidente del pequeño Ecuador: “(…) 1º la América es ingobernable para nosotros; 2º el que sirve una revolución ara en el mar (…) La súbita reacción de la ideología exagerada va a llenarnos de cuantos males nos faltaban (…) Ud. verá que todo el mundo va a entregarse al terreno de la demagogia, y ¡desgraciados de los pueblos! Y ¡desgraciados de los gobiernos!”[2]

Otro fue el caso de San Martín, hombre que habiendo nacido en Yapeyú lo que hoy pertenece a la provincia de Corrientes, solo pasó unos pocos años en el Río de la Plata. Estudió en España donde desarrolló la carrera militar con éxito y volvió ya "treintañero" a ponerse al servicio del gobierno rioplatense en marzo de 1812. Imbuido de las ideas de Miranda y de la masonería escocesa a la que frecuentó, no solo deseaba la independencia de América sino mantener la mayor unidad continental posible. En esto tenía similares objetivos que Bolívar. Su formación ideológica fue la de un militar liberal español, moderadamente afrancesado, aunque un tanto conservador. Esto le generó siempre desconfianza hacia los caudillos populares  como Artigas, aunque buen político, siempre supo cuando debía aceptarlos para desarrollar la guerra a los realistas que fue la misión autoimpuesta.
Fueron personalidades muy diferentes las de Bolivar y San Martín. Sin embargo eran demasiado fuertes ambos para convivir bajo la misma causa. San Martín llegó al Perú, declaró la independencia, pero no pudo derrotar plenamente a los realistas. Buenos Aires que ya se sentía segura de cualquier invasión y se disponía a enriquecerse con su comercio, puerto y aduana, lo abandonó a su suerte en Lima. No tuvo otra alternativa que retirarse luego de Guayaquil, aunque protestaran algunos de sus amigos como Tomas Guido. Optó por hacerlo a Europa porque no deseaba participar de las guerras civiles que se avecinaban. No volvió más y cuando lo hizo, en plena guerra entre unitarios y federales, solo llegó al puerto de Montevideo para volverse, rechazando un ofrecimiento de Lavalle, ex subordinado suyo, de ponerse al frente de la sedición que él estaba encabezando.
A partir de estos momentos, alrededor de mediados y finales de la década de 1830, se iniciará el proceso de constitución de los países que hoy forman Suramérica. Fue el fracaso final de los libertadores. No todo es triunfo ni todo derrota. Expulsaron a España del continente, pero no pudieron mantener la unidad, aunque sea confederal, de las antiguas colonias. Gran Bretaña que había apoyado los movimientos independentistas, inclusive el de Brasil que tuvo otras connotaciones, se abocará a fomentar las divisiones entre las regiones. De cada audiencia española surgirá una nación lo que debilitará las posibilidades de políticas soberanas, sin depender económica y en ocasiones políticamente, de Europa primero y luego de Estados Unidos.
CONCLUSIONES
Habrá que esperar hasta finales del siglo XIX y principios del XX para que surja un nuevo movimiento intelectual que  retome las ideas de los libertadores de unificar la América Ibérica. Ya en este momento se incluirá a Brasil.
Son aquellos intelectuales que denominamos de la generación del 80, los positivistas (no en todos los casos), y lo novecentistas que inician una revisión de nuestra historia: Adolfo Saldía, los Quesada, Manuel Ugarte, Manuel Gálvez, José Martí, José E. Rodó, los reformistas de Córdoba de 1918, Saúl Taborda, Deodoro Roca, y más adelante Victor Raúl Haya de las Torre en Perú, para citar solo a los más importantes.
Si bien aspiraban a realizar una revolución, solo lograron moverse en el plano espiritual.
También Brasil va a sentir los efectos de una oleada americanista aunque con  particularidades. En efecto, con el comienzo del siglo (1902) asume el ministerio de Relaciones Exteriores de la nueva República, José María da Silva Paranhos Junior, Barón de Río Branco quien permanecerá en el cargo hasta su muerte en 1912. Es indudablemente el gestor de la moderna diplomacia brasileña, que hizo de Itamaraty, un instrumento de gobierno hábil y poderoso, respetado interna y externamente. Su política oscilará pendularmente entre un acercamiento a EE. UU., por razones comerciales y geopolíticas, (existe una cierta complementariedad entre ambas economías) y una mirada hacia Argentina y Chile, a quienes consideró compañeros estratégicos de ruta para una política sudamericana.
Río Branco tuvo buenas relaciones con el segundo gobierno de Roca y con el de Sáenz Peña, especialmente por el accionar de un gran embajador argentino en aquel país que fue el cordobés Ramón J. Cárcano. La acción diplomática de este ayudó a la firma del primer tratado de ABC (Argentina, Brasil, Chile) que no podrán ver ni Paranhos ni Sáenz Peña porque mueren antes.
Contradictorio, por momentos imitando tal vez sin sentido el armamentismo europeo de la época, con astucias y fuertes razones de estado el Canciller carioca estuvo convencido siempre y actuó en consecuencia: “de que una cordial inteligencia entre Argentina, Brasil y Chile sería de gran ventaja para cada una de las tres naciones y tendría influencia benéfica dentro y fuera de nuestros países”
Es destacable también que en 1892, el historiador lusitano Joaquín Pedro Oliveira Martins en ocasión del 400 aniversario del descubrimiento de América, haya propiciado “recuperar la unidad histórico cultural de América Latina”. Con anterioridad, el diputado brasileño Aristide Maia, propuso en la retórica parlamentaria conformar una “Confederación Sudamericana”. Claro está el tema no era solo ideológico, Brasil y Argentina tenían un importante comercio bilateral del que Argentina era acreedor. También Assis Brasil, diplomático originario de Río Grande, el mismo estado del que provendría Getulio Vargas, iba a impulsar ya en esta época una alianza integradora de Uruguay, Argentina, Brasil y Chile. Pero quizás la obra precursora de la conciencia latinoamericana brasileña es “A América Latina: males de origem” aparecida en 1903 y escrita por Manoel Bomfin, en la que se denuncia el imperialismo y el colonialismo y se sustenta la idea de “salvarnos juntos”.
Recién a mediados del siglo XX, podemos decir desde la crisis del 30,  aquel movimiento novecentista buscará con posibilidades reales de concreción. Será el caso de Juan Domingo Perón en Argentina, Carlos Ibañez del Campo en Chile y Getulio Vargas en Brasil, el nuevo ABC ya intentado por Julio Argentino Roca a principios del XX. Lamentablemente ninguno de los tres fue comprendido por muchos de sus ciudadanos: Ibañez terminó a duras penas su mandato en soledad y en medio de una fuerte inflación, Perón fue derrocado por un golpe cívico militar y antes, en 1954 Getulio se había suicidado.
A fines del siglo XX y en este XXI renacerá como necesidad social y política la posibilidad de integración latinoamericana. Esta debe ser impulsada por las nuevas juventudes dirigentes que inventen las nuevas formas de integración, dejando de lado personalismos y antiguos rencores para dar paso a una gran política que permita a Suramérica y si es posible a toda Latinoamérica ser una gran potencia.
La integración no puede ser desigual, debe ser solidaria, equilibrada porque la unificación sobre la base del predominio de algunos sobre otros solo será motivo de nuevos conflictos.
Chile deberá rever la guerra del Pacífico y otorgar la salida al mar a Bolivia y lo que sea necesario al Perú. Brasil debe replantearse la guerra contra el Paraguay, Argentina ya lo hizo, Ecuador sus desavenencias con Perú y Venezuela con Colombia. Paraguay superar esa terrible guerra contra Bolivia.
En eso la cultura, tiene una asignatura pendiente. A esto debemos agregar lo esencial: la economía. No habrá integración sin economías entrelazadas, y sin una cultura que le de sustento. Por otra parte si no nos unimos en una gran Patria Grande, olvidemos el ideal de un continente plural, respetuoso de los derechos humanos y con justicia social.
Para finalizar me voy permitir citar a un gran militante de la Patria Grande: Manuel Ugarte quien define un pensamiento que hoy tiene algo de profecía: “Iberoamérica procede de dos vertientes que nada puede desviar o suprimir: la que emana de la América precolombina y la que irrumpe de la presencia hispana (…) hay que evitar que corran riesgo de desaparecer porque constituyen la promesa de una nueva modalidad humana, de un pensamiento distinto de los valores universales. Tengo ciega  fe en Iberoamerica y en su predestinación. Llego a creer que su existencia como organismo autónomo es necesaria para el equilibrio del mundo.”

MANUEL UGARTE LUCHADOR DE LA PATRIA GRANDE


San Antonio de Arredondo junio de 2013

BIBLIOGRAFÍA
JORGE ABELARDO RAMOS, Historia de la Nación Latinoamericana Editorial Continente Argentina
ENZO ALBERTO REGALI, Abelardo Ramos, la izquierda nacional en la Argentina. Editorial Ciccus. Argentina
BORIS FAUSTO, Historia Concisa de Brasil. Fondo de Cultura Económica de México.
JUAN CARLOS CHIARAMONTE, Usos de la historia. Lenguaje de clases y revisionismo histórico. Buenos Aires, Sudamericana.
        ANDRÉS CISNEROS Y CARLOS PIÑEIRO IÑIGUEZ. Del ABC al MERCOSUR. La integración Latinoamericana en la doctrina y praxis del peronismo. Nuevo Hacer, Grupo Editor Latinoamericano. 2002
ANDRÉS CISNEROS. Política Exterior Argentina 1989-1999. Historia de un éxito. Nuevo Hacer. Grupo Editor Latinoamericano. 1998
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ALBERTO METHOL FERRÉ Y ALVER METALLI, La América Latina del siglo XXI. Ensayo Edhasa.2006
CARLOS PIÑEIRO IÑIGUEZ, La Nación Sudamericana. Nuevo Hacer Grupo Editor Latinoamericano. Buenos Aires, 2004
------------------------------------------, Herejías Periféricas, Raúl Prebisch Vigencia de su pensamiento. Nuevo hacer. Grupo Editor Latinoamericano. 2003
JORGE ABELARDO RAMOS, Manuel Ugarte y la Revolución Latinoamericana. Editorial Coyoacán. Bs. As. 1961.
LUCIANO TOMASINI. Felipe Herrera Idealista y Realizador. Fondo de Cultura Económica Chile 1997.

 





[1] Palabra que hace referencia a la división en pequeños países en la península Balcánica (actual Grecia y otros). La comparación no puede ser tomad al pie de la letra dado que los países de dicha península europea no tenían entre sí, ni un mismo idioma religión o cultura, solo una historia común de confrontaciones y alianzas.
  [2] Bolívar, Simon, Escritos Políticos, Alianza Editorial, Madrid 1969. Pág. 169