AMÉRICA LATINA INDEPENDENCIA Y REVOLUCIÓN
Por Lic. Enzo Alberto Regali
Miembro de número del Instituto Nacional de Revisionismo histórico Argentino e Iberoamericano "Manuel Dorrego"
...el pensamiento
empieza a ser de América…
…Crear es la
palabra de pase de esta generación.
José Martí
La
tarea ineludible,aunque no la única, que tenemos en Iberoamérica es recuperar la historia conjunta
que fue nuestra génesis dado que, parafraseando a Abelardo Ramos, “fracasamos en ser latinoamericanos”.
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LA BELLEZA SUBLIME DEL MESTIZAJE AMERICANO |
En
Argentina, igual que en otros países de Suramérica y del resto de América
Latina, la mirada que se da a la historia es “nacionalista” es decir:
argentina, brasilera, peruana, ecuatoriana, guatemalteca… A pesar de la
existencia del MERCOSUR, el UNASUR, la CELAC, la COMUNIDAD ANDINA, no hay
todavía en los distintos países una mirada
latinoamericana. Esta regla, se vuelve excepción con algunos
historiadores profesionales especializados en historia de América Latina, pero
los gobiernos en general y especialmente los ministerios de educación no pasan
de declaraciones retóricas y rimbombantes aunque en muchos casos sin demasiado
contenido.
En
la región que podemos llamar el Río de la Plata o el cono sur: Uruguay,
Paraguay, Brasil, Argentina (que es a la que voy a referirme para acotar el
tema) se han producido avances generales desparejos según el país, pero sin
acceder a abordajes americanos. Incluso
existe un generalizado desconocimiento entre sí y actitudes peyorativas que
generalmente suelen expresarse en espectáculos públicos. El imperativo
categórico de unirnos para salir adelante o por lo menos integrarnos, promovido
por las facilidades del turismo regional nos ha llevado a los argentinos, a conocer
algo más de Chile, Bolivia, Venezuela, especialmente gracias a la mediática y
popular figura del fallecido presidente Hugo Chávez y su “Bolivarianismo”.
No
obstante desde la historia tanto científica como de difusión y en las escuelas
primarias, secundarias y universidades no hay un esfuerzo para que nuestras
historias nacionales, creadas bajo el contexto de la formación de los distintos
países del continente luego de la separación de España y Portugal -en el caso
de Brasil-, se estudien como un todo.
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NUESTRA AMËRICA |
Esto
implica en los hechos –en ocasiones deliberadamente aunque no siempre- una
visión falsa de nuestros orígenes. No es posible comprender acabadamente
nuestros padecimientos posteriores a las independencias si no asumimos que
somos países de una nación inconclusa. Nos
incorporamos a la globalización de fines del siglo XV con
especificidades pero como totalidad y
nos separamos de la península ibérica también integralmente, casi al mismo
tiempo. La excepción brasilera, es relativa, porque lo hizo en 1822/23 cuando
todavía Hispano América luchaba contra el absolutismo español.
América
conformó con España como centro y Portugal en Brasil, el primer gran imperio
universal. Incluso es preciso destacar que entre 1580 y 1640 ambos países “fueron
dos” pero en “una sola corona”, la de Felipe II inicialmente.
La
hoy denominada América Latina, es hija de la “balcanización”, de la fragmentación, que
sufrió el imperio hispanico luego de las revoluciones de 1810, la guerra de la
independencia y las contiendas civiles posteriores a la misma.
Brasil,
proclamada la independencia en 1822 una década después, con más el hecho de
haber pertenecido a Portugal y ser sede física, de dicha monarquía en tiempos
de la Europa napoleónica, tuvo una política conflictiva con sus vecinos. Se
trata de un hecho singularmente contradictorio, al tiempo que confrontaba, en ocasiones se aliaba y carecía
de una identidad nacional clara. En esto, no se diferenciaban los lusos
brasileros del resto, aunque los hispanos parlantes siempre tuvieron mayores
factores de unidad ligado el idioma común y la pertenencia al mismo imperio
durante más de 300 años. La dependencia de Portugal, adversaria/aliada de
España pero muy ligada a Gran Bretaña, a la sazón enemiga del león español,
llevó a que la voluntad de unificación se
pretendiera realizar mediante la fuerza militar. Esta política, más temprano que tarde, fracasó, al
menos en sus designios más atrevidos.
Para
analizar las razones que llevaron al movimiento independentista, que sobreviene
en América española a partir del siglo XVIII, es necesario analizar la
conformación que España dio a estos territorios. Allí radica, parte de las
fortalezas y debilidades del continente.
Durante
el reinado de los Habsburgos, América, reiteramos, formará parte del primer
gran imperio universal en la cabeza de Carlos I de España y V del Sacro Imperio
Romano Germánico. Fue aquella una construcción, no medieval, como sostienen algunos, sino de transición entre las nacionalidades que se desarrollarían sobre
los finales del siglo XVII y aquellos autónomos
reinos medievales. Era un imperio multinacional, característico del siglo
XVI. Pretender otra organización si tenemos en cuenta la historia de los
Habsburgos, y la de la propia España con los Reyes Católicos, sería casi un
anacronismo. Especulaciones aparte, en última instancia los hechos fueron los
narrados.
Carlos,
apenas un joven de 16 años, encontrará una España relativamente unificada conseguida
por sus abuelos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. El cimiento de dicha
unidad fue la expulsión total de los moros con la toma de Granada –la espada- y
la religión católica. Esto que pareció una fortaleza ideológica a los reyes,
llevó a la expulsión de judíos y moros con el consiguiente atraso económico del
país, puesto que estas comunidades pertenecían a las clases más activas: la de
los comerciantes, financistas, agricultores, manufactureros y artesanos. Contra
lo que pensaron Isabel y Fernando una mayoría optó por emigrar antes que
convertirse, que fue la opción que se les dio.
El
padre del joven rey era Felipe “el hermoso” nieto de emperador Maximiliano I de
Austria, quien transmitió a su hijo una formación austríaca. Su madre, Juana de
Castilla, apodada en razón de intereses políticos, “la Loca” fue apartada del
poder, con la complicidad de Fernando de Aragón, su propio padre.
Los
asesores extranjeros de Carlos, su inexperiencia y el clima de época en Europa
continental, lo llevaron a guerrear por un imperio destinado a perecer, para
dar paso a las unidades nacionales, en poco tiempo más. Del hecho supieron
aprovecharse algunas potencias occidentales como Francia, Gran Bretaña y
Holanda que ya se construían como “naciones”.
Sin
embargo, el acceso a la corona imperial de Carlos I hubiera quedado en deseos y
las guerras en ilusiones, de no ser por el hecho que transformó política, la
economía, y la cultura del mundo occidental: el “descubrimiento” de América por
Cristóbal Colón al servicio de Castilla. “Descubrimiento” que también podemos
considerar inversamente: el
descubrimiento de Europa, por los aborígenes que habitaban el continente.
Con
América -ya que así pasará a la historia la terra
nova- casi como una “sorpresa”, llegará el oro y la plata que los españoles
robarán a las grandes civilizaciones indígenas, entre las que figuran como más
conocidas, incas, aztecas y mayas, pero que no fueron las únicas.
El
oro y la plata impactarán en la economía de España favoreciendo la vida a
partir de una renta parasitaria. Esto paradójicamente colaborará en el desarrollo
de otras potencias europeas –enemigas de España- que manejaban las finanzas, el
comercio y las manufacturas. Servirá el metálico americano a Carlos I, entre
otras cosas, para comprar a los príncipes
electores del Sacro Imperio y concretar su sueño imperial, trascendente
voluntad del componente ideológico de los Habsburgos. A la sazón América
financiará las guerras religiosas del emperador, tan estériles como
deficitarias.
España
construirá en América una organización política similar a la heredada de la
guerra de Reconquista contra los árabes y de las libertades medievales generadas
por esta misma razón. Carlos, en su política centralista solo lograría suprimir
sangrientamente, aunque en forma parcial dichas libertades ganadas por el
“pueblo” español.
Los Reyes Católicos manejarían institucionalmente las Indias, a través del Consejo
de Castilla un organismo asesor del rey con mucho ascendiente político sobre la
corte.
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ISABEL LA CATÓLICA IMPULSÓ LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN |
Prontamente,
dada la necesidad de un efectivo control económico de los nuevos territorios, se
creará la Casa de Contratación de Sevilla (1503) que llegará a detentar un
poder absoluto aunque burocrático, de todas las actividades económicas que se
desarrollarán en Indias.
Con
el tiempo, en 1511, la cantidad de asuntos que demandaban atención en semejante
extensión de territorios, obligará a la corona a crear dentro del Consejo de
Castilla, uno denominado Consejo de
Indias.
Esta
organización se mantendrá con pocas modificaciones durante dos siglos
aproximadamente, coincidente con el reinado de los Habsburgos. Dicha
institucionalidad se modificará con el advenimiento de la familia de los
Borbones en el siglo XVIII.
Se trataba de un “sistema solar” cuya fuerza
centrípeta, “el sol”, era España que lograba, no sin dificultad mantener la unidad.
No obstante tanto en la península como en el nuevo continente los brotes
autonomistas resurgían cada tanto, algo común en unidades políticas
multinacionales. Las distancias y las dificultades del transporte y las
comunicaciones permitían de hecho que las gobernaciones o reinos y los dos
virreinatos creados (Nueva España en lo que hoy es México y Centro América, y
Perú básicamente en lo que hoy es Suramérica con excepción de Brasil), un marco
de autonomía parcial de hecho,
“similar a la de los planetas que tiene órbita propia aunque regulada”, si
mantenemos el ejemplo tomado arbitrariamente. Es preciso recordar la rebelión
pizarrista de 1540 o la del hijo de Cortés, Martín, en México en 1566, intentos
conspirativos contra la corona.
El
mejor reflejo de dicha liberalidad de manejo, es que buena parte de las leyes
de Indias no se cumplían y los funcionarios reales decían livianamente: “Se
acata pero no se cumple” o “cumplir pero no obedecer”. El sistema de los
Habsburgos era horizontal a pesar de ellos mismos. Esta particularidad será
elemento constitutivo de posteriores autonomías cuando sobrevenga la
independencia, conocidas como federalismo.
América
formaba parte del Imperio, pero la organización política era no solo
discriminatoria, solo españoles peninsulares podían ser nombrados funcionarios
reales, sino burocrática, llena de papeles y con disposiciones creadas por
hombres que nunca conocerían las tierras objeto de sus leyes. En los doscientos
años que perduró el Consejo de Indias solo 7 de los consejeros habían integrado
una audiencia americana antes de ocupar dicho cargo.
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CARLOS V |
Esto
dio al imperio y a los virreinatos, gobernaciones, capitanías generales o
reinos americanos un grado de unidad a la vez que de independencia entre sí.
Una alta centralización-descentralizada,
aunque parezca un contrasentido. Sin embargo esta superposición institucional,
de funcionarios políticos y eclesiásticos que se controlaban y enfrentaban o
aliaban entre sí permitiría dos siglos de inestable calma, basada en dicha
autonomía de hecho entre otras razones.
Debemos
destacar que serán también los reyes de España quienes manejen la política de
la Iglesia a través del Real Patronato, que les permitía no solo designar a las
jerarquías sino también evitar que pasen a América, las Bulas papales que no
convenían o ellos creían que no convenían, a su autoridad real.
Otra
organización importante fue la administración de justicia por parte de las
Reales Audiencias. Estas, constituidas por su presidente y los jueces u
oidores, tenían en numerosas ocasiones mayor poder que los virreyes o
gobernadores. De hecho los controlaban en el cumplimiento de la norma. Menciono
las audiencias porque serán los institutos que tal vez no por casualidad, darán
origen, aproximadamente, a los países que hoy existen en América del Sur.
En
1700 cambia la casa real en la península y llegan al poder los Borbones de
origen francés, imbuidos del despotismo ilustrado y la unidad nacional que
Francia había logrado principalmente con Luis XIV. La alianza “familiar” entre
España y el absolutismo francés, hizo que otro posible heredero al trono
(Carlos II de Habsburgo no tuvo herederos directos) el archiduque Carlos de
Austria, se lanzara con el apoyo interesado de austriacos,aragoneses, británicos y holandeses a
una guerra de sucesión por la corona española. Fue derrotado pero España en
virtud de los tratados de paz que se firmaron, el de Utrecht en 1713 y el de
Rastatt luego en 1714, perdió su predominio en el concierto europeo para no
recuperarlo más.
Los
nuevos reyes van a comenzar un cambio en la estructura organizativo/política de
América. Esquematizando, diríamos que las transformaciones incluían una política
de libertad comercial interna, impulso de la educación, y mayor centralización
política (despotismo). Es así que se crearan dos nuevos virreinatos: el de
Nueva Granada y el del Río de la Plata (este en la última parte del siglo
XVIII). Dentro de los mismos surgirán las gobernaciones
intendencias. Al mismo tiempo habrá un cambio fundamental en la consideración
jurídica de estos territorios. Serán tomados no ya como integrantes del imperio
sino como colonias que debían sostener a la metrópoli.
El
impacto fue importante. Los Borbones otorgaban algunas libertades, favorecían
la educación pero al mismo tiempo quitaban todo tipo de participación política
a los criollos (españoles blancos nacidos en América). Los “efectos no deseados”
ni previstos de la nueva política, contribuiría a generar gran inestabilidad, sublevaciones
y conspiraciones a lo largo del siglo del siglo XVIII.
También
la ilustración que admiraban,
especialmente Fernando VI y Carlos III los hijos de Felipe V (el primer Borbón
de España), iba a promover la llegada a América, legal o ilegalmente de libros
con nuevas ideas que comenzaban a
expandirse por Europa. Gran Bretaña será la iniciadora a partir de John Locke
entre otros, pero Francia acaparará la promoción intelectual de los nuevos
tiempos.
Los
cambios impactan en la sociedad americana. Si bien desde los Reyes Católicos
estaba casi prohibido el paso a Indias de quienes no fueran castellanos (aunque
esto dependió mucho de la conveniencia política de Fernando e Isabel mientras
esta vivió) y mucho menos de los
lusitanos, en la práctica, sobre todo mientras Portugal y España fueron dos
países regidos por una corona (1580-1640), Buenos Aires por ejemplo estaba
poblaba por portugueses cuyos apellidos mutaron, para protección personal, de
la misma manera que sucedió en la Península y en toda América con judíos o
moros.
En
suma, es de destacar que tan pocos controles habían existido durante el
gobierno los Habsburgos, que en 1573 cuando Juan de Garay funda Santa Fe, desde
Asunción, lo hace con 70 mancebos de la tierra…obviamente no eran sino mestizos
nacidos de los españoles y las mujeres indias del Paraguay.
En
suma si hay algo que está fuera de discusión es la falta de pureza de sangre
que abunda hasta hoy en América, indios, blancos, negros, asiáticos, semitas
tanto árabes como judíos en fin es como
dijo José Vasconcelos somos “la raza
cósmica”.
Es
bajo esta matriz que surgen y se forman algunos con mejor educación y otros
solo con la posible, a veces casi analfabetos, los hombres que van a llevar
adelante primero la revolución y luego la independencia de España, cuando esta
se niegue a comprender el cambio de la realidad del mundo occidental.
La
relativa libertad de comercio autorizando la apertura de 24 puertos en América
y 13 en España en 1778 favoreció los intereses de americanos dedicados a esta
actividad aunque perjudicó parcialmente a quienes vivían del monopolio
anterior. Produjo un efecto no deseado, entre los comerciantes criollos y
también entre los españoles qu8e en definitiva aspiraron a una mayor libertad.
La
creación de nuevos virreinatos y la Real Ordenanza de Intendentes para el Río de
la Plata, así como el aumento de los impuestos unido al privilegio notorio de
España sobre sus colonias, iba a generar conflictos de difícil resolución entre
las clases acomodadas americanas (criollos blancos nacidos en estas tierras) o
entre los propios caciques indios, tal el caso de José Gabriel Condorcanqui,
más conocido como Tupac Amaru II (1780), cuyo levantamiento es una de las
señales, aunque no la única, de la disconformidad que generaban los impuestos y
el despotismo real. El visitador José A. de Areche delegado del rey fue con sus
políticas de exacción impositiva, el gran responsable de la sublevación que
será reprimida sangrientamente. La derrota de Condorcanqui, estuvo ligada a la
imposibilidad de atraerse a los criollos a su causa. Este hecho se producía por
los conflictos étnicos que existían en la sociedad colonial y que influirían
decisivamente, cuando los americanos se levanten contra la corona.
|
TUPAC AMARU II |
También
en Brasil a causa de los excesivos impuestos, se levantarán en lo que se conoce
como la Inconfidência
Mineira, o conspiración minera liderada por Joaquim
José da Silva Xavier (1746-1792)
más conocido como Tiradentes –por
su profesión de “saca dientes” u odontólogo quien asumió la responsabilidad de
la misma y fue el único condenado a muerte al que no se le conmutó la pena. Tal
vez porque era uno de los más humildes dentro del grupo sublevado. La traición
fue abominable en la rebelión, ya que algunos de los complotados delataron para
recibir condonación de impuestos o títulos menores. El movimiento tuvo
caracteres independentistas, sin embargo como la independencia de Brasil se dio
a través de Pedro I de Braganza (nieto de María I que era quien había ordenado
la represión) la reivindicación de Tiradentes,
a la sazón republicano, solo sobrevendrá
con la República Vieja y sus
ideólogos positivistas.
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JOAQUIM JOSÉ DA SILVA XAVIER, "TIRADENTES" |
En
1791 se sublevan los esclavos negros de la colonia francesa de Santo Domingo. Luego
de años de lucha, en 1804 se independizan formando el estado de Haití, el primer país negro
en América. Esto fortalecía las convulsiones americanas aunque se tratara de
una colonia francesa.
También
aplicaron los borbones una reforma eclesiástica quitando privilegios y
exenciones fiscales a la Iglesia e imponiendo una política regalista (manejo real de la política eclesiástica), que culminó
con la expulsión de los jesuitas, quienes tenían un poder importante dentro del
reino y que repetidamente fueron acusados de atentar contra el rey. Esto
ocurrió en 1767 pero ya había sucedido
en Portugal (1759) y en Francia en 1762. La medida coherente con el
despotismo ilustrado imperante fue errada por varios motivos. En América los jesuitas habían contribuido al
crecimiento social y la educación no solo de los más desposeídos sino también
de los criollos ricos, tanto en la región hispánica como en el Brasil. La
ciudad de San Pablo fue en sus orígenes una misión jesuítica, luego
transformada en gran ciudad comercial, industrial y financiera. Al mismo tiempo
aunque en defensa de sus intereses, en las misiones, la orden servía de
defensora de la frontera rioplatense con el Brasil al luchar contra los bandeirantes, cazadores de esclavos
indios al servicio de Portugal.
Gran
Bretaña, atenta a sus intereses acogerá a los jesuitas perseguidos y dará
refugio tanto a ellos como a los liberales españoles que propiciaban la ruptura
del “pacto colonial”. Tomaba de esta manera venganza del apoyo que Francia y
España había dado a sus colonias de América del Norte cuando se independizan en
1776.
Una reflexión sobre la historia y la actualidad
Si
volvemos a la referencia que hicimos sobre el sistema solar, podemos decir que
los borbones cambiaron la fuerza de gravedad “del centro” y esto generó un
conflicto de planetas.
Muy
cercanamente en el tiempo tenemos el ejemplo de ese “imperio socialista
multinacional” que fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que
con el advenimiento de Gorbachov y su Perestroika
(reforma) y la Glasnost
(transparencia) no creó un socialismo democrático, sino la fragmentación total del
imperio, el nacimiento de nacionalidades reprimidas durante siglos y un
capitalismo difícilmente previsible en su desarrollo final.
La decadencia de España
Si
los Borbones, utilizando conceptos europeos, intentaron “modernizar” España, su
“ilustración” no prosperará demasiado tiempo especialmente luego del estallido
de la revolución francesa y su posterior derrotero, hasta llegar a Napoleón.
Fueron
“reyes con ideas burguesas” limitadas, medrosos, que equivocarán las alianzas o
en todo caso, gobernabrán una España en decadencia, que tenía serias
dificultades para jugar la política europea y por lo tanto la americana.
Gran Bretaña va a intentar por todos los
medios frenar el crecimiento de Francia y la alianza con España. Será desde un
comienzo el principal apoyo de Portugal, promoviendo la rivalidad peninsular.
Al mismo tiempo y cuando Napoleón llegue al gobierno y promueva los postulados revolucionarios
por Europa, los ingleses apoyarán a los Austrias y a Rusia para derrotarlo.
España
luego de Carlos III quedará en manos de Borbones débiles y sin demasiadas luces
para la política. Es el caso de Carlos IV y Fernando VII, cuyas oscilaciones y
debilidades los llevará a perder casi todo lo que quedaba del antiguo Imperio
hispánico.
Desde
el punto de vista jurídico las monarquías absolutas modificaban las
concepciones pactistas del derecho natural que era predominante con los
Austrias. No pocos historiadores españoles sostienen incluso, que es más
“española” la corriente de los Habsburgos que la afrancesada de los borbones.
De
manera que todo colaboraría para la crisis americana del siglo XVIII y
principios del XIX. Se darán todo tipo de rebeliones, no solo populares sino
también de las clases altas. Tal el caso de Nueva Granada en 1809, Cochabamba y
la Paz en el mismo año y luego en 1810 en toda América española.
Brasil
no estará al margen de todo lo que sucedía, más aun teniendo en cuenta la
cercanía de la corte lusitana, en la cual la hermana de Fernando VII, Carlota
Joaquina era la esposa de Juan VI y regente consorte del reino. Varios de los
patriotas rioplatenses como Belgrano, Castelli, los hermanos Rodríguez Peña y
algunos otros buscaron la posibilidad de establecerla como regente del Río de
la Plata, para independizarse del Consejo de Regencia a quien no respondían los
americanos. Estos asumían la doctrina pactista aunque racional, del poder
político. No existiendo ya el poder de Fernando VII, obligado a abdicar por
Napoleón, dicho poder debía volver al pueblo.
La
Independencia de Hispanoamérica
El
proceso que hemos descripto rápidamente es el que lleva a que en 1810 se
produzcan movimientos en toda la América española. El proceso de las guerras
napoleónicas que aisló a España de América, impidió a la corona la posibilidad
de reprimir las revoluciones.
Existió
una base material del inicio de los movimientos. No se trató solo de la
proliferación de ideas “subversivas”. El orden de la monarquía española con sus
controles y sus prohibiciones, los impuestos que resultaban abusivos, la falta
de posibilidades para discutir dichas medidas antojadizas y la discriminación
hacia los criollos iba a generar un clima favorable. Se buscaba la ocasión para
reorganizar el imperio o independizarse.
Tenemos
en todo este proceso algunas originalidades americanas que se van a repetir en
el tiempo. No todo lo que en Europa significaba mayor bienestar y libertad, se
trasladaba automáticamente a estas tierras con el mismo efecto. Por ejemplo las
reformas del "libre comercio" establecidas por los Borbones, si bien
beneficiarían a algunos comerciantes españoles y americanos u otros
extranjeros, al mismo tiempo y por la reorganización política que incluyó
dentro de los límites de virreinato del Río de la Plata al Alto Perú con su
riqueza en plata y oro, generó disputas interminables entre "peruanos"
y "rioplatenses". También la competencia de mercaderías inglesas
generaría resistencias en los artesanos del interior americano.
Fue
un cambio en las rutas comerciales. Antes del decreto borbónico, las flotas
llegaban desde España al Callao (Lima) y luego a lomo de mula y carretas, a
Buenos Aires y de vuelta nuevamente (no menciono el contrabando del Río de la
Plata que era endémico pero ilegal). En el
último tercio del siglo XVIII en cambio, la ruta era España, Buenos
Aires, Alto Perú y vuelta a Buenos Aires. Lo que significó un gran desarrollo
del litoral "argentino" (así se denominaba a los porteños de Buenos
Aires, "argentinos").
Si
alguien pensó que la mayor afluencia de metálico podía servir para calmar los
ánimos, se equivocaba absolutamente. Luego, en el Río de lña Plata, sobrevinieron,
las invasiones inglesas (1806 y 1807), resistidas y rechazadas, pero con las
cuales en un breve lapso se probó el libre comercio abierto a todos, es decir
con los ingleses especialmente. La defensa y reconquista de Buenos Aires y
Montevideo, de la que participaron los americanos, armando sus propias
milicias, con sus propios fondos, terminó otorgando a estos el manejo de las
principales fuerzas militares del virreinato.
Esta
conjunción de hechos y cambios efectivos en el poder existente va a preparar
las condiciones para las revoluciones que sobre vendrán continentalmente.
En
algunos lugares como México la misma tendrá una connotación social profunda,
con Morelos e Hidalgo, pero en otros lugares como Venezuela, Nueva Granada o el
propio Río de la Plata, serán llevadas adelante por la burocracia
americano-española, comerciantes, algunos pocos ganaderos, incluido españoles y
militares. En efecto no eran tiempos en los que las nacionalidades,
especialmente en América estuvieran consolidadas. Habrá españoles y americanos
en ambos bandos si hablamos de los blancos, pero también podemos decir lo mismo
respecto de los mestizos, indios, zambos y en general todas las clases más
postergadas, incluido los esclavos. No obstante podemos decir que lentamente
los revolucionarios irán tomando medidas que servirán para atraerse a las
clases humildes sin necesidad de obligarlos siempre a ir a la pelea.
En
Brasil está el caso -no sé si famoso- de Domingo Fernandez Calabar lusobrasileño
que se pasó durante las guerras contra Holanda, al bando de esta última y
cuando lo capturaron terminó ejecutado. No se trató de un caso tan aislado,
respondía a este hecho sociológico de que las nacionalidades tenían todavía un
escaso desarrollo ideológico.
¿Quiénes fueron los que lideraron las revoluciones
transformadas en movimientos independentistas, cuando España gobernada por
Fernando VII -con asesores conservadores o liberales la política hacia América
no era muy diferente- intente recuperar las colonias y hacer la guerra a los
sublevados?
Fueron
los criollos en general de fortuna, con buena educación, viajeros y/o
estudiantes en Europa, militares embebidos de las nuevas ideas liberales
surgidas de la revolución francesa o americana y que una vez derrotado
Napoleón, recibieron el padrinazgo de la "Vieja raposa", Inglaterra,
debido a sus propios intereses económicos.
Será
el caso en Quito de Eugenio Espejo (hijo de un indio tuyhuquin), mestizo, que
debió cambiarse de nombre, con la complicidad de algún sacerdote, para poder
ingresar a la universidad. También, Francisco Miranda, Mariano Moreno, Manuel
Belgrano, Bernardo de Monteagudo, Simón Bolívar, Bernardo O'Higgins, José
Francisco de San Martín, Martín Miguel de Güemes, y José Gervasio de Artigas,
Gaspar Rodríguez de Francia para citar
algunos representativos.
No
eran lo mismo, ni tenían ideas totalmente coincidentes. Todos ellos tenían una
diferente historia personal y estudios o formación. Miranda aunque se trataba
de un aventurero, galante, y revolucionario provenía de las clases altas y
aspiraba a la conformación de un Imperio Hispanoamericano independiente. Para
ello intentaría lograr el apoyo del gabinete inglés y también de no ser posible
de los norteamericanos. Bolívar era un "mantuano", es decir que
pertenecía a la clase criolla rica importante, con esclavos y hacienda de
Caracas. Más joven no era muy diferente aunque sus vínculos sociales eran más
sólidos e importantes quizás.
El
proceso independentista en Venezuela y Nueva Granada hacia 1810 termina en un
fracaso porque los realistas venezolanos lograron el apoyo de las clases más
bajas, numerosas y grandes jinetes en el caso de los llaneros, conducidos por
el español José Tomás Boves, conocido por el "Urogallo" o
"Taita" simplemente entre sus hombres. Este hombre se transformó en
un caudillo popular que aprovechó el odio de los humildes hacia las clases
altas criollas y formó la más formidable caballería de aquel momento con los
llaneros venezolanos. Derrotó a Bolívar y los patriotas que intentaban
constituir la República y obligó a Bolívar a huir al Caribe. Será en Jamaica donde
escribe una famosa carta que es todo un programa político (en ella menciona su
voluntad de construir una gran América) y luego se refugia en Haití donde Alexander
Petión líder de la independencia le da ayuda para retornar al continente a la
vez que le exige que libere los esclavos ni bien pise tierra continental.
En
tanto, Boves había muerto en batalla y su liderazgo no encontró reemplazo.
España a la par enviaba al general Morillo con un poderoso ejército a Nueva
Granada para derrotar a los patriotas. Este general formado en las tradiciones españolas desecho
el ejército de Boves. Para tener una idea de la complejidad del proceso
independentistas y las necesidades sociales digamos que el "Taita"
reclutaba llaneros bajo la consigna de: "¡Guerra a los blancos explotadores del pardo y del indio! ¡Las tierras
de los blancos para los pardos!"
Lógicamente que los blancos conducidos por Bolívar fueron derrotados.
Sin
embargo es Petión el que le da nuevo programa a Bolívar, para triunfar, al
exigirle la manumisión de los esclavos. Este cumple parcialmente su palabra y
libera a sus propios esclavos, pero sus compañeros de lucha fueron más duros
para aceptar esta medida.
No
obstante la revolución ya era imparable, los generales para la guerra
provendrían de todas las clases sociales y muchos de las humildes como en el
caso de Páez. En suma fue Bolívar quien convenció a los llaneros de integrar el
bando patriota lo que le permitiría el triunfo en este nuevo intento. Sin
embargo es necesario admitir que nunca perdió el Libertador sus prejuicios
raciales.
Su
capacidad tampoco fue la de un militar, sino la de un político que intento tal
vez bajo las enseñanzas de Miranda constituir una Confederación
hispanoamericana e incluso Iberoamericana.
Pero
su proyecto fue derrotado. Bolívar venció a través de José Antonio de Sucre en
Ayacucho al último intento español absolutista de recuperar algo de aquel vasto
imperio. Lo venció por las armas Pero el intento de organizar una gran
confederación americana fracasó por múltiples
causas.
Una
no menor fue la interferencia de los intereses económicos de las grandes
potencias: Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos en ese orden, que trataban de
dividir y fragmentar todo lo que pudieran. Otra fueron las tradiciones
regionales, que arrastraban rivalidades y autonomismo desde la colonia. También
el accionar egoísta de las altas clases que dominaban en los puertos de
ultramar o en los enclaves mineros ligadas al comercio exterior. Las distancias
y difíciles comunicaciones, la desconexión económica entre los distintos
núcleos urbanos, la vasta geografía, en fin numerosos fueron los problemas. No
había un centro de atracción con suficiente poder político como lo había sido
España.
El
Congreso de Panamá, convocado por Bolívar fue un fracaso. Sólo concurrieron
Perú, Centroamérica, Colombia y México. Como invitados no latinos, lo hicieron,
Gran Bretaña, los Países Bajos y Estados Unidos. Todo se diluyó y la reunión se
terminó trasladando a Tacubaya (México) donde solo quedaron Colombia, México,
Centroamérica y EE. UU.
Bolívar
cercano a la muerte en 1830 dirá el 9 de noviembre desde Barranquilla al general Juan José
Flores que ya era presidente del pequeño Ecuador: “(…) 1º la América es
ingobernable para nosotros; 2º el que sirve una revolución ara en el mar (…) La
súbita reacción de la ideología exagerada va a llenarnos de cuantos males nos
faltaban (…) Ud. verá que todo el mundo va a entregarse al terreno de la
demagogia, y ¡desgraciados de los pueblos! Y ¡desgraciados de los gobiernos!”[2]
Otro
fue el caso de San Martín, hombre que habiendo nacido en Yapeyú lo que hoy
pertenece a la provincia de Corrientes, solo pasó unos pocos años en el Río de
la Plata. Estudió en España donde desarrolló la carrera militar con éxito y
volvió ya "treintañero" a ponerse al servicio del gobierno
rioplatense en marzo de 1812. Imbuido de las ideas de Miranda y de la masonería
escocesa a la que frecuentó, no solo deseaba la independencia de América sino
mantener la mayor unidad continental posible. En esto tenía similares objetivos
que Bolívar. Su formación ideológica fue la de un militar liberal español,
moderadamente afrancesado, aunque un tanto conservador. Esto le generó siempre
desconfianza hacia los caudillos populares
como Artigas, aunque buen político, siempre supo cuando debía aceptarlos
para desarrollar la guerra a los realistas que fue la misión autoimpuesta.
Fueron
personalidades muy diferentes las de Bolivar y San Martín. Sin embargo eran
demasiado fuertes ambos para convivir bajo la misma causa. San Martín llegó al
Perú, declaró la independencia, pero no pudo derrotar plenamente a los
realistas. Buenos Aires que ya se sentía segura de cualquier invasión y se
disponía a enriquecerse con su comercio, puerto y aduana, lo abandonó a su
suerte en Lima. No tuvo otra alternativa que retirarse luego de Guayaquil,
aunque protestaran algunos de sus amigos como Tomas Guido. Optó por hacerlo a
Europa porque no deseaba participar de las guerras civiles que se avecinaban. No
volvió más y cuando lo hizo, en plena guerra entre unitarios y federales, solo
llegó al puerto de Montevideo para volverse, rechazando un ofrecimiento de
Lavalle, ex subordinado suyo, de ponerse al frente de la sedición que él estaba
encabezando.
A
partir de estos momentos, alrededor de mediados y finales de la década de 1830,
se iniciará el proceso de constitución de los países que hoy forman Suramérica.
Fue el fracaso final de los libertadores. No todo es triunfo ni todo derrota.
Expulsaron a España del continente, pero no pudieron mantener la unidad, aunque
sea confederal, de las antiguas colonias. Gran Bretaña que había apoyado los
movimientos independentistas, inclusive el de Brasil que tuvo otras connotaciones,
se abocará a fomentar las divisiones entre las regiones. De cada audiencia
española surgirá una nación lo que debilitará las posibilidades de políticas
soberanas, sin depender económica y en ocasiones políticamente, de Europa
primero y luego de Estados Unidos.
CONCLUSIONES
Habrá
que esperar hasta finales del siglo XIX y principios del XX para que surja un
nuevo movimiento intelectual que retome
las ideas de los libertadores de unificar la América Ibérica. Ya en este
momento se incluirá a Brasil.
Son
aquellos intelectuales que denominamos de la
generación del 80, los positivistas (no en todos los casos), y lo novecentistas que inician una revisión
de nuestra historia: Adolfo Saldía, los Quesada, Manuel Ugarte, Manuel Gálvez, José
Martí, José E. Rodó, los reformistas de Córdoba de 1918, Saúl Taborda, Deodoro
Roca, y más adelante Victor Raúl Haya de las Torre en Perú, para citar solo a
los más importantes.
Si
bien aspiraban a realizar una revolución, solo lograron moverse en el plano
espiritual.
También
Brasil va a sentir los efectos de una oleada americanista aunque con particularidades. En efecto, con el comienzo
del siglo (1902) asume el ministerio de Relaciones Exteriores de la nueva
República, José María da Silva Paranhos Junior, Barón de Río Branco quien
permanecerá en el cargo hasta su muerte en 1912. Es indudablemente el gestor de
la moderna diplomacia brasileña, que hizo de Itamaraty, un instrumento de
gobierno hábil y poderoso, respetado interna y externamente. Su política
oscilará pendularmente entre un acercamiento a EE. UU., por razones comerciales
y geopolíticas, (existe una cierta complementariedad entre ambas economías) y
una mirada hacia Argentina y Chile, a quienes consideró compañeros estratégicos
de ruta para una política sudamericana.
Río
Branco tuvo buenas relaciones con el segundo gobierno de Roca y con el de Sáenz
Peña, especialmente por el accionar de un gran embajador argentino en aquel
país que fue el cordobés Ramón J. Cárcano. La acción diplomática de este ayudó
a la firma del primer tratado de ABC (Argentina, Brasil, Chile) que no podrán
ver ni Paranhos ni Sáenz Peña porque mueren antes.
Contradictorio,
por momentos imitando tal vez sin sentido el armamentismo europeo de la época,
con astucias y fuertes razones de estado el Canciller carioca estuvo convencido
siempre y actuó en consecuencia: “de que una cordial inteligencia entre
Argentina, Brasil y Chile sería de gran ventaja para cada una de las tres
naciones y tendría influencia benéfica dentro y fuera de nuestros países”
Es
destacable también que en 1892, el historiador lusitano Joaquín Pedro Oliveira
Martins en ocasión del 400 aniversario del descubrimiento de América, haya
propiciado “recuperar la unidad histórico cultural de América Latina”. Con
anterioridad, el diputado brasileño Aristide Maia, propuso en la retórica
parlamentaria conformar una “Confederación Sudamericana”. Claro está el tema no
era solo ideológico, Brasil y Argentina tenían un importante comercio bilateral
del que Argentina era acreedor. También Assis Brasil, diplomático originario de
Río Grande, el mismo estado del que provendría Getulio Vargas, iba a impulsar
ya en esta época una alianza integradora de Uruguay, Argentina, Brasil y Chile.
Pero quizás la obra precursora de la conciencia latinoamericana brasileña es “A
América Latina: males de origem” aparecida en 1903 y escrita por Manoel Bomfin,
en la que se denuncia el imperialismo y el colonialismo y se sustenta la idea
de “salvarnos juntos”.
Recién
a mediados del siglo XX, podemos decir desde la crisis del 30, aquel movimiento novecentista buscará con
posibilidades reales de concreción. Será el caso de Juan Domingo Perón en
Argentina, Carlos Ibañez del Campo en Chile y Getulio Vargas en Brasil, el
nuevo ABC ya intentado por Julio Argentino Roca a principios del XX.
Lamentablemente ninguno de los tres fue comprendido por muchos de sus
ciudadanos: Ibañez terminó a duras penas su mandato en soledad y en medio de
una fuerte inflación, Perón fue derrocado por un golpe cívico militar y antes, en
1954 Getulio se había suicidado.
A
fines del siglo XX y en este XXI renacerá como necesidad social y política la
posibilidad de integración latinoamericana. Esta debe ser impulsada por las
nuevas juventudes dirigentes que inventen las nuevas formas de integración,
dejando de lado personalismos y antiguos rencores para dar paso a una gran
política que permita a Suramérica y si es posible a toda Latinoamérica ser una
gran potencia.
La
integración no puede ser desigual, debe ser solidaria, equilibrada porque la
unificación sobre la base del predominio de algunos sobre otros solo será
motivo de nuevos conflictos.
Chile
deberá rever la guerra del Pacífico y otorgar la salida al mar a Bolivia y lo
que sea necesario al Perú. Brasil debe replantearse la guerra contra el
Paraguay, Argentina ya lo hizo, Ecuador sus desavenencias con Perú y Venezuela
con Colombia. Paraguay superar esa terrible guerra contra Bolivia.
En
eso la cultura, tiene una asignatura pendiente. A esto debemos agregar lo
esencial: la economía. No habrá integración sin economías entrelazadas, y sin
una cultura que le de sustento. Por otra parte si no nos unimos en una gran
Patria Grande, olvidemos el ideal de un
continente plural, respetuoso de los derechos humanos y con justicia social.
Para
finalizar me voy permitir citar a un gran militante de la Patria Grande: Manuel
Ugarte quien define un pensamiento que hoy tiene algo de profecía: “Iberoamérica procede de dos vertientes que
nada puede desviar o suprimir: la que emana de la América precolombina y la que
irrumpe de la presencia hispana (…) hay que evitar que corran riesgo de
desaparecer porque constituyen la promesa de una nueva modalidad humana, de un
pensamiento distinto de los valores universales. Tengo ciega fe en Iberoamerica y en su predestinación. Llego a creer que su existencia como organismo autónomo es necesaria para el
equilibrio del mundo.”
|
MANUEL UGARTE LUCHADOR DE LA PATRIA GRANDE |
San
Antonio de Arredondo junio de 2013
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[2]
Bolívar, Simon,
Escritos Políticos, Alianza Editorial, Madrid 1969. Pág. 169