nuevo libro de marcelo gullo sobre quien fuera uno de los amigos intelectuales del Papa Francisco
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Adelantamos el prólogo del autor:
ADIOS
AL MAESTRO
(Escrito
la misma noche del paso a la inmortalidad de Alberto Methol Ferré)
Por
Marcelo Gullo*
Estaba
en Buenos Aires cuando a las 8 de la mañana del día miércoles 11 de noviembre, mi amigo, Hugo Manini, me avisó que mi gran maestro, Alberto
Methol Ferré, se estaba muriendo en un hospital de Montevideo, que le quedaban
apenas días, o tal vez, horas, de vida. No pude contener el llanto y lloré.
Lloré, desconsoladamente. Un sentimiento de impotencia y desesperación embargó
mi alma al no poder cruzar el Río de la Plata para despedirme de uno de las
personas que más he amado en mi vida.
No
era difícil amar al maestro pues, él era, en sí mismo, fruto del amor - sus
padres lo quisieron y lo amaron siempre - y él, vivió amando. Methol amó
siempre, amo a sus padres, amó la vida, amó a sus amigos, amó a sus discípulos,
y amó a Dios, sobre todas las cosas.
Methol representa el triunfo del amor, del sacrificio y de la alegría. “Sin
sacrificio no hay triunfo” me repetía siempre, con cariño, “pero, - me
advertía luego- sin alegría, no hay victoria”.
Alberto
Methol Ferré nació en Montevideo el 31 de marzo de 1931. Cariñosamente sus
padres lo llamaban “Tucho”, un apodo cariñoso que lo acompañó toda su vida. La
historia de Methol fue la historia de un niño tartamudo que, rodeado del amor
de sus padres, sin perder jamás la esperanza, viviendo siempre alegremente,
pudo superar ese problema y convertirse, ya entrado los años, en el más grande
orador de la América Española. “Usted va a hablar Methol” - le dijo en sus
mocedades el gerente del puerto de Montevideo -“ pero como los profetas cuando tenga algo muy trascendente que
comunicar”. Y, pasados los años, Methol habló. Habló incansablemente, hasta
su último aliento. Y habló siempre - alegre y apasionadamente - de sus dos
grandes amores: La Iglesia ( a la cual el llamaba siempre la “Santa Madre”) y
América Latina. Alguna vez, un amigo lo calificó del “Hegel de los cabecitas
negras”, “del Hegel suramericano”, quizás sería más apropiado decir que fue el
Sócrates del Río de la Plata, el Sócrates de la América del Sur.
Methol,
retomando el camino de José Enrique Rodó, de Manuel Ugarte, de José
Vasconcelos, de García Calderón y de Rufino Blanco Fombona –cuando sus palabras
ya habían sido olvidadas y sepultadas- nos recordó y nos enseñó que la
verdadera Patria era la Patria Grande.
Una,
y mil veces, Methol nos recordó el pensamiento de Rodó cuando este afirmaba,
que “Patria es, para los hispanoamericanos, la América española. Dentro
del sentimiento de patria cabe el sentimiento de adhesión, no menos natural e
indestructible, a la provincia, a la comarca; y provincias, regiones y comarcas
de aquella patria nuestra, son las naciones en que ella, políticamente, se
divide…La unidad política que consagre y encarne esa unidad moral –el sueño de
Bolívar- , es aún un sueño cuya realidad no verán las generaciones hoy vivas.
¡Qué importa! Italia, no era sólo la expresión geográfica de Metternich, antes
de que la constituyeran en expresión política la espada de Garibaldi y el
apostolado de Mazzini.”
Una,
y mil veces, Methol nos recordó el pensamiento de Vasconcelos cuando éste
afirmaba que : “ La civilización no
se improvisa ni se trunca, ni puede hacerse partir del papel de una constitución política; se
deriva siempre de una larga, de una secular preparación y depuración de
elementos que se trasmiten y se combinan desde los comienzos de la Historia.
Por eso, resulta tan torpe hacer comenzar nuestro patriotismo con el grito de
independencia del Padre Hidalgo, o con la conspiración de Quito; o con las
hazañas de Bolívar, pues si no lo arraigamos en Cauhtemoc y en Atahualpa, no
tendrá sostén, y al mismo tiempo es necesario remontarlo a su fuente hispánica
y educarlo en las enseñanzas que debemos derivar de las derrotas, que son
también nuestras, de las derrotas de la Invencible y Trafalgar.”
Una,
y mil veces, Methol nos recordó el pensamiento de Blanco Fombona cuando este
afirmaba: “Los yanquis son para nosotros peores que nadie por su cercanía:
son el lobo en el aprisco.”
Una,
y mil veces, Methol nos recordó el pensamiento de Ugarte, cuando este afirmaba:
“A todos estos países no los separa ningún antagonismo fundamental: Nuestro
territorio fraccionado presenta, a pesar de todo, más unidad que muchas
naciones de Europa. Entre las dos repúblicas más opuestas de la América
española hay menos diferencias y menos hostilidad que entre dos provincias de
España o dos estados de Austria. Nuestras divisiones son puramente políticas y,
por lo tanto, convencionales. Los antagonismos, si los hay, datan, apenas, de
algunos años y más que entre pueblos, son entre los gobiernos. De modo que no
habría obstáculo serio para la fraternidad y la coordinación de países que
marchan por el mismo camino y hacia el mismo ideal. Sólo los Estados Unidos del
Sur pueden contrabalancear, en fuerza, los del Norte”.
A
las izquierdas, nunca le gustó que Methol fuese un hijo intelectual de Rodó y
Vasconcelos, y a las derechas, nunca les gustó que fuese el hermano intelectual
de Abelardo Ramos. Claro, Methol iba más allá de las derechas y de las
izquierdas, porque Methol era “pochista”, porque Methol era también un hijo intelectual
de Perón, al que Methol, en su estilo tan coloquial, cargado de cariño y
admiración, gustaba llamar “el Pocho”. “¿Que clase de pochistas son ustedes-
gritaba Methol con esa voz de trueno que tenía cuando se enojaba, interpelando
al pejotismo-, que se han olvidado lo fundamental del pensamiento del Pocho?”.
“Lo fundamental del peronismo –repetía
una y mil veces Methol-, es que constituye una filosofía de la vida,
simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista
por eso no es, de ninguna manera, compatible con el progresismo que instaura la
relatividad de los valores, destruye la familia y confunde caprichos con
derechos”.
Todavía
recuerdo el fuego de sus ojos y su voz de trueno cuando denunciaba el abandono,
por parte de la mayoría de la dirigencia peronista, de los valores cristianos
del justicialismo y del pensamiento estratégico de Perón. Methol estaba
entrañablemente unido al peronismo. Había nacido a la militancia política
siendo uno más en las grandes manifestaciones que el viejo caudillo oriental,
Herrera, convocaba para oponerse a la instalación de las bases militares norteamericanas
en el Uruguay. Bases que estaban destinadas a intimidar a la Argentina
peronista. Conviene recordar que durante la Segunda Guerra Mundial, Estados
Unidos trató de convencer al Brasil de que bombardeara Buenos Aires. Aviones
norteamericanos, piloteados por norteamericanos, pero pintados con los colores
del Brasil, bombardearían la capital Argentina, a cambio, el Brasil recibiría
la Mesopotamia. Felizmente, el destino de Brasil estaba conducido por el gaucho
Getulio Vargas quien se negó, rotundamente, a que el Brasil se prestara a
aquella terrible infamia. Fue por
aquellos días en que Methol conoció el pensamiento de Perón y en que
comprendió, por siempre, que la unidad de la América Latina requería como condición
previa la unidad de la América del Sur y que la condición sine qua non
de la unidad de la América del Sur, era la unidad argentino brasileña. Fue
entonces que fundó la primera revista “Nexo” porque el Uruguay que había
sido “Banda Oriental” o provincia “Cisplatina”,
“debía ser” el nexo de
la unidad entre Argentina y Brasil.
Duró
poco tiempo aquella primera revista “Nexo”, en la cual, junto a Methol,
estaba ese gran patriota e historiador iberoamericano que fuera Washington
Reyes Abadie. Fueron ellos, grandes e inseparables amigos. Data también, de
aquellos tiempos, la entrañable amistad de Methol con Ramos. Grande fue el
asombro del marxista Ramos cuando luego de la publicación de su primer libro
“América Latina, un país” recibiera una carta del católico Methol felicitándolo
por la publicación del libro. Se conocieron entonces, y fueron amigos
inseparables, hasta el final de la vida de Ramos.
Importa
destacar también, que fue en 1955 a raíz del derrocamiento de Perón por a
revolución fusiladora que don Arturo Jauretche se exilia en Montevideo y que,
el joven Methol, siempre ávido por aprender, acudió al encuentro del maestro.
Don Arturo lo adoptó como a un hijo. Eran años en que la historia corría de
prisa. Vendría luego la Revolución cubana y su enorme influjo sobre la juventud
latinoamericana. Methol escribía, por entonces, en la revista “Vísperas”, y sintió la necesidad de
evitar el “holocausto”. Alzó su voz, entonces, para advertir que la juventud
estaba siendo conducida a un “sacrificio inútil”, dado que, en América del Sur,
los movimientos guerrilleros jamás podrían derrotar a los ejércitos regulares.
Que la política de la muerte conducía a la muerte de toda política. Salvó la
vida de cuanto muchachos pudo. Entre ellas la de su querido sobrino. Una orgía
de violencia y de terror, ensangrentó, entonces, la América Latina toda. Methol
trabajaba en el puerto de Montevideo y al producirse la interrupción del orden
constitucional en Uruguay, no dudó un minuto en denunciar al golpe cisplatino y
cipayo. Expulsado del puerto y sin trabajo, la Providencia lo condujo al CELAM.
Fueron los años más felices de su vida. Recorrió una y otra vez, la América
Latina toda. Se enfrentó intelectualmente a Gutiérrez y a su “Teología de la
Liberación”. Derrotó a ambos. Años más tarde, sin embargo, no le temblaría
el pulso a Methol para denunciar, que la derrota de la “Teología de la
Liberación”, había servido, lamentablemente, para que los sectores más
retrógrados del catolicismo se olvidaran de los pobres. Methol, durante los años en que trabajo en el CELAM,
desarrolló un gran pensamiento teológico. Pocos saben que fue Methol, el autor
intelectual de la parte sustancial del
determinante y trascendente “Documento de Puebla”. A él, tampoco
le gustaba decirlo. Pero hay que decirlo, porque la Iglesia está en deuda con
Methol. Si las Universidades Católicas no fueron capaces, en vida de Methol, de
otorgarle el doctorado honoris causa, que por la potencia intelectual
que aportó a la “Santa Madre”, merecía largamente, sería un acto de
justicia que lo haga ahora, hoy, post morten. Ojalá así sea, aunque lo
dudamos mucho, pues la mayoría de esas universidades están infectadas del virus
liberal y desconocen la obra del más grande pensador católico latinoamericano
del siglo XX.
Methol,
el “Cid Campeador de la América del Sur”, fue una especie de gladiador
intelectual que en cada batalla se jugaba la vida. Era asombroso su desprecio
por lo que algunos llaman la “prudencia intelectual” - consistente en medir las
palabras para no ofender al César de turno - Methol, amaba más la verdad, que
la prudencia. Su vida fue una lucha por la reconquista de la unidad de la
América Latina. En los últimos años, le “dolía” la Argentina. Él, que gustaba
presentarse como un “argentino oriental”
repetía constantemente, con gran congoja, “la Argentina está dormida,
atontada y todos la necesitamos porque sin Argentina no hay integración sino
hegemonía brasileña”.
Hace
exactamente un año, estábamos en el jardín de mi casa y ahora,
retrospectivamente, me doy cuenta que nos estaba dictando su testamento
político, que nos estaba indicando las nuevas batallas que deberíamos afrontar.
El objetivo estratégico era el mismo de siempre: la construcción del Estado
Continente Suramericano, para que podamos incorporarnos, por fin, a la
historia, como protagonistas y no como sirvientes pero, la batalla táctica
pasaba por derrotar a los “neobandeirantes
que sueñan con la hegemonía brasileña sobre la América del Sur” y al “porteñaje neorivadaviano” que
propone ahora la alianza con el Brasil, pero una alianza de espaldas a nuestros
hermanos hispanoamericanos. Lo veo caminando por el jardín, repitiéndome, una y
otra vez, “El porteñaje no quiere ser aliado del Brasil, tiene vocación de
sirvienta, quiere ser súcubo del Brasil para dominar hacia adentro, no
le importa la suerte de Salta, de Formosa, del Chaco o de Jujuy como no le
importa la suerte de Bolivia, el Paraguay o el Uruguay, así todos seremos una
semicolonia del Brasil”.
Le
alcanzaba también el tiempo para ayudarla a mi hija, María Inés, a hacer la tarea
escolar, y para brindarle su afecto a mis hijos Juan Carlos y Antonio. Claro
porque Methol amaba y brindaba su amor a los que lo rodeaban. Volvía luego a
describir cruelmente la realidad de una Argentina que, luego de la muerte de
Perón, había perdido - según Methol - su espíritu de grandeza, pero su discurso
no tenía dejo alguno de desesperanza. Estaba seguro que nada de lo que decía
era en vano. Estaba seguro de que algún día, miles de latinoamericanos, harían
realidad el sueño de San Martín, de Bolívar, de Artigas, de Rodó, de Ugarte y
de Perón. Un “sueño” que era, también, el suyo. Estaba seguro que al final del
camino, Dios lo esperaba. Hoy, su alma ya está con Dios. Nosotros, que fuimos
sus amigos, compañeros y discípulos trabajaremos con alegría para entregarle el
único regalo que él, desde el cielo, espera de nosotros: la unidad de la
América del Sur, la reconstrucción de la Patria Grande. Si así no lo
hiciésemos, que Dios, la Patria y el querido “Tucho”, desde el cielo, nos lo
demanden.
**Marcelo Gullo en 1981, comenzó su militancia política contra la dictadura militar
que, desde 1976 había usurpado el poder. Doctor en Ciencia Política por la
Universidad del Salvador, Licenciado en Ciencia Política por la Universidad
Nacional de Rosario, Graduado en Estudios Internacionales por la Escuela
Diplomática de Madrid, Magister en Relaciones Internacionales, especialización
en Historia y Política Internacional, por el Institut Universitaire de Hautes
Etudes Internationales, de la Universidad de Ginebra. Discípulo del politólogo
brasileño Helio Jaguaribe y del sociólogo y teólogo uruguayo Alberto Methol
Ferré, ha publicado numerosos artículos y libros, entre ellos Argentina Brasil:
La gran oportunidad (prólogo de Helio Jaguaribe y epílogo de Alberto Methol
Ferré) y La Insubordinación Fundante: Breve historia de la construcción del
poder de las naciones (prólogo de Helio Jaguaribe). Este libro fue traducido al
italiano y publicado en el 2010, en Firenze por la editorial Vallecchi, con el
título: “La costruzione del Potere”. Asesor en materia de Relaciones
Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la
Educación y la Cultura (FLATEC) . Profesor de la Maestría en Estrategia y Geopolítica de la Escuela
Superior de Guerra y de Universidad
Nacional de Lanús. Prosecretario del Instituto de Revisionismo Histórico
Nacional e Iberoamericano Manuel Dorrego
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