Sobre los finales de 1810, los distintos intereses económico-sociales-culturales del ya ex virreinato, se expresaron en distintos grupos. Algunos más localistas –portuarios- y otros americanistas.
José Gervasio de Artigas en la Banda Oriental subleva al cuerpo de Blandengues en enero de 1811, para ponerse a las órdenes de la Junta Grande. El 18 de mayo obtiene el estratégico triunfo de Las Piedras que permite iniciar el sitio de Montevideo y lo insinúa como caudillo de su provincia.
En septiembre cae la Junta Grande y se forma el Primer Triunvirato, cuyo numen teórico será su secretario, don Bernardino Rivadavia, y cobra fuerza la política de la burguesía comercial porteña, medrosa y localista que contribuirá a gestar un largo enfrentamiento con el caudillo oriental y otros dirigentes provincianos.
La dirigencia surgida de la Revolución se debatía a la búsqueda de una nacionalidad que a veces era americana, en ocasiones rioplatense y con Rivadavia y su grupo, excesivamente “porteña”.
Mapa jesuítico de 1600 en el cual se denomina "Paraquaria" a la región del Río de la Plata. El mismo me fue facilitado por el amigo uruguayo Alberto Umpierrez.
Mapa jesuítico de 1632 de la región, también facilitado por Alberto Umpierrez. Ambas cartografías demuestran la importancia de Asunción y la Banda Oriental en épocas previas a la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776/1777.
Mapa jesuítico de 1600 en el cual se denomina "Paraquaria" a la región del Río de la Plata. El mismo me fue facilitado por el amigo uruguayo Alberto Umpierrez.
Mapa jesuítico de 1632 de la región, también facilitado por Alberto Umpierrez. Ambas cartografías demuestran la importancia de Asunción y la Banda Oriental en épocas previas a la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776/1777.
En los escritos del período se utilizaban diversas designaciones. El Plan de Operaciones de Moreno hablaba de “Provincias Unidas del Río de la Plata”, pero también de un difuso “Estado Americano”. En realidad, sea por razones coyunturales o por convicciones estratégicas, o en última instancia porque se trataba de un “clima de época”, nadie abandonaba totalmente la visión americana de la revolución. El Triunvirato a pesar de su moderación y localismo, escribía a la Junta que presidía el Paraguay solicitándole hombres para los ejércitos orientales (lo mismo hizo Artigas) y la nota concluía con una exhortación impecable: “Los bravos paraguayos sólo pueden defender la libertad y la gloria de su provincia peleando entre las filas de sus hermanos y auxiliándoles en la lucha contra los implacables enemigos de la América del Sur.” (Nota a la Junta Paraguaya: 12-mayo-1812).
La Asamblea del año XIII, sesionó en nombre de las “Provincias Unidas del Río de la Plata”, lo cual reflejaba un concepto centralizador del estado, dentro de la antigua territorialidad virreinal. Esta Asamblea rechazó, en una muestra de miopía política “porteñista”, a los diputados “artiguistas” con mandato federal, temiendo la pérdida de la hegemonía de Buenos Aires, acción que favorecerá las guerras internas. Artigas a pesar de ello mantuvo, hasta su derrota en 1820 y con posterioridad hasta su muerte, una postura americanista y federal. En 1846 –cuatro años antes que falleciera- José María Artigas, su hijo, lo visita en el Paraguay, intentando hacerlo retornar a Montevideo, en ese momento sitiada por Manuel Oribe ligado a Juan Manuel de Rosas, pero el gran patriota rechazó volver adonde “aun peleaban”: “Siendo que hasta aquí llega la Patria, quedaré, hasta que Dios me llame, porque mi corazón idolatra la formación de América Grande…[1]”
En 1812 habían llegado a Buenos Aires, a bordo de la fragata inglesa George Canning, José de San Martín, Carlos M. de Alvear y José Matías Zapiola, quienes estaban vinculados a la logia de Londres, Gran Reunión Americana. Todos participaban de una ideología americanista propiciada tempranamente por el singular venezolano Francisco Miranda.
A poco de arribados, el 8 de octubre, “los logistas” dan un golpe contra el Triunvirato rivadaviano, conforman uno nuevo y se vinculan con algunos de los “morenistas”, como Manuel Belgrano, Bernardo Monteagudo, entre otros, para impulsar su proyecto. Crean también la “Logia de los Caballeros Racionales” -en una segunda etapa (circa 1816) por influencia de San Martín se denominaría “Lautaro”-, que a la vez tendría una filial en Chile encabezada por Bernardo O’Higgins, quien dejó un apunte manuscrito en el que establecía que esta organización se creó por “la falta de sistema y combinación entre los dirigentes del movimiento emancipador” quienes hasta ese momento actuaban sin plan, en forma pragmática e improvisada. Por cierto este “partido americano” tenía por objeto trabajar “con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad”. Por este motivo, la logia matriz tuvo dos secretarios: uno para la América del Norte y otro para la del Sur[2].
Impulsados por este espíritu independentista y americanista, los gobiernos de las Provincias Unidas, en medio de fuertes conflictos –uno de ellos era el enfrentamiento con la Liga del Litoral de Artigas- avanzaron en la convocatoria de un Congreso General en Tucumán.
Mientras tanto San Martín, licenciado del Ejército del Norte por enfermedad, intentaba reponerse en Saldán, en una casa facilitada por Eduardo Pérez Bulnes, al tiempo que planeaba su estrategia libertadora por Chile junto a algunos colaboradores. Entre estos se contaba su cófrade y amigo de la logia de Londres, Tomás Guido. Seguramente durante su estadía en Gran Bretaña, el hombre de Yapeyú, debió conocer algunos de los planes que los ingleses preparaban contra el imperio español utilizando la ruta del Pacífico, sin embargo hubo influencias americanas. Enrique Paillardelle (hijo de un francés y una limeña) líder de una derrotada revolución en Tacna, estaba convencido que la ruta del Desaguadero no era la mejor para llegar al Perú y proponía una expedición desde Valparaíso[3]. También el delegado argentino ante Chile en 1813, Dr. Bernardo de Vera y Pintado –luego sería auditor de guerra del ejército de los Andes- había escrito al Segundo Triunvirato proponiendo la acción conjunta de Chile y Buenos Aires sobre Lima.
Recuperado San Martín de su dolencia, pide al Director Supremo, la gobernación de Cuyo para preparar su campaña libertadora. Como gobernador, a través de sus diputados, insta al Congreso de Tucumán a declarar la independencia, lo que se concreta el 9 de julio de 1816. El acta es inequívoca en su ideología: “Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América”… declaran su voluntad de ser “una nación libre e independiente”[4]
La denominación adoptada no es casual, había un espíritu y un proyecto sudamericano. Lamentablemente, la nacionalidad se contrajo en lugar de expandirse, predominaron los mezquinos intereses de campanario y las políticas de las grandes potencias de la época. El Alto Perú abandonado por Buenos Aires se transformará en Bolivia. Charcas, Mizque y Chichas provincias participantes del Congreso pasarán a ser parte de ese país. La Gran Colombia se “balcanizaría” a pesar del esfuerzo de Bolívar. La diplomacia inglesa fraguaría la creación del Uruguay y el Paraguay mantendría un aislamiento que le sería letal hacia 1865.
El proceso abierto en mayo de 1810 se cerraba con algunos triunfos y muchas cuestiones pendientes.
Sombrío final aguardaba a quienes habían imaginado una grande América. Bolívar moriría tuberculoso a los 47 años. San Martín, concluiría su vida en Europa, como virtual desterrado rioplatense. Artigas agonizaba en la selva paraguaya, “protegido” por el cerril localismo del “ex monserratense”, el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia.
¿Acaso en el siglo XXI lograremos redimir aquel grandioso proyecto de una Patria Grande? Este es el desafío y el porvenir. Así sea.
[1] Pedro GAUDIANO, Artigas católico, Montevideo, Universidad Católica de Uruguay, 2002, pág. 185.
[2] Antonio J. PÉREZ AMUCHÁSTEGUI, Ideología y acción de San Martín, Buenos Aires, EUDEBA, 1966, pág. 16
[3]Paillardelle, luego se enfrentó con San Martín, se hizo “alvearista” y terminó fusilado por sus enemigos políticos. Patricia PASQUALI, San Martín, la fuerza de la misión y la soledad de la gloria, Buenos Aires, Sudamericana, 1999, pág. 196.
[4] Comienzo del Acta de Declaración de la Independencia de Tucumán.
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