SAN MARTÍN Y BOLIVAR POLÍTICOS SUDAMERICANO
Enzo Alberto Regali
“El único amigo que parece tiene usted en el
otro lado es [Juan Bautista] Bustos, el cual defiende a Ud. a capa y espada,
con la mira (según dice) de que nombren a usted director por la provincias
federadas y quedar él de delegado…” Así, “descarnadamente”, describía Juan
García del Río, el 21 de marzo de 1822, desde Chile, la situación que se vivía
y lo que se pensaba de José de San Martín en ese país y en las Provincias
Unidas del Río de la Plata. No se puede ser grande impunemente decía Bolívar.
En este
período el libertador, estaba convencido de que la mejor forma de gobierno,
para evitar las guerras civiles, garantizar la unión nacional de los países de Sudamérica
y alejar los peligros de la disolución, era la monarquía constitucional. Nombrado
Protector del Perú, cargo que ejerció con “un tono monárquico y americanista”[1],
se ilusionó vanamente con conseguir un príncipe europeo. Con este cometido
envió a Europa a sus dos amigos García del Río y Diego Paroissien, quienes al
llegar a Chile escribieron la carta mencionada.
San Martín y Bolívar en Guasyaquil |
Las instrucciones
a los diplomáticos fueron cifradas es decir secretas y se les ordenaba buscar un
príncipe inglés, en segundo lugar uno de Rusia o Austria y de no ser posible
esto, alguno de Francia o Portugal e incluso el príncipe de Luca, Carlos Luis
de Borbón, aquel que también interesaba a Juan M. Pueyrredón y al ex congreso de Tucumán ya instalado en
Buenos Aires[2].
La única condición para cualquiera de estos era que aceptaran el catolicismo
como religión del estado.
El
monarquismo sanmartiniano fue olvidado por parte de los historiadores de sesgo
liberal pero el revisionismo tradicional restó importancia a este intento de
coronar un vástago europeo. Bartolomé Mitre no se “extiende” en el tema y lo censura de acuerdo
a sus ideas. El segundo sector carga las tintas en el Directorio, el Congreso y
la Constitución de 1819, pero lo cierto es que estos errados planes europeístas,
también lo fueron de San Martín. La
diferencia estratégica era que este lo hacía pensando en América y los porteños
por un cerril localismo portuario.
Como buen
militar de carrera, formado al servicio de la monarquía española y liberal moderado en sus ideas, al Protector lo
aterraba la anarquía. Nunca tuvo buena relación con José Artigas ni con los
caudillos provinciales, si bien se negó a usar su ejército para combatirlos
cuando se lo ordenaron desde Buenos Aires pero no por coincidencias políticas sino para no entorpecer la lucha por la independencia.
El viejo imperio hispanoamericano se había
comenzado a disgregar a poco de andar. Los intereses económicos, sociales y
culturales contenidos por siglos bajo la corona de España, estallaban y a ellos
se sumaban los intereses de las grande potencias europeas, como Gran Bretaña y
Francia, que no les importaba
fragmentar, para conquistar los nuevos mercados.
En 1820 luego
del triunfo en Cepeda de los caudillos federales, la mayoría de las provincias
reasumieron su soberanía. Tiempo después, Bustos ya gobernador de Córdoba, va a
intentar organizar constitucionalmente el país convocando a un Congreso en Córdoba, tal vez por las
razones que García del Río expone en la citada carta, pero también por
convicción. Son explícitas las coincidencias de pensamiento entre el gobernador
cordobés, San Martín y en los hechos, también Bolívar. Todos impulsaban una
confederación de los países sudamericanos. Vemos que el monarquismo del
Protector tenía gran pragmatismo ya que el caraqueño se reconocía republicano, al igual que Bustos que además
era federal.
En Buenos
Aires, en tanto, una nueva logia “porteñista” y enemiga de San Martín se había
adueñado del poder. En la misma tenía mucha influencia Bernardino Rivadavia, personaje
fuertemente enfrentado con el general -años más tarde (1825) en Europa, solo
amigables consejeros evitaron que San Martín lo retara a duelo-.
El general
Antonio Gutiérrez de la Fuente enviado del Protector a las Provincias Unidas (1822),
con el objeto de obtener ayuda para terminar la guerra en Perú, narra en su diario
de Misión los desplantes del gobierno porteño para no proporcionar la ayuda
económica solicitada. Sólo algunos gobernadores provincianos, entre ellos
Bustos, se ofrecieron para encabezar la expedición, pero carecían de los medios
materiales. Rivadavia además, se encargará de promover el Tratado del
Cuadrilátero con las provincias litorales para hacer fracasar el mencionado Congreso
de Córdoba, seguramente temiendo entre otras cosas la influencia política de
San Martín sobre el mismo y el federalismo de Bustos.
En este
contexto se desarrollará la reunión de Guayaquil en julio de 1822. San Martín
concurrió abrumado por su poder en crisis. Chile no respondía y lo criticaba, Buenos
Aires era gobernado por enemigos mezquinamente pendientes de los negocios del
puerto, en el Perú conspiraban propios y extraños: hispanistas monárquicos
devenidos en republicanos como José de la Riva Agüero, tramaban golpes y otras
infamias.
La
documentación sobre la reunión, así como un elemental análisis político, no da
lugar a demasiados misterios. Eran ambos libertadores personalidades diferentes
pero seducidos por el poder[3].
El venezolano, extrovertido, audaz y seguro, el correntino introvertido y
reservado, tal vez calculador y por ello dubitativo. Pero no fueron personalidades
disímiles, las razones del retiro de San Martín aunque pudieron tener
incidencia. Con un poder desgastado y débil sólo podía humildemente requerir ayuda al político triunfante y
en ascenso, respaldado por la gran Colombia. La solución no pudo ser otra más
que el alejamiento de San Martín. Resulta ingenuo achacarle a Bolívar el no
haber aceptado tenerlo como subordinado pues si lo hubiera hecho sus enemigos hubieran aprovechado la personalidad de San
Martín, al margen de la voluntad de este, para atacar y conspirar contra el venezolano.
Que esto
causó dolor y frustración de por vida a nuestro correntino, es indudable –tal
cual lo dice la copia de una carta dada a conocer en 1843, trece años después
de la muerte del venezolano, por Gabriel Lafond de Lurcy- y absolutamente
comprensible pero resulta necio, condenar a Bolívar por una ambición que ambos
poseían. La política es un acto de poder y se ejerce, no es de su índole la
moralina de mentecatos. Por otra parte, a quienes así piensan ya San Martín se
encargó de responderles con acciones: siempre conservó el retrato que Bolívar
le regalara en Guayaquil y en la misma carta luego de criticar políticamente a
su “amigo/competidor” se compromete a no revelar las diferencias, ya que de “traslucirse” lo escrito: “los
enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla y los
intrigantes y ambiciosos para sembrar la discordia.”
Ambos se dieron una
misión americanista hasta el final de sus días.
Publicado en La Voz del Interior el 21-08-2010
San Martín |
Simón Bolívar |
[1] Patricia
PASQUALI, San Martín, Buenos Aires, Planeta, 1999.
[2] José
Pacífico OTERO, Historia del Libertador
don José de San Martín, Buenos Aires, Círculo Militar, 1978, tomo 6, pág. 44.
[3] En Lima,
San Martín percibía un “sueldo de 30.000
pesos…usaba uniforme recamado con palmas de oro…y transitaba las calles de la
opulenta y seductora Lima en una carroza de gala tirada por seis caballos…”
acompañado por la sensual Rosita
Campusano. Son más conocidas en Argentina las veleidades y exageraciones de
Bolívar. Ver Patricia PASQUALI, Ob. Cit. pág. 366.
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