martes, 8 de marzo de 2011

La Unidad Sudamericana es el signo de los tiempos. Hay que desandar el pasado que nos separa

“La hora ha llegado. Basta de palabras y vamos a los hechos. Que esas exclamaciones que pueblan el aire no sean un vano ruido que se lleva el viento. Que ellas sean el toque de alarma, la llamada popular que convoque a todos los ciudadanos, para correr en veinticuatro horas al cuartel, en quince días en campaña, en tres meses en Asunción.”
Presidente Bartolomé Mitre 12-04-1865 en la Plaza de la Victoria

“López ha muerto, luego la guerra del Paraguay está concluida para el  logro de su objeto, dicen los cómplices del Brasil en ese crimen, el más grande que haya presenciado la América del Sud de medio siglo a esta parte. La muerte de López no es sino el punto final de la muerte de un pueblo llevada a cabo en el espacio de cinco años (…) Decir que la guerra no tuvo más objeto que suprimir la persona de López, es una impertinencia insultante lanzada al sentido común.”
Juan Bautista Alberdi – Escritos Póstumos

Todas las cuestiones suscitadas (…) admiten soluciones de paz y buena voluntad, sin afectar principios fundamentales. No está comprometido el “honor nacional” ni los “espacios vitales”.
Ramón J. Cárcano en su Guerra del Paraguay

“La maldita guerra” será “la ruina del vencedor y la destrucción del vencido”
Irineu Evangelista de Souza vizvonde de Mauá




Tinta china de la artista cordobesa Micaela Trocello.

En una entrevista recientemente aparecida en La Nación (6-01-08) realizada por el periodista Pablo Mendelevich al erudito historiador brasileño Francisco Doratioto, se exhiben con sibilino estilo por lo menos dos intencionalidades claras. (Seguramente se pueden descubrir más)
La primera, reivindicar la infame –sí infame- (luego explicaremos porqué) guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay y, especialmente a uno de los mayores responsables de aquel fratricidio, el fundador de dicho diario don Bartolomé Mitre. No es nuevo y como propósito es loable, malo sería morder la mano del amo que da de comer.
La segunda desprestigiar con un estilo de “clase” y no poco resentimiento del pasado, a la presidenta de los argentinos Cristina Fernández, dudando de sus posibles lecturas de joven o adulta y de sus conocimientos sobre la historia nacional. En esta instancia aprovecha para reiterar el periodista algo que parece ser línea editorial (“bajada de línea” se suele denominar en el lenguaje político): atacar al gobierno nacional por las influencias que este recibiría del nacionalismo de izquierda o de la izquierda nacional, mencionando en este caso a Hernández Arregui y a Abelardo Ramos. Este último junto a Jauretche y José María Rosa ya  habían sido nombrados por el secretario de redacción Jorge Fernández Díaz el 26 de enero de 2006 como  representantes de la genéricamente denominada “izquierda nacional”, en otro artículo editorial titulado: “Bienvenidos a la moda del neonacionalismo”. 
El reconocimiento que Cristina realizó para con el Paraguay y su entonces presidente Francisco Solano López -héroe y mártir de la nación guaraní- tiene una importancia estratégica para la consolidación de las relaciones en el MERCOSUR y Sudamérica. Pero no solo se trata de un acto “políticamente  correcto” sino de la recuperación de la verdad histórica desde el presente para poder entrar al futuro, algo que no es poco en tiempos en que el debate de ideas se encuentra subestimado y devaluado, sustituido por “técnicos” que “no son políticos”.
Francisco Doratioto como varios historiadores brasileros todavía no se atreven a cuestionar las condenables acciones de agresión, militar o diplomática llevadas  adelante por su país en el contexto sudamericano. Nos referimos a la guerra de la Triple Alianza y también al avance sobre la zona boliviana del Acre. Por cierto que este déficit no es privativo de los brasileros. En Chile cierta intelectualidad carece de autocrítica sobre la Guerra del Pacífico y sus consecuencias para con Bolivia y Perú. No pocas resistencias encuentra la presidenta Bachelet en los tímidos pero importantes avances que intenta realizar en las negociaciones con el país del Altiplano.
No podríamos entrar en este breve espacio en una discusión a fondo pero sí desmigajar algunas posturas que al ser deformadas impiden una visión cultural latinoamericana.
En la actualidad resultaría excesivamente simplista atribuir –monocausalmente- al imperialismo británico la responsabilidad de la guerra. Hasta aquí podemos aceptar el aporte del especialista, aunque no sin precisar algo que ni Brasil ni Chile han asumido con la fuerza que se dio en nuestro país. El revisionismo histórico argentino y especialmente el que La Nación denomina genéricamente de la izquierda nacional, tuvo una virtud esencial: contribuyó aun en su exageración política a intentar otras miradas de la historia que por el contrario el mitrismo y sus aliados o ciertos círculos académicos nunca siquiera promovieron.
Si bien hoy resulta excesivamente simplista  inculpar a Gran Bretaña exclusivamente, no menos simplista y peor aun “ingénuo”, resulta desconocer la permanente ingerencia de esta y su accionar en las sombras en toda la región.
La guerra fue seguida de cerca por Gran Bretaña, es más el tratado secreto de la “Triple Infamia” (en esto disiento en parte con Cristina ya que me parece que esta palabra refleja mejor lo que ocurrió que la de “traición”, pero una u otra  son reales porque desde la tradición sudamericanista de Bolívar, San Martín y Artigas hubo traición de parte de Argentina y Uruguay al menos) fue hecho público por el Foreign Office  de Gran Bretaña a principios de 1866, en versión inglesa obtenida el año anterior del canciller uruguayo Carlos de Castro. Esta versión publicada por el Times de Londres también lo fue traducida, por La América  el diario de Guido Spano y Agustín de Vedia  el 5 y 6 de mayo de 1866 diciendo “¡El tratado es secreto, la sesión es secreta, solo la vergüenza es pública”. El original castellano permanecía desconocido hasta los años 70 del siglo XX según nos refiere A. J. Pérez Amuchástegui.[1] “(…) el tratado de alianza que permanecería secreto debido a sus comprometedoras cláusulas. Los aliados se comprometían a respetar la independencia, soberanía e integridad del Paraguay. Los objetivos de guerra establecidos eran los siguientes: por el artículo 11º, quitarle a Paraguay la soberanía de sus ríos; por el 14º, responsabilizar a Paraguay de la deuda de guerra; y por el 16º, repartir el territorio en litigio o exclusivamente paraguayo entre la Argentina y Brasil. Mitre tomaría el Chaco paraguayo hasta la Bahía Negra y el Imperio el área fronteriza hasta el río Apa por el lado del río Paraguay y hasta el Igurey por el Paraná. (…) por los artículos 6º y 7º, la guerra no se detendría hasta la caída de López. Esta se hacía contra el presidente y no contra el pueblo paraguayo (¡!)  Se firmó también un protocolo adicional, también secreto, que establecía lo siguiente: 1) demolición de las fortificaciones de Humaitá; 2) desarme de Paraguay y reparto de armas y elementos de guerra entre los aliados; y 3) reparto de trofeos y botín que se obtuvieran en territorio paraguayo. (El subrayado y los signos de exclamación son nuestros).”[2]
Según Escudé y Cisneros –que nada tienen que ver con la izquierda nacional o el revisionismo- Mitre ocultó la formal declaración de guerra del Paraguay con el objeto de preparar a la opinión pública nacional y extranjera residente en el país contra el país guaraní.
Un historiador anglosajón F. J. McLynn analizado por los mismos autores sostiene  “Un estudio profundo de la guerra paraguaya la revela como el aspecto más serio de una guerra civil continua en el Río de la Plata desde 1863 a 1871, desde la última revuelta de Peñaloza a la derrota de Ricardo López Jordán en Entre Ríos. Los levantamientos montoneros de 1863 y 1867, la guerra civil oriental de 1863-1865 y el golpe de 1870, el asesinato de Urquiza y la revuelta de Entre Ríos en 1870 son acontecimientos que están íntimamente conectados con la Guerra de la Triple Alianza (…) . . Una de las más severas debilidades de la montonera radicaba en su falta de contenido ideológico o conciencia política; líderes como Peñaloza o Felipe Varela no explicaban en sus pronunciamientos cuál era la alternativa al capitalismo liberal propuesto por Mitre. En cambio, Paraguay constituía un ejemplo vívido y floreciente de un sistema político y económico totalmente diferente al pretendido por el mitrismo.
   
Pero esta situación no significaba precisamente que una economía controlada por el estado como la paraguaya fuera capaz de derrotar a la burguesía comercial en su propio juego: más allá de esto, debido a que las provincias del Interior de la Argentina necesitaban la protección económica que el estado de Paraguay extendía a sus productores y que los intereses del librecomercio porteño no otorgaban, el ejemplo de Paraguay era peligroso e insidioso. (…) Una dimensión adicional en el molesto ejemplo paraguayo era la integración social de su población guaraní.”[3]  
Por último y para tratar de no tergiversar, citaremos al propio Mitre en su discurso del 21 de febrero de 1869 ante los comerciantes porteños que lo homenajeaban al término de sus mandato: “En la guerra del Paraguay que (…)puede darse por terminada, ha triunfado no solo la República Argentina(…) no solo la triple alianza (…) sino también los grandes principios del libre cambio (…) Para el comercio se han derribado las fortalezas que amenazaban las costas; para el y por él también se ha conquistado franca navegación de los ríos superiores; la libertad de comercio y la derrota del monopolio y la explotación de los pueblos por sus tiranos (…) Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña (…) podrá el comercio ver inscriptos en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado(…) porque también esos principios han triunfado (…) (Aplausos).”[4] Los guerreros regresaron y también con ellos la fiebre amarilla, los muertos y mutilados y el peso de la devastación del Paraguay.
Mclynn y  el mísmisimo Tulio Halperín Donghi (duro crítico del revisionismo histórico argentino y especialmente de la izquierda nacional) asignan enorme responsabilidad por la guerra a las “necesidades políticas" internas de Mitre. 
Ahora bien, sería absolutamente injusto cargarle la romana solo a Mitre. Los colorados uruguayos hicieron lo suyo (ahí están las acciones de Venancio Flores y el crimen de Paysandú para probarlo)[5]. El imperio esclavista del Brasil (barbarie esta que algunos historiadores brasileros soslayan como así también la compra “de carne” esclava para enviar al frente) según lo expresan Texeira Soares (ampliamente citado por José M. Rosa), Moniz Bandeira, Boris Fausto y Nabuco un diplomático de la época, intenta deslindar  responsabilidades  pasándoselas a las ambiciones territoriales argentinas (que indiscutiblemente las tenía). Esta concepción es en el mejor de los casos de una ingenuidad infantil: basta tener en cuenta el accionar brasilero en la cuenca del Plata desde época colonial (recordemos los límites originales de la ex colonia lusitana), o el posterior arrebato a Bolivia de la zona del Acre. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y en este siglo XXI el mejor patriotismo a exhibir es el de la verdad histórica que nos permita reconstruir con fuerza lo que en el pasado nos fragmentó.
Vamos ahora a la importante ingerencia inglesa a través de los préstamos financieros.  Doratioto admite que los banqueros ingleses le prestaban a los aliados porque el Paraguay era infinitamente más débil y riesgoso esto es una verdad de Perogrullo, probatoria sin embargo de los fuertes intereses británicos en la región y en la guerra. Aquellos banqueros, por cierto no muy diferentes de los de hoy, invertían tratando como siempre de jugar a ganador. Por lo tanto le prestaban a los aliados y no a los paraguayos: esto en portugués, en castizo o en chino significa que el dinero anglosajón apoyó al bando mitrista. Que esto generó deuda a pagar en estos países solo demuestra la lógica dominante  del capital extranjero. La política son hechos y los hechos son que los “logros” que Mitre señala en el discurso citado arriba  favorecieron el librecambio impulsado por Gran Bretaña y Francia.
 Moniz Bandeira señala en un documentado y excelente libro[6] -que no comparte las tesis revisionistas-, que su país en 1865 obtuvo un préstamo de la banca Rothschild,  de 6.693.000 libras, y emitió otros empréstitos que le implicaron consumir más del 60% e “en escala creciente” del saldo de su balanza comercial.
Doratioto califica de “hecho mentiroso” el “mito” de una Paraguay desarrollado y pujante. Se trata de una “mentira a medias”. Dice en el reportaje: “Los revisionistas dicen, por ejemplo, que Paraguay tuvo el primer ferrocarril de América del Sur. No es cierto. Antes hubo un ferrocarril en Chile, después hubo uno en Brasil”. ¡Poco serio! Acaso que hayan existido solamente, otros “dos” ferrocarriles,  ¿cambia algo del aspecto central, que es el desarrollo autónomo importante y comparable con el de Brasil que ese pequeño enclave gozaba en aquella época? 
Para tomar una idea de la diferencia de tamaño entre ambos países y de la desproporción que existió en esta guerra, digamos que el Imperio, tenía más de 8.000.000 de km2 de extensión y 11 millones de habitantes, contra unos 450 mil km2  y entre  450 y 650 mil habitantes que se calcula poseía Paraguay. 
el entrevistado describe las excelentes relaciones de Gran Bretaña con Solano López en base a cartas y algunas inversiones realizadas por esta en la nación guaraní. ¿Acaso no es conocido que Inglaterra siempre tuvo “intereses permanentes”? ¿Por qué no iba Paraguay a tener relaciones económicas y comerciales con países de Europa?  Este hecho por sí solo no demuestra nada, pero además cualquier historiador puede reconocer que el sistema de Paraguay no era el librecambista que imponían Mitre o el Imperio. Doratioto afirma haber encontrado “una carta del entonces ministro plenipotenciario de Inglaterra en Buenos Aires” de diciembre de 1864 mostrando “preocupación” por la posible guerra. ¡Es inaudito! ¿Acaso no se recuerdan los “buenos oficios por la paz de Haig y EE. UU. durante la guerra de Malvinas?  Recordemos también la actuación de Lord Ponsomby en la guerra contra el Brasil por la Banda oriental y sus maniobras para crear el “estado tapón” hoy conocido como Uruguay. En fin: ¿Cuántos sinceros buenos oficios, se le conocen a Gran Bretaña cuando sus intereses comerciales están en juego? Por otra parte si Thornton era el diplomático en cuestión conocido es para Doratioto que este era un buen enemigo de López. En suma ninguna de las naciones de la Cuenca del Plata estaban al margen de las relaciones comerciales y económicas con Europa, tampoco el Paraguay lo que no quiere decir que Gran Bretaña no observara complacida la cruzada librecambista emprendida por el imperio esclavista y la Argentina presidida por Mitre.
Es cierto que Brasil como importante país que era tuvo enfrentamientos con Gran Bretaña pero estos no pasaron de pequeñas escaramuzas diplomáticas y no suponen independencia de Inglaterra, relación que por otra parte era histórica desde el dominio portugués.
Triple infamia o triple traición, o “maldita guerra” , ninguno de los calificativos son erróneos –nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio-. El tratado es agresivo por el solo hecho de la debilidad de la desproporción existente entre Paraguay los tres aliados. Veamos los funestos resultados de la empresa “libertadora”. Paraguay sufrió una inhumana quiebra demográfica en su población. De 600.000 habitantes que había  en 1865 –al inicio de la guerra- solo quedaban 231.000 en 1872 al finalizar esta. La misma concluyó con la muerte de Francisco Solano López el valeroso presidente en Cerro Corá, de un lanzazo un sablazo y un tiro en el corazón de la partida militar brasilera, (uno de los pocos reconocimientos que Doratioto le hace, aunque no se atreve a llamarlo por su nombre: crimen político)  . La recuperación del nivel poblacional anterior, se recuperó medio siglo después, hacia la década de 1920.[7] 
Otro aspecto que Doratioto se guarda de explicar es cómo, el Mariscal Francisco Solano López a quien denomina con sentido despectivo “dictador” -aunque se cuida muy bien de utilizar esta palabra para con su Emperador o Venancio Flores o Mitre cuyas “legitimidades” eran por lo menos, similares a las del gobernante guaraní- tuvo tanto amor de su pueblo que lo siguió hasta la muerte y casi podríamos decir hasta el exterminio. Ninguno de los miembros de la Triple Alianza, generaron un sentimiento de afecto popular semejante en sus respectivos países. Evidentemente la interpretación histórica de este autor brasileño tributa al liberalismo mitrista que durante décadas predominó en nuestro país.
Hay dos aspectos más del reportaje que son impugnables. Mediante un sutil juego de palabras y cometiendo uno de los peores pecados que puede cometer un historiador: transpolar el pasado al presente anacrónicamente; emparenta a Stroessner con López y por carácter transitivo a nuestra presidenta. A renglón seguido aclara su verdadera postura cuando critica la decisión de la República Argentina de poner el nombre de Solano López a un Regimiento de Entre Ríos-: “No imagino al presidente Putin poniendo a una unidad militar rusa el nombre de Napoleón Bonaparte.(…)  Supongo que usted no vio una unidad militar paraguaya que se llame Bartolomé Mitre.”  Aquí sí este importante y erudito historiador se “alista”  claramente. ¡Napoleón era el general invasor francés al que el pueblo ruso expulsó dando plenas muestras de heroísmo! Era un imperio agresor. ¿Cuál fue el imperialismo de Solano López en la región?  En este caso hablamos de una guerra fratricida. Ni que hablar del quien fuera victimario del pueblo paraguayo. ¿Acaso el Señor Doratioto pretende que asumamos con seriedad su ridícula interpretación de un Paraguay imperialista invasor de Corrientes y el Matto Grosso??? Pero si ni siquiera numéricamente los hermanos paraguayos podían aspirar a controlar militarmente las tres naciones de la Triple Alianza.
Con gran valentía intelectual Cristina Fernández repara aquel horror histórico poniendo el nombre de un héroe nacional paraguayo que por esa razón lo es del MERCOSUR y de la Comunidad Sudamericana de Naciones, a uno de nuestros regimientos. 
 “En Brasil la historia es historia, no como en la cuenca del Plata donde todavía se utiliza la historia para el combate político presente.”  Afirma el entrevistado haciendo gala de orgullo barrial,  para criticar al revisionismo uruguayo y argentino y al Gral. Perón (¿asimilable a López?) ¡Evidentemente el suicido de Vargas reconoce causas profundas!
Es preciso superar antiguas interpretaciones, para lograr en el siglo XXI la unidad sudamericana que el propio Brasil impulsa hoy. Afortunadamente las vetustas consideraciones del reportaje están quedando fuera de la historia o al menos esto debemos intentar si no queremos entrar al futuro retrocediendo.
El histórico Tratado del MERCOSUR firmado el  26 de marzo de 1991, sintomáticamente lo fue en Asunción, “madre de ciudades”. Tenemos la obligación de reparar aquel “crimen de la guerra”, como en su momento lo hicieron Yrigoyen y Perón. Hoy, Cristina Fernández ratifica y profundiza un camino que resulta estratégico.
La decisión política de bautizar al Grupo de Artillería Blindada 2, de Rosario del Tala, Entre Ríos, como Mariscal Francisco Solano López es un paso, pequeño tal vez, en el camino de la integración americana. 

Enzo Alberto Regali



[1] Pérez Amuchástegui, A. J. Crónica Argentina. Más Allá de la Crónica: El Fratricidio T. 4 LXVI Editorial Codex  1972.
[2] Escude, Carlos y Cisneros, Andrés. Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas. El tratado secreto de la Triple Alianza Tomo VI.
[3] Escudé y Cisneros Ibíd. Historiografía anglosajona Pelham Box y McLynn. Tomo VI.
[4] Pérez Amuchástegui. Ibíd.Tomo 4. Pág. LXXI
[5] Recordemos que en Paysandú sitiada y bombardeada por la flota imperial respaldada y abastecida por el gobierno de Mitre, lucharon algunos argentinos ilustres como Rafael Hernández, hermano de José autor del Martín Fierro. En esta batalla el valiente general Leandro Gómez se rindió con sus hombres con la promesa que se respetarían sus vidas. las tropas imperiales no obstante, los pasaron a degüello. Así  se iniciaba  un conflicto entre hermanos sudamericanos que concluiría con la destrucción del Paraguay.

[6] Moniz Bandeira, Luis Alberto, Argentina, Brasil y Estados Unidos. De la Triple Alianza al MERCOSUR. Grupo Editorial Norma Buenos Aires. 2004
[7] Brezzo,Liliana  “Argentina-Paraguay- (1810-2000)” Caviar Bleu Edit. Andina Sur-. Doratioto en su ánimo justificatorio  sostiene que los datos de población y  víctimas son discutibles y de mucha variación numérica. En todos los casos las cifras son inhumanas.   

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