viernes, 25 de marzo de 2011

NUESTRO FUTURO ESTA EN EL MERCOSUR Y LA UNASUR

REFLEXION SOBRE EL CONFLICTO DE MALVINAS







“Nada más doloroso y trágico en la historia
de la servidumbre, que la servidumbre de
la inteligencia, la servidumbre de la cultura...”

Deodoro Roca (1920)


Reflexionar sobre la actualidad del Conflicto de Malvinas y el Atlántico Sur de 1982, implica en buena medida adentrarnos  en las crisis que nuestro país vive y vivió periódicamente. Implica introducirnos en ese transcurrir zigzagueante de la historia nacional. ¿Porque?  Porque aquel hecho de hace casi tres décadas, ocultado ex profeso a las jóvenes generaciones, a las que solo les mencionan la muerte de “los chicos de la guerra” y un conflicto territorial, es clave para analizar nuestra “servidumbre de la cultura y la inteligencia”. Como lo expresaba Abelardo Ramos, la peor de las dependencias es la “dependencia cultural”. A esta la generan los grandes países imperialistas para mejor dominar a las naciones más débiles.
Tanto, la forma en que se entró en la guerra,  las evaluaciones que se hicieron antes y después de la misma,  las esperanzas excesivas y las desilusiones también exageradas durante la guerra y la posguerra, son una clara demostración de lo que  Jauretche denominaba la  “Colonización Pedagógica” que padece una parte de nuestra “intelligentzia”, ayudada por grandes medios con intereses propios.
Veamos algunos ejemplos. El primer gobierno democrático en su afán de “borrar” los efectos del militarismo sufrido durante aquellos años suspendió los festejos del 2 de abril como día de la recuperación y los pasó al 10 de junio, día del nombramiento del gobernador de Malvinas en el siglo XIX, pero... excesivamente cerca del 14 de junio, día de la rendición.
El caso de los veteranos de guerra, es mucho más dramático y terrible ya que se trata héroes que dieron su vida por la Patria. Se tardó varios años en otorgarles un  reconocimiento. En 1998 el decreto 1244 otorgó un plus salarial a los veteranos que se desempeñaban en la Administración Pública Nacional, lo que alcanzaba a un número insignificante de ellos (menos del 10 % de los soldados) y excluía a los oficiales y suboficiales retirados del beneficio. A esto agreguemos que para 1999 según denuncia el Gral. Balza en su libro el número de “veteranos” era mayor que en 1982...
En Córdoba, el gobierno provincial resolvió reconocer a los veteranos de guerra con una remuneración y asistencia psicológica y algo todavía mejor la Unicameral lo votó según se informó “por unanimidad” durante el gobierno del Dr. José Manuel de la Sota.
Reflexionemos: ¿debieron pasar más de 20 años para que la sociedad argentina se atreviera a reconocer “materialmente” a quienes ofrendaron sus vidas por el país? Recién en el año 2000 o sea casi 20 años después del conflicto nos atrevimos a sacar una ley en el Congreso de la Nación que declaraba el 2 de abril como Día del Veterano de Guerra y devolvía los festejos a esa gloriosa fecha. ¿Cómo podemos denominar estos olvidos? ¿Debilidades? ¿Dependencia cultural?  ¿Colonización pedagógica? Además los héroes de Malvinas, los que lucharon y sufrieron, los que se jugaron en esa patriada necesitan también el reconocimiento social  que es el que todavía nos falta.
En la educación el conflicto se vive en forma “vergonzante”. Se habla y  no se habla de eso... Generalmente es más aceptado hablar de los soldados... Los oficiales y suboficiales, ya es más difícil... Quien los menciona puede ser sospechado de alguna complicidad con militares o más aún con el Proceso de Reorganización Nacional.
En el año 1988/89  tuve oportunidad de presentar un proyecto de capacitación docente sobre el conflicto de Malvinas a la Dirección de escuelas primarias. La Sra. Delia Cabral en aquel momento directora de nivel me lo rechazó con una serie de argumentos que no vienen al caso pero que demostraban su profunda “vergüenza” ante el hecho y terminaba diciendo que el ministerio estaba empeñado en una “educación  para la paz”... una generalidad con la que todos coincidimos pero que demuestra la profunda separación de “escuela y realidad” ya que el hecho de que “luchemos por la paz” no puede incluir la ignorancia del mundo real en el que nos movemos. Habían transcurrido 8 años del conflicto y todavía carecíamos del valor intelectual para asumirlo...
Pero retrocedamos a 1982 y a sus protagonistas. La URSS  se había metido en 1979 en su propio “Vietnam”, que sería la intervención armada en Afganistán. EEUU no estaba mucho mejor, en Centroamérica los sandinistas habían tomado el poder y dominaban ese país y el Salvador, Honduras, Guatemala eran un infierno. Para la represión interna contra el comunismo, necesitaban del apoyo de la dictadura militar argentina, chilena, brasilera... Para colmo de males (de los norteamericanos) Carter un demócrata impulsor de los derechos humanos había firmado un tratado para la entrega acordada del Canal de Panamá. También tenían problemas en Irán, donde una extraña revolución islamita que anunciaba “nuevos tiempos” había triunfado derrocando al Sha pro occidental  y los enfrentaba decididamente.
En 1980 los republicanos encabezados por Reagan  asumen el gobierno y en su programa incluían una política internacional agresiva emparentada con el “big stick” de Teodoro Roosevelt aunque salpicada con la “moralina” de Woodrow Wilson.
Otro dato interesante es que el principal cliente de granos de la Argentina en aquel momento era Rusia y que no habíamos participado del boicot que EEUU había promovido años antes contra ella. También es de recordar que en 1978 habíamos estado al borde de una guerra (esa sí absurda) contra Chile por las tres islas, Picton, Lennox y Nueva, del Canal de Beagle, evitada por la oportuna intervención del Papa Juan Pablo II.
En este marco cuando uno estudia los relatos de época, los diarios, el libro de Costa Méndez el canciller argentino del conflicto, vemos varias cosas interesantes. Por ejemplo:
Los militares pensaban que la presencia argentina en Centroamérica era central en la recomposición de las relaciones con los norteamericanos que históricamente habían sido conflictivas. Jugaban a que se levantara el embargo de armas de la enmienda Humphrey- Kennedy por la violación de los derechos humanos en nuestro país. Costa Méndez antes de asumir en la cancillería, había  declarado que pertenecíamos a occidente y que no teníamos nada en común con los Países No Alineados, movimiento del que formábamos parte desde 1973. ¿No se trataba acaso de una verdadera dependencia cultural que nos hacía ver una realidad deformada y, en forma parecida al Quijote, enfrentábamos a los monstruos cuando había productivos molinos y a los molinos cuando había tenebrosos monstruos?
Para reparación de algunos de los protagonistas de la decisión de recuperar las islas, digamos que con el transcurso del enfrentamiento con el Reino Unido muchas autocríticas se realizaron de hecho. Costa Méndez lo menciona en su inconcluso libro (falleció el 10 de agosto de 1992, antes de terminarlo).  Se tuvo que abrazar con Fidel Castro en la Habana y hablar contra el imperialismo y el colonialismo en el Movimiento de Países No Alineados, organismo del que meses antes se quería ir.
En suma, el error político de militares y civiles en el gobierno de aquel momento, era creer que la Argentina por el solo hecho de ser fiel servidora de una política occidentalista que no nos compete ni nos beneficia podía obtener respaldo para recuperar las islas.
La Marina fuerza particularmente elitista y probritánica por formación, había avanzado en una política de soberanía marítima interesante, impulsando la ocupación de islas antárticas con misiones científicas o civiles que nos posicionaban mejor en la disputa por la Antártida. Sin embargo hasta después del conflicto, imperaba internamente la creencia que Gran Bretaña no había reaccionado demasiado violentamente ante la descolonización de algunos de sus territorios, dando como ejemplo el Canal de Suez y la actitud norteamericana en aquel suceso, que frenó la intervención europea. Desconocimiento de la historia o conocimiento deformado, ignoraban que los EE. UU. hacían “travesuras” cuando deseaban frenar a los europeos, tal cual lo hacen hoy en Irak.
Ninguna potencia colonial aceptó entregar territorios pacíficamente. Ninguna reaccionó pacíficamente, a las demandas de los sometidos, lo que sucedió es que fueron derrotadas. En el caso de Hong Kong, existió un tratado con Gran Bretaña y una China-Potencia, difícil de dominar, la “vieja raposa” no tuvo alternativa.
La sociedad argentina en su conjunto tampoco respondió mejor en medio del conflicto de 1982. Tuvo una actitud de cierta liviandad. Además, se trataba de una dictadura militar sangrienta, que nada hizo para poner al país en pie de guerra nacional. El gobierno se mostró dubitativo y la ciudadanía desconfiaba de aquellos que durante seis años habían mostrado actitudes antinacionales e impopulares.  
Solo el “sopapo” de la guerra hizo que los militares y algunos civiles, de aquel momento, cambiaran su forma  de pensar y comprendieran, algunos, que nada podíamos esperar de los norteamericanos, que nuestros aliados estratégicos eran los latinoamericanos y que teníamos más adeptos entre los No Alineados que entre las potencias occidentales, aunque estas fueran “socialistas”. Mitterand el socialista francés, que ya había sido Encargado de Colonias cuando la guerra de liberación argelina dio un decidido apoyo a la conservadora Margaret Thatcher, esencial, según palabras de la ex – ministra. ¿Acaso no ocurre lo mismo hoy con Libia? ¿O no están juntos el “progresista” Zapatero y el “deleznable” Berlusconi?
Así es la historia y la historia latinoamericana particularmente está plagada de líderes que “aprendieron” nacionalismo a los golpes y a partir de intentar sólo llevar adelante algunas medidas soberanas.
Hay otro elemento interesante. De los países europeos los que más firme se mantuvieron avalando con timidez, como podían, a la Argentina fueron España e Irlanda. Ambas, potencias “periféricas” de Europa: la primera disputando todavía el peñón de Gibraltar y la segunda adversaria histórica de la Gran Bretaña. España a la vez sostuvo su apoyo en la historia común con América. Ambos países motorizaron el Consejo de Seguridad, aunque tardíamente, para establecer un alto del fuego que tuvieron que vetar EEUU y el Reino Unido, pero que generó posteriores enfrentamientos entre las dos potencias.
De paso digamos que para Alexander Haig este conflicto fue el Waterloo de su carrera diplomática como él lo reconoció. Kissinger se lo había anticipado.
Thatcher y en general el Reino Unido demostró la firme conciencia nacional de un imperio tradicional. El 3 de julio de 1982 la Primera Ministra en un discurso en Chetenham explicaba el “espíritu de Malvinas”:
“Hemos dejado ser una nación en retirada. En su lugar tenemos una nueva confianza en nosotros mismos, nacida en las batallas económicas dentro del país y puesta a prueba y confirmada a una distancia de 8000 millas... nos alegramos de que Gran Bretaña haya recuperado ese espíritu que la alimentó en generaciones pasadas y que hoy comienza arder tan intensamente como antaño. Gran Bretaña ha vuelto a encontrarse a sí misma en el Atlántico Sur y no retrocederá de su victoria.”
Antes, en pleno conflicto dijo a Haig: “El asunto iba mucho más lejos que una disputa entre el Reino Unido y Argentina. El uso de la fuerza para capturar un territorio disputado constituía un precedente peligroso. (...) las Malvinas importaban a muchos países: a Alemania por ejemplo debido a Berlín Occidental; a Francia debido a sus posesiones coloniales; a Guyana porque gran parte de su territorio era reivindicado por Venezuela...” En otro momento aseveró “Está en juego la reputación de Occidente”.
Por último descubrió Thatcher que los argentinos vivíamos bajo una Dictadura ¡! En realidad varios gobiernos europeos occidentales, como el de ella, toleraron con la excusa de la guerra fría, hasta que algunos de esos militares “amigos” decidieron recuperar territorio nacional colonial, en manos de la vieja y cleptómana Europa.
Resumiendo, la recuperación de las Islas Malvinas fue una gesta nacional que cambió la historia argentina del siglo XX y de la que se pueden extraer entre otras, las enseñanzas siguientes:
1-                         Un gobierno dictatorial cívico-militar educado en la “Tercera Guerra Mundial”, la “Guerra Fría”, la Doctrina de Seguridad Hemisférica, la lucha contra el comunismo, etc. desplaza en los hechos ese eje, para impulsar un justo reclamo nacional que llevaba 149 años de irresolución.
2-                         La hipótesis de la guerra con Chile por el Beagle, dio paso a un enfrentamiento con el imperialismo británico.
3-                         La locura de intervenir como “siervos” de los norteamericanos en Centroamérica debió sepultarse para dar paso a un desesperado pedido de ayuda al tercer mundo y a Cuba, en contra de las grandes potencias.
4-                         La Argentina tuvo que revalorizar el papel de los No alineados y comprender que nada podía esperar de EEUU, el opulento Occidente europeo y ni siquiera de la URSS o China que solo atendían sus propias problemáticas.
5-                         Malvinas  obligó a la retirada de una dictadura cívico-militar infame que había derrocado a un gobierno legítimo, elegido por el pueblo. No por casualidad fue un jefe del Ejército el Gral. Martín Balza, ex combatiente de Malvinas, quien se atrevió tanto a bajar aviones ingleses como a realizar la autocrítica más importante de las fuerzas armadas argentinas, sobre la represión y el golpe del 24 de marzo de 1976.
6-                         Por último pero tal vez lo más importante, el conflicto bélico mostró una decisiva solidaridad latinoamericana. Este fue un hecho estratégico que hasta el día de hoy constituye la columna vertebral de nuestras futuras posibilidades de crecimiento nacional.
Estoy convencido que Malvinas está indisolublemente ligado a las políticas latinoamericanistas que los gobiernos democráticos llevaron adelante y que vio su máxima concreción en la firma del tratado  del MERCOSUR y en la actualidad del UNASUR.
En efecto, hoy sobre Malvinas cabe la reflexión, pero el futuro para que “sea nuestro”, debe ser del UNASUR, organización que nos permitirá equiparar al menos en parte, las desigualdades con las grandes economías del mundo. No estamos predestinados a unirnos, es una lucha, es algo que debemos construir entre todos, porque solo la unidad nos va a permitir ejercer nuestra soberanía en los mares del Sur y tener verdaderos derechos humanos en América  del Sur.

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