domingo, 13 de marzo de 2011

England doesn't forgive...

ENGLAND DOESN’T FORGIVE








Hace algunos días Mario Vargas Llosa adquirió en la Argentina gran notoriedad gracias a la  simpleza del director de la Biblioteca Nacional Horacio González. En este caso toda su sociología no le sirvió para percibir el impacto “social” que tendría intentar escrachar o impedir que el reciente premio Nobel de literatura inaugurara la Feria del Libro. Tenía razón Borges cuando decía que “la sociología si existe es una rama de la literatura fantástica”, aunque quienes la utilizan pueden demostrar poca imaginación…
La presidenta Cristina Fernández, se encargó de poner en caja tanto desatino intelectual y el caso no da para más.
Sin embargo deseo profundizar un aspecto de la  “impericia” de González. Vargas Llosa al margen de su consecuente ideario liberal democrático a ultranza, de los últimos tiempos, es uno de los grandes escritores, de la generación surgida en los 50/60/70, impulsores en Latinoamérica de una literatura original, nacional, profundamente comprometida con la realidad política y social de estas tierras. Fue la oleada de los Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez, Manuel Scorza, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Jorge Amado, Alejo Carpentier, Augusto Céspedes –por supuesto Mario Vargas Llosa- para nombrar solo algunos entre los más conocidos.
Ellos, desde las letras fueron protagonistas del impulso nacional y popular que recorrió nuestro sur en aquellos años: Juan Domingo Perón, Salvador Allende, Juan Velazco Alvarado, Alfredo Ovando Candía, Juan José Torres, Omar Torrijos, José María Velazco Ibarra, el crecimiento del Frente Amplio liderado por Liber Seregni  y algunos otros. Sin embargo debemos tener la sinceridad histórica de asumir que la política de los 70’ tan mentada hoy por maduros jóvenes…de aquella época, fracasó por diversos motivos que no son objeto de este análisis. Todos los nombrados fueron derrocados, en algunos casos asesinados y en nuestro caso la sucesora de Perón, Isabel, fue destituida por el golpe más salvaje del siglo XX en nuestro país. Hubo un quiebre político, social y económico con las ultimas dictaduras militares.
No obstante, las letras, estimuladas por escritores de la nueva generación, humedecieron y fructificaron entre los intersticios de la cultura nacional y popular, colaborando para sostener el espíritu de rebeldía ante gobiernos insensibles, represivos y antinacionales. Los textos de Vargas Llosa no fueron la excepción y esto es algo que González no debería desconocer.
La literatura es uno más de los hilos invisibles que unen culturalmente a nuestra América, entre otros motivos por el idioma, formidable arma entregada por quienes supieron dominar estos lares. Dicho sea de paso es la Argentina uno de los países en el que lo europeo mayor influencia conserva: tenemos a un complicado Ernesto Sábato o a Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, a quienes los alteraba ser argentinos. El primero de ellos reclamó que sus huesos durmieran en Ginebra –tierra de Calvino- y el segundo vivió casi la mitad de su vida en París para terminar siendo ciudadano franco-argentino. En todo caso podemos decir que Borges era representativo (a partir de los años 35 aproximadamente) de la intelligentzia europeizada del puerto. Cortázar tuvo matices más modernos: odió al peronismo, expresión popular argentina, pero apoyó a la revolución cubana y nicaragüense desde su amada y opulenta Francia, al tiempo que regalaba parte de sus derechos de autor para los presos políticos argentinos de la dictadura, pero también de 1973/74 ¡!
El caso es que el exabrupto de Horacio González es además de tal,  “inadecuado” ya que lo realiza cuando el Nobel peruano acaba de publicar una magnífica novela de denuncia, del colonialismo europeo, el capitalismo salvaje, la complicidad, en ocasiones, de los gobiernos  latinoamericanos con ambos y la perversión del imperialismo británico. Desconocemos si subjetivamente el escritor pretendía esto o lo suyo fue solo arte.
 También aborda el nacionalismo (en este caso el irlandés) con un sentido casi reivindicativo aunque sin dejar de traslucir sus ideas críticas: “El nacionalismo me parece la peor construcción del hombre. Y el caso más extremo de nacionalismo es el nacionalismo cultural. Aunque en ciertas circunstancias puede representar valores libertarios...”[1]. Esta frase extraida de un reportaje periodístico reciente, es una demostración de las flagrantes contradicciones de la intelectualidad latinoamericana. Nos preguntamos ¿Quién es capaz de determinar la circunstancia en la que el nacionalismo es libertario? Y si por el contrario afirmamos que: El nacionalismo representa valores libertarios en América Latina aunque en ciertas circunstancias se transformó en la peor construcción del hombre, tal el caso europeo o norteamericano...Es necesario comprender que no es lo mismo el nacionalismo de los países desarrollados que el de naciones inconclusas. Los primeros son imperialistas, los segundos se defienden de aquellos e intentan concluirse.  
Y con este enunciado voy al libro que, adelanto, debería ser leído en las escuelas a la vez que por la dirigencia política que graciosamente elude hablar de imperialismo, patria o colonia.



Momento de la bajada de bandera en el acto oficial de evacuación (ebrisa.com)



Ya ha expresado el autor en el reportaje citado que para él “la historia es materia prima”. Sin embargo y a pesar de las duras críticas que este hombre declaradamente liberal realiza a los regímenes nacionales y populares del continente, elige para sus novelas, temáticas que plasman, en medio de su maestría para jugar con los tiempos físicos y verbales de los personajes, maravillosas pinturas sobre la génesis y el desarrollo de la historia política latinoamericana o bien de la vida cotidiana. A su manera crea permanentemente identidad continental.
¿O no nos sentimos protagonistas o terceros aludidos/afectados por “La ciudad y los perros”, “Los Cachorros”, o “Conversación en la Catedral” para mencionar alguna de sus obras? ¿O no nos deleitamos con esa sátira de “Pantaleón y las visitadoras”?
“El sueño del celta”, un poema patriótico de mediocre calidad literaria aparentemente, escrito por el irlandés Roger Casement, protagonista principal de la novela (de existencia real) –condenado a muerte por Gran Bretaña y a la espera de la horca o el perdón- da nombre a este relato en el que se reflejan numerosas  y ricas cuestiones que reflejan la política de este continente.
El colonialismo europeo y el hipócrita humanismo de las distintas potencias europeas son retratados casi con una técnica propia del neorrealismo italiano pos bélico. Si bien se desnuda a Leopoldo II rey de Bélgica como un gran y ejemplar cínico, racista y genocida, no queda al margen de la novela en ningún momento, la silenciosa complicidad de ingleses, franceses, alemanes, italianos, así como su carácter también imperialista.
En algún momento “England” o “La France” asumen  actitudes críticas, incluso es la primera quien le encarga a Casement el famoso “informe” sobre el Congo en el que este desnudará la brutalidad operativa y el exterminio poblacional realizado por aquellos “civilizados” europeos. La novela deja claro, para quien desee entender  que las grandes potencias no “colonizaban” por amor a la justicia o preocupados por el “salvajismo” de los nativos sino principalmente por sus propios intereses económicos ya que el África era un importante botín a repartirse. Los ingleses eran “humanistas y anticolonialistas” en el Congo de los belgas, o en el Perú gobernado por Augusto Leguía  pero “civilizadores” en la India británica.
  La denuncia del colonialismo es por demás verídica y produce una profunda indignación en el lector debido a las atrocidades que se relatan. La empresa cauchera virtualmente dueña del Amazonas peruano, era inglesa, cotizaba en la Bolsa de Lóndres y formaba parte de un sistema capitalista salvaje que era amparado de hecho por el estado, aunque este ante la pormenorizada denuncia le suelta la mano al…peruano que aparecía como dueño. El informe de Casement sobre los empresarios del caucho en la Amazonía, ayuda a la bancarrota de la empresa aunque sin que los expoliados pobladores de la zona, la mayoría de los cuales eran indios, accedan a un mayor bienestar. En esto las responsabilidades se dividen entre un cierto desinterés del gobierno de Leguía y hasta del Brasil de la época de Barón de Río Branco y el imperialismo inglés.   
Pero no hay matiz que no se deslice en la hermosa prosa. La superficialidad cómplice de los cuerpos diplomáticos quienes habitualmente cambiaban la buena vida en sociedad, regalos y favores incluidos, por su silencio. “¿No eran los intereses del Imperio [británico] más importantes que las quejas plañideras de unos salvajes semidesnudos que adoraban felinos y serpientes y eran antropófagos?[2]También destaca el autor la falta de soluciones para los habitantes de la zona, una vez que los “civilizados” torturadores y asesinos beneficiarios de la miseria se retiran.
Hablo de torturadores y asesinos sin una pizca de exageración. A los nativos tanto suramericanos como del Congo por distintos motivos intrascendentes en la mayoría de los casos, les cortaban las manos, los penes, violaban a sus mujeres, les secuestraban las familias como rehenes… o sencillamente los mataban ¿Qué razón le asiste hoy a la vieja Europa para erigirse en defensora de los derechos humanos cuando han sido ellos quienes sistemáticamente los violentaron? ¿Qué pensarán nuestros “progresistas” que en muchos casos tiene ONG’s financiadas por la Europa “indignada” y preocupada por Gadafi pero que todavía no se redimió de antiguos crímenes?
Casement dialoga con el famoso y cruel explorador Henry Morton Stanley (galés, es decir británico ¡vaya casualidad!): “capaz por igual de grandes hazañas y formidables villanías si el premio estaba a la altura de sus apetitos[3]”, así como con otros no tan famosos personajes, encargados del “orden”. La prosa es riquísima en crueles y sutiles conceptos. Así por ejemplo el capitán Junieux, miembro de la “Force Publique” del Congo (liberal grupo de represión, creado por Leopoldo el merecido monarca de la “progresista” Bélgica, formado por los propios nativos, con jefes europeos, para bien combatir “la trata de esclavos”), le aclara al protagonista que: “No somos nosotros los que inventamos el Estado Independiente del Congo. Solo lo hacemos funcionar. Es decir, también somos sus víctimas.[4] Otro de los militares entrevistados se queja por los bajos sueldos, al tiempo que añora su mujer europea quien seguramente ya tiene amante
También se introduce Vargas Llosa en la psicología de los dominados quienes tienen graves problemas para sublevarse y revertir su situación -aunque Roger Casement el protagonista entiende que sería lo justo: “Irlanda si quería ser libre, como los indios del Putumayo, debía pelear para lograrlo.[5]- y solo se contenta con tratar de lograr que le exijan  menos cupo obligatorio en la recolección de caucho.
La conversación de Roger con la historiadora de su misma nacionalidad Alice Stopford Green resulta esclarecedora. Refiriéndose esta a la novela de Joseph Conrad –el ucraniano que se hizo inglés y vivió en el Congo- “El corazón de las tinieblas” quien se había negado a firmar a favor de la conmutación de la pena capital de Casement, afirma: “Esa novela es una parábola según la cual África vuelve bárbaros a los civilizados europeos que van allá. Tu Informe sobre el Congo mostro lo contrario más bien. Que fuimos los europeos los que llevamos allá las peores barbaries.[6]
El relato no descuida la evolución intelectual del protagonista, sus desvelos, ilusiones y finalmente decepciones, respecto de los verdaderos motivos de la colonización europea del África, así como su transformación en un nacionalista irlandés. Las justificaciones europeas basadas en la humanitaria preocupación de “civilizar”, “catequizar” (¡ojo! no solo de católicos, ya que en este caso eran abrumadora mayoría los protestantes) y llevar el “progreso”, no tienen nada que envidiar a los justificativos que hoy leemos en la prensa para intervenir en Libia como antes se hizo en Irak. Todo lo desnuda Vargas Llosa a la vez que juega con breves “raccontos” de la biografía central logrando así la plena curiosidad del lector.
La historia se desarrolla en Pentonville Prison donde Roger Casement espera su ejecución o perdón por haber participado del levantamiento irlandés de la Semana Santa de 1916 –aunque la historia dice que no llegó a hacerlo y más aun intentó detenerlo-.  
El itinerario político e intelectual del héroe de la novela, quien es un homosexual que expone su condición en un diario privado que los británicos secuestran  en un allanamiento cuando él ya está preso para hacerlo público y desprestigiarlo, es realmente paradigmático.
Llega al África admirando a Stanley, y justificando el colonialismo por las tres “C”: “cristianismo”, “civilización” y “comercio”. A poco de andar comienza a comprender la verdadera y brutal realidad. Irlandés de cuna y por lo tanto británico, acepta formar parte del Foreign Office que le encarga realizar un informe sobre el Congo belga, situación que de tan escandalosa comenzaba a instalarse en la prensa y los círculos políticos de la época. El Informe fue lapidario para “Leopoldo el piadoso”. Al poco tiempo lo enviarán a la Amazonía peruana a realizar un  nuevo informe sobre la situación de los nativos explotados por la “criollísima” cauchera “Peruvian Amazon Company” a cuya cabeza estaba un “nativo” completamente europeizado llamado Julio C. Arana que parece había comenzado “(…) vendiendo sombreros de paja por las calles de Rioja, la aldea perdida de la selva amazónica donde nació”. (En parte esto nos recuerda el extraordinario libro del boliviano Augusto Céspedes, “Metal del Diablo”[7], referido a Simón Patiño uno de los reyes del estaño, mestizo, pero seducido por Europa).
El barco que los transporta por el gran río americano –el mejor de la Compañía- no podía tener otro nombre que “Liberal”… En medio de las atrocidades que ve y describe Casement, Vargas Llosa muestra la transformación de la conciencia del personaje,0 quien se acerca día a día a su Irlanda natal. Compara su patria –aunque sea una verdad parcial ya que en definitiva esta formaba parte de Europa y por lo tanto no era lo mismo- con el colonialismo/imperialismo en el Congo y América Latina. “¿Porqué lo que estaba mal para el Congo estaría bien para Irlanda? ¿No habían invadido los ingleses a Eire? ¿No la habían incorporado al Imperio mediante la fuerza (…) tal como los belgas a los congoleses?[8]
El merecido premio Nobel de literatura, desmenuza subjetividades de Roger para situarnos dentro mismo de la dramática historia que lo transforma en un patriota irlandés, cuestionador del Imperio británico. Vaya una paradoja ¿Por qué entonces a Vargas Llosa le resulta tan incomprensible nuestra gesta de Malvinas?
Pero el escritor latinoamericano expresa genialidades, que aparentemente a Horacio González el director de la Biblioteca Nacional le pasan desapercibidas, tan rodeado está de las emisiones radiactivas de los libros[9]. “A ellos [los estudiantes primarios y secundarios]se les hacía creer que Irlanda era un bárbaro país sin pasado digno de memoria, ascendido a la civilización por el ocupante, educado y modernizado por el Imperio que lo despojó de su tradición su lengua y su soberanía.[10]Esta minuciosa verdad, contiene (el concepto se repite varias veces en el libro) tanto vínculo con nosotros los latinoamericanos:
-  Muestra cómo los europeos sostienen la dicotomía “civilización y barbarie”, para dominar a los países más débiles, a la vez que conforman en la sociedad colonial o semi colonial , especialmente en los estratos medios y altos, una cultura antinacional que refuerza y justifica el sometimiento.
-  Manifiesta la importancia de la historia y la lengua como cimiento de la  soberanía de un pueblo. Expresa, en fin, la importancia de la lucha por preservar la identidad nacional.
“Los métodos de la colonización en Europa son más refinados (…) pero no menos crueles.[11]le dice Roger a un amigo comparando lo hecho por el imperialismo en Irlanda con el Congo o la Amazonía… ¿Es posible no sentir al menos empatía por lo dicho? 
Obviamente Vargas Llosa en varios párrafos deja ver su punto de vista  opuesto al nacionalismo y al patriotismo. Una de las ocasiones es cuando reproduce una discusión entre la nacionalista Stapford Green y el escéptico –también irlandés aunque más britanizado- George Bernard Shaw, en la cual este habla del patriotismo como si fuera una “superstición o una superchería”. Seguramente esta visión sea más cercana al escritor. Sin embargo no cae en el panfleto de desprestigiar las ideas de Green, por el contrario la muestra cerebral y remata esta anécdota diciendo (casi como dedicado a González y los que como él piensan): “Sin embargo, ese hombre que no creía en nada y despotricaba contra todo, era un gran escritor [Bernard Shaw] y había prestigiado las letras de Irlanda más que ningún otro de su generación. ¿Cómo se podía construir una gran obra sin ser un patriota (…) sin amar y emocionarse con el antiguo linaje que uno tenía (…)?[12]
El texto contiene numerosas reflexiones sobre la importancia de la cultura y la tradición de un pueblo, sin embargo no cae en fundamentalismos y permanentemente advierte sobre los extremos de estas posiciones, algo así como esa pretensión, tan de moda en este siglo XXI, de volver a un pasado ya muerto.
Tal vez el aspecto más controvertido de Casement es cuando su patriotismo irlandés lo lleva a ser un virtual aliado de los alemanes para tratar de alcanzar la independencia de su país. No hay novedad en este tipo de visiones ¿Acaso no la tuvieron Miranda, San Martín, Moreno y hasta Bolívar respecto de Gran Bretaña en la etapa independentista? ¿Acaso no era británica la flota que transportó al ejército libertador desde Chile a Perú? ¿Acaso Lenin no volvió a Rusia en 1917, en un transporte alemán?
Vargas Llosa no obstante no se deja llevar por lo que podríamos denominar ideologismos, siendo él un liberal a ultranza, crítico del nacionalismo. Solo se encarga de mostrar matices, contradicciones, contrastes, a veces como un impresionista y otras mediante un borroso expresionismo. Hasta nos permitiría obtener una reflexión docente al respecto. La liberación de los pueblos no logra objetivos plenos cuando se intenta dependiendo excesivamente de otros países con intereses propios. Si tenemos en cuenta que de la derrota de la Semana Santa de 1916 y la sangrienta represión, surgen las semillas que fructificarán en la autonomía de Irlanda, podemos también decir que, en suma, triunfaron aquellos que visceralmente se dejaron llevar por su patriotismo al margen de las influencias extranjeras.
Toda la novela, nos transporta por un clima de tristeza. Cada diálogo, cada descripción de la cárcel, de la celda tiene dejos de melancolía y en esto incluyo el tormento que significaba para Casement ser homosexual. Sus aventuras, reales o ficticias, poco importan. Roger Casement es ajusticiado por patriota irlandés y Vargas Llosa con delicadeza y realismo ofrece una nueva pintura de los héroes que como este, no surgen de un convento de clausura sino que son de carne y hueso. Sin siquiera sospecharlo, quizás, nos lleva a una reflexión revisionista que a los latinoamericanos nos cuesta todavía aceptar:
“Lentamente sus compatriotas [los irlandeses] se fueron resignando a aceptar que un héroe y un mártir no es un prototipo abstracto ni un dechado de perfecciones sino un ser humano, hecho de contradicciones y contrastes, debilidades y grandezas, ya que un hombre, como escribió José Enrique Rodó, <es muchos hombres>, lo que quiere decir que ángeles y demonios se mezclan en su personalidad de manera inextricable.[13] 
  El triste y solitario final, parafraseando a Osvaldo Soriano, se presiente o se sabe desde el comienzo y lo cierto es que a pesar del título poético de la novela no podemos sino hacer constar que la horca, el silencio, el desprestigio de su persona y el secuestro de su cuerpo son la venganza de la “vieja raposa” o mejor de la “pérfida Albión” (Louis Marie de Ximénèz ). England doesn’t forgive… the nationalism of others [14].


     


[1] Iker Seisdedos, “Entrevista a Mario Vargas Llosa”, diario El País, Madrid, agosto 29 de 2010.
[2] Mario VARGAS LLOSA, “El sueño del celta”, Buenos Aires, Alfaguara, 2010,  pág. 108
[3] Ibíd. Pág. 39.
[4] Ibíd. Pág. 102
[5] Ibíd. Pág. 239
[6] Ibíd. Pág. 76
[7] Hay versión argentina editada por EUDEBA en una colección dirigida por Abelardo Ramos en 1974.
[8] Mario VARGAS LLOSA, Ob. Cit. pág. 110
[9] No solo a Gonzalez le pasan desapercibidas estas reflexiones, en general nuestra política educativa sigue siendo universalista y por lo tanto desvariante.
[10] Mario VARGAS LLOSA, ob. Cit. pág. 135.
[11] Ibíd. Pág. 388
[12] Ibíd. Pág. 197
[13] Ibíd. Pág. 449
[14] Inglaterra no perdona… el nacionalismo de otros.

2 comentarios:

Rubén Bourlot dijo...

Muy fundamentado el trabajo para que lo lean los intelectuales de Carta Abierta. Que todos opinen, que florezcan mil flores porque así se hace patria. Sabemos lo gorila que es Vargas Llosa, liberal por capitalista, pero quién puede negar la calidad literaria de La ciudad y los perros ... Leamos a Borges y critiquemos sus posturas políticas pero prohibirlo es otra cosa. Parece que estos intelectuales K ni se enteraron de Crisis y resurrección de la literatura argentina de Ramos (reeditado en Introducción a la América Criolla) donde analiza estas cuestiones

Rubén Bourlot dijo...

Interesante y fundamentado artículo para que lo lean los intelectuales de Carta Abierta. Que todos opinen, que florezcan mil flores porque así se hace patria. Sabemos lo gorila que es Vargas Llosa, liberal por capitalista, pero quién puede negar la calidad literaria de La ciudad y los perros ... Leamos a Borges y critiquemos sus posturas políticas pero prohibirlo es otra cosa. Parece que estos intelectuales K ni se enteraron de Crisis y resurrección de la literatura argentina de Ramos (reeditado en Introducción a la América Criolla) donde analiza estas cuestiones